1. ¿Cómo o por quién fue tu primer acercamiento con la literatura? ¿Quiénes fueron los primeros autores que leíste? ¿Influencias?
Mi papá, él
tiene la culpa. Él es muy ceremonioso con sus cosas y también lo fue con mi
educación, de la que estoy agradecido. Al contrario de lo que dijo Dolina, que
los padres no aconsejan a sus hijos diciéndoles cosas como: “mire, hijo, su
padre quiere transmitirle que existe algo llamado masturbación, vívelo sin
culpa”, no sólo tuvo la culpa de ese vicio solitario sino de la literatura,
cuando me dijo: “mira, hijo, su padre quiere transmitirle que existe algo
llamado literatura, toma este libro de Fernando Sabater, Ética para Amador, y este otro, Una
sombra ya pronto serás, de Osvaldo Soriano, y después me cuenta”. Al tiempo
también me dijo: “mire, hijo, nunca nadie me regaló nada, tendrás que trabajar
duro”, pero ese vicio no caló tan hondo, y finalmente me advirtió: “mira, hijo
querido, disfruta de la literatura, pero no se le vaya a ocurrir intentar con
la escritura, o te cagarás de hambre, boludo”; se ve que no he sido un buen
aprendiz.
Esteeee, y
bueno, después los autores que seguí leyendo en “esos comienzos” son bastante
atípicos: Borges y Cortázar. Pienso que algún día serán reconocidos, y yo podré
jactarme de haberlos descubierto.
Pero mis
influencias no vienen por ese lado, ni por otros autores, sino por el Cometa
Halley, que pasó muy cerca de La Tierra el 15 de diciembre de 1986, mientras
reventaba la piñata como ritual festivo por mis seis años de vida recién
cumplidos. Luego de ese numinoso acontecimiento celestial, decidí escribir una
historia sobre un hombrecito que viajaba en un cometa, pero decidí no
publicarla para que no me acusen de plagiar a El principito. El Halley volverá a pasar en el 2062, ahí voy a
dejar de escribir (si estoy vivo). En fin, todo lo que soy se lo debo al Cometa
Halley, y a los consejos de mi padre.
Puede que suene exagerado, pero yo creo que si no escribo
me muero, una muerte simbólica, por supuesto (aunque no puedo descartar un paro
cardíaco). Muerte de aburrimiento, de impotencia, de inexpresión, de falta de
riesgo y gesto creativo. No escribir implicaría aceptar las reglas del mundo
tal cual nos vienen impuestas, y si bien las acepto en un 70%, un 20% es
justamente para desafiarlas, transgredirlas, o simplemente jugar con ellas a
través de la escritura, me reservo un 10% para otras alternativas. Hay quienes
elegirán otro camino para esa empresa (la política, o el alpinismo, por
ejemplo), o bien aceptar el margen de felicidad que te dejan las reglas de este
juego perverso de la vida humana que te otorga la facultad de ser conciente de
que vamos a morir pero no te dice cuándo, cómo, ni qué hay “después”. ¡Cómo no
voy a necesitar escribir!, si ya el capítulo primero de la vida es ese… El
punto es que es bueno saberlo…, saber que si no escribo me muero, es una
ventaja, paradójica, porque no tengo muchas alternativas (o quizás algún día me
presente a elecciones para presidente o Dalai Lama).
3. ¿Cómo es el proceso de tu escritura? Desde que aparece y se atrapa la idea o la imagen inicial ¿Algún momento en particular del día, estado de ánimo? ¿Música o silencio? ¿Qué sensaciones, qué temas te impulsan a escribir?
Silencio, absoluto en lo
posible, a pesar de que rara vez eso es posible, aunque más no sea por el
ruidito del teclado (hace años que ya no escribo a mano, he perdido esa
habilidad ancestral) o por el intermitente griterío de la calle que entra por
mi ventana (en este mismo momento estoy escuchando cánticos y silbidos, y son
las 3 am: ¿inadaptados o cultura popular nocturna?). Esto si se trata de la
escritura. Si se trata de la idea también, puesto que para conciliar el sueño
es conveniente estar en silencio, absoluto en lo posible, a pesar de que rara
vez eso es posible, aunque más no sea por el sonido del ventilador en verano, y
en invierno (para tapar el intermitente griterío de la calle que entra por mi
ventana). Y es que las ideas me surgen involuntariamente en ese momento de
transición entre la vigilia y el sueño, transición que no llega a destino, que
es interrumpida por las ideas, si es que siento que las mismas “florecen” (que
se vuelven incontrolables), y ahí me obligo a dejarlas fluir mientras voy
recolectando la voluntad de levantarme para ir a escribirlas. Esto ya es,
después de algunos años, ni más ni menos que un ritual —un ritual de pasaje, dirían los antropólogos— que voy asumiendo como
inevitable, obligatorio, en el que soy aprendiz y mi propio gurú, mi materia
prima y artesano de mí. No es que durante el día no me surjan algunas ideas
posibles de ser escritas, pero la vorágine del trabajo y la inercia de la
rutina me impiden generar las condiciones para el ritual. Sólo la noche es
mágica para mí, sólo la noche lo es, en verdad, por su calma y soledad.
Y qué puede derivarse de esa
contracara de la diurna rutina, sino “pasarle el cepillo a contrapelo a la
historia”, diría Walter Benjamin, la Historia y la story, lo cotidiano, o sea,
invertir y hacer estallar en lo posible el régimen vigilante de la vigilia,
para parodiarlo y, paradójicamente, entenderlo, o entenderlo desde otro lado
(no necesariamente oscuro, aunque sea de noche).
El proceso de corrección me
coloca en cierta ambigüedad, o inestabilidad mejor dicho, porque por un lado,
es un universo diferente al de la creación. El proceso de construcción creativa
es lo fascinante del hecho de escribir y, en los mejores momentos, ese fluir casi
automático de lo que se escribe, que te hace sentir que uno sólo es un medio
para la historia que está contando, como si alguien te estuviera dictando qué y
cómo escribir, el inconsciente desde el punto de vista de la creación
surrealista. Cuando esto es así, cuando la historia ya está cocinada, escrita,
el margen que queda para la tarea de corrección es sólo una cuestión técnica,
fría, que si me dieran la oportunidad se la daría a otro para que la realice.
Sin embargo, de tanto en tanto ese momento puede tener otro rendimiento, otra
función, justamente creativa. Pero acá no termina la ambigüedad, o la sensación
de inestabilidad, porque cuando eso sucede el proceso de corrección abre
caminos antes invisibilizados, y ahí surgen los problemas, los dilemas, es el
momento de las decisiones, ir para acá o ir para allá, quitar, agregar o dejar,
cada una de estas opciones lleva a lugares sin retorno. Insisto, vivo esos
momentos con mucha tensión e inestabilidad, cuando no inseguridad. Pero hay que
atravesarlo para terminar la historia. Después “se agradece” el haberlo
transitado, o se putea por haber tomado el camino equivocado. Sólo algunos
trucos me salvan de esa perversa dialéctica, pero esto ya sería parte de otra
respuesta.
Mis personajes ya están
construidos de antemano al momento de iniciar la escritura, lo único que hago
es materializarlos, darles vida y hacerlos sentir, decir, hacer y vivir cosas,
o sea, manipularlos, o mejor, manipular su materia prima, su carácter. Generalmente
creo que hago eso, o quizás me sienta a gusto cuando eso sucede. Al contrario,
cuando tengo que andar pensando demasiado cómo es un personaje, suele ser signo
de un personaje mal definido. Todo esto tiene que ver con que mis personajes
suelen ser el reflejo exagerado y/o paródico de, como dijo mi amigo escritor
Martín Oremor (quien prologó mi libro de cuentos de manera maravillosa) “alguien
que hemos conocido o que tal vez somos”. Pero ahí no acaba el trabajo, pues se
trata de potenciarle sus rasgos, aumentarle su campo de acción, ¡llevarlo hasta
el borde de sus propias posibilidades! Esto no significa que, necesariamente,
sean personajes sometidos a operaciones barrocas de escritura, bien puede
lograrse una hiper-caracterización (bien definida) con sólo dos o tres
pinceladas. Tampoco significa que sean personajes “coherentes”, muy por el
contrario, suelo hacerlos estallar, derrapar de su itinerario previsto. El
desafío de todo esto es volverlos verosímiles en las historias, verosímiles en
contextos de inverosimilitud, si es que se trata de apuestas descabelladas,
como me suele gustar. Por lo tanto, el punto está en la historia, en la
situación, en el conflicto, ese es el disparador de mi escritura, no los
personajes, es decir, sería así: para que suceda tal o cual cosa es necesario
tener a disposición tal o cual tipo de personaje.
En este momento estoy leyendo La presa de Kenzaburo Oé, hace un
tiempito leí El que tiene sed de
Abelardo Castillo (tremendo), Los
pichiciegos de Fogwill, y más recientemente leí dos autores locales y una
adyacente porteña: Interferencias de
Gonzalo Viñao, Hasta las seis hay tiempo
de Carolina Bugnone y Ball Boy. Tragedia
en polvo de ladrillo, de Tatiana Goransky. Todo muy bueno y recomendable.
Cuando empecé a leer hace unos
meses atrás las primeras treinta páginas de Triste,
solitario y final de Osvaldo Soriano, pensé que iba a tener orgasmos
múltiples (de risa), pero poco a poco la historia se fue enredando en episodios
que no me despertaban demasiado interés; está muy bien escrito, por supuesto,
pero me esperaba otra cosa, por la temática y sobre todo porque es Soriano; quizás
mi sorpresa sea por un efecto no deseado de la crítica y el mercado editorial,
que te venden la gloria y el cielo de antemano, ante lo que concluyo: no hay
garantías hasta que se lee, por más de que se trate de un Soriano.
A la inversa, ningún libro me sorprendió para bien, supongo por la
misma razón: la crítica y el mercado editorial no suelen comentar o publicar
libros diciendo que son malos o aburridos, ¿se imaginan?: “La presente obra es
un embole, no pierda el tiempo leyéndola, vaya mejor a cenar a fuera con el
valor de este libro”, Roberto Goya, El
País. Entonces, un libro puede sorprender para mal, pero rara vez para
bien. La excepción que confirma la regla es El
dueño de Majul y la crítica devastadora de Víctor Hugo Morales, ¿alguien
vio algo semejante a ese bochornoso acontecimiento?
Hay un problema existencial
que suele estar muy presente en mis escritos de ficción, y que tiene que ver
con el funcionamiento del hombre en su medio social y cultural (de la época que
sea), donde se juega la tensión entre un orden moral y normativo y sus
posibilidades de alcanzarlo o sus deseos de transgredirlo, entre “el deber ser”
y “lo que se puede ser”. Nadie escapa a esa dialéctica, a esa encrucijada, y
pareciera ser que el hombre siempre está incompleto, sea que alcance la norma
prescrita (“rechazando” lo que deja fuera de la norma) o que no la alcance
(quedando fuera de la norma). Si no mal recuerdo, Oscar Wilde decía algo así
como que el hombre queda vacío tanto cuando alcanza una meta como cuando no lo
hace, Kirkegaard nos habla de la angustia en esa clave, Freud derivó efectos
psicológicos y conductuales de este dilema, James Scott (un antropólogo) nos
habla de aceptación pública de la norma y de su resistencia en privado, y así, cualquiera
que pretenda reflexionar sobre la vida en sociedad tiene que pasar por esto,
por eso digo que es un problema existencial, trasciende el tiempo, el espacio y
las corrientes de pensamiento, está presente en la filosofía, el psicoanálisis,
la antropología, la sociología, y también en la literatura. En mis escritos de
ficción este problema aparece traducido —generalmente de manera inconsciente—
en su versión contemporánea del péndulo entre el éxito y el fracaso, siendo su
marco el de una sociedad exitista que vende imágenes míticas de seres exitosos:
¡como si sobresalir o la fama fueran a acallar la angustia existencial! Esta
versión actual del problema parece ser la más trivial de la historia, pues como
decía Umberto Eco, el ideal contemporáneo ya no es asemejarse a la imagen
perfecta de un dios, o proyectar una sociedad utópica mediante algún ideal
político (agrego yo), sino aparecer cinco segundos en televisión.
Ahora bien, ese problema
existencial, trascendental y atemporal, aparece en mis escritos de ficción
revestido por selecciones temáticas que son las que evidentemente me han
inquietado, venga entonces una listita elaborada por Martín Oremor para el
prólogo de mi libro de cuentos El negocio
del siglo: relaciones tóxicas, flexibilización laboral, chauvinismo, las
Malvinas, sexo, nazismo, piqueteros, violencia de género, globalización,
mercado, imperialismo cultural, simbologías fálicas, los años noventa, el
comunismo.
8. En nuestra ciudad, el mar, la costa, el borde ¿Crees que hay una identidad entre autores que comparten un espacio en común? ¿Cómo es tu historia y relación con Mar del Plata? ¿Cuál es tu lugar preferido en la ciudad?
8. En nuestra ciudad, el mar, la costa, el borde ¿Crees que hay una identidad entre autores que comparten un espacio en común? ¿Cómo es tu historia y relación con Mar del Plata? ¿Cuál es tu lugar preferido en la ciudad?
Respondo simplemente desde una
percepción individual que sólo puede ser parcial y fragmentaria. Soy
antropólogo y para hablar de identidad tengo que tener muchos elementos, la
identidad es un aspecto clave del conocimiento antropológico, en este sentido,
para afirmar que un grupo tiene una identidad en común habría que conocer con
cierta profundidad la subjetividad y las prácticas de ese conjunto de personas,
como para poder decir “estos son los
escritores marplatenses”, “vean sus escritos y se darán cuenta de que son
escritores marplatenses, que hay una literatura marplatense”. Dudo mucho que
exista ese nivel de “organicidad”, de consistencia identitaria (en la
subjetividad y en la escritura). Ahora bien, mi percepción o mi intuición me
dice que en estos últimos años ha surgido una generación de escritores, y muy
buenos, que se imaginan a sí mismos produciendo su literatura desde Mar del
Plata, que para ser escritores no les resulta necesario ni atractivo mudarse a
Buenos Aires o a París (o imaginarse esa mudanza en términos culturales), que
Mar del Plata contiene el combustible social, cultural y urbano suficiente para
poder ser escritor. Si mi intuición es correcta, y esa lógica prospera, quizás
en un tiempo podamos llegar a afirmar que hay una literatura marplatense, de
escritores identificados especialmente con la ciudad. Que de manera
intermitente aparezcan escenarios y situaciones locales podría ser una prueba
de ello.
En mi caso, sin proponérmelo,
me doy cuenta de que en mi escritura subyacen esos registros, tanto como
registros de la gran ciudad (Buenos Aires). Por eso mi lugar preferido de Mar
del Plata es Buenos Aires, y cuando voy a Buenos Aires mi lugar preferido es
Mar del Plata. Se que suena raro, pero es producto de un imaginario literario y
cultural de convivencia, de interdependencia, que dudo mucho que pueda llegar a
escindirse totalmente.
9. ¿Cómo ves la literatura actual, a nivel local, nacional? ¿Algún autor para recomendar?
9. ¿Cómo ves la literatura actual, a nivel local, nacional? ¿Algún autor para recomendar?
Me desborda un poco la
pregunta, porque la producción de literatura nacional es desbordante,
vastísima. Marche una tesis de doctorado en literatura nacional, que las debe
haber, pero no creo que tan exhaustiva. Sí me permito decir que me ha gustado
leer a algunos jóvenes escritores que son muy reconocidos, como Fabián Casas y
Hernán Ronsino. La descomposición, de
Ronsino, me pareció de una escritura exquisita.
A nivel local, como dije
antes, veo que en los últimos años han surgido numerosos escritores, y muy
buenos. A varios de ellos los vengo leyendo, pero como la lista es larga,
prefiero no puntualizar. Sí me permito decir que me encantaría que Tomás París
escribiera más cuentos como los de Cuentos
precoces (para leer una tarde de lunes con resaca).
También veo con entusiasmo los
lazos que se están generando entre esa amplia lista de escritores locales, en
encuentros como Psicofango y otros.
Eso nos saca del ostracismo al que veníamos acostumbrados, y conocer y leer a
otros escritores siempre estimula.
No es por reproducir un cliché
farandulero que me enerva (por lo hipócrita), pero los sucesos personales que
influyeron en mi escritura me los reservo, no merecen ser publicados. En cuanto
a los factores externos (sociales), creo que claramente ha influido en mi
escritura lo que podría sintetizarse como “la década del noventa”. Esa década condensa
un montón de significados, prácticas y valores, con los que transité mi
adolescencia, y sobre los cuales me fui volviendo bastante crítico en su decurso,
reafirmando esa crítica a partir de su contrastante, es decir, la década
subsiguiente que se inaugura con la recuperación de la política y la
credibilidad en valores colectivos, y no del “sálvese quien pueda” que nos legó
el neoliberalismo en su versión más perversa y tilinga: el menemismo. A
propósito de esto, tengo algunas obras de teatro inéditas que detrás del humor
y de lo desopilante esconden una crítica al menemismo. Pero la relación no es
tan directa como parece. De un modo subrepticio, esa década dejó una huella en
mi escritura, no sólo en ciertas preocupaciones temáticas (como la
flexibilización laboral, el movimiento piquetero, el individualismo, etc.) sino
también desde una dimensión más cultural que social, relacionada con mecanismos
culturales más profundos donde esas recetas neoliberales operaban, básicamente
la producción de identidades múltiples, híbridas, inestables, que Fredric
Jameson interpreta como “posmodernidad” o “lógica cultural del capitalismo tardío”,
donde no sólo se venden mercancías, sino símbolos, identidades, maneras de ser,
y cuyo soporte son las nuevas tecnologías de comunicación. Esas
transformaciones culturales han impactado hasta en las maneras de experimentar
la temporalidad, mucho más fugaz que en la modernidad. Pues bien, en absoluto
de manera conciente, pero estos aspectos nutrieron mi escritura de ficción (y
de no ficción: mis ensayos), algo que logré ver mejor a la distancia, desde
ciertos contrastes sociales. Dicho más concretamente, los personajes de mis cuentos
y obras teatrales experimentan crudamente la posmodernidad, a la vez que la
escritura en sí misma es atravesada por esa lógica, volviéndola vertiginosa,
breve, fugaz y caótica en cuanto a la volatilidad de significados sin claros
referentes: ¡posmoderna! Me intriga saber si la década subsiguiente (que
algunos llamarán “ganada” y otros “perdida”) tendrá influencia en mis maneras
de escribir, en lo que vengo escribiendo (que todavía no puedo evaluar por
falta de distancia), más allá de mis inclinaciones políticas y de los posibles
recortes temáticos que vaya haciendo.
En mi libro cuentos El negocio del siglo, claramente “sin
aire por haber corrido el bondi”. Como decía en la respuesta anterior, es una
escritura veloz, vertiginosa, donde suelen suceder cosas sin mucho anuncio, o
sea, cambios abruptos sin previo aviso. Los diálogos están intercalados en
medio de la narración, separados apenas por comas, provocándole al cuento un
efecto dinámico antes que parsimonioso. Sin embargo, eso no significa que no
haya una intención de sugerir reflexiones, pero las mismas deberían surgir
luego de varios minutos de finalizada la lectura, al modo de recomposición tras
un shock, idealmente de risa. De
manera que si desde lo formal serían más posmodernos —con una musicalidad
híbrida y algo caótica— mis cuentos no dejan de ser modernos por la
intencionalidad de transmitir un significado, si no cerrado y exacto, bastante
orientado. Luego de atravesar la lectura —experimentando lo desopilante, lo
absurdo, el humor en general— debería aparecer el momento para respirar y
pensar.
Cuando publiqué El negocio del siglo y Paola Galano me
entrevistó para el suplemento de cultura del diario La Capital, me hizo una
pregunta que en el momento me sorprendió pero que con el tiempo me di cuenta de
que había sido una perspicaz observación: me decía si mis cuentos no eran
fundamentalmente urbanos. Como yo estaba más embarullado con el sentido de mis
cuentos (si humorísticos, si sociales, absurdos, etc.), o con la dimensión
temática, no visualicé ese interesante aspecto, que el escenario privilegiado
de mis cuentos era la ciudad, cosas que suceden en la ciudad, y que
efectivamente conformaron un repertorio de “símbolos materiales”, entre los que
podría enumerar: basurales, torres, cárceles, manicomios, negocios (desde venta
de panchos hasta armerías), cabarets, cementerios, playas, automóviles (Ford
Fiesta preferentemente), hasta objetos más diminutos como teléfonos celulares,
lámparas, linternas, corpiños (mención especial, junto a su contenido), armas y
narcóticos (legales e ilegales). Esto desde el punto de vista del
“revestimiento material” de los cuentos, pero si tuviera que señalar la
dimensión temática la lista de símbolos sería más heterogénea, otra vez,
siguiendo el detector de Martín Oremor en el prólogo: relaciones tóxicas, flexibilización
laboral, chauvinismo, las Malvinas, sexo, nazismo, piqueteros, violencia de
género, globalización, mercado, imperialismo cultural, simbologías fálicas, los
años noventa, el comunismo. Estas preocupaciones temáticas devienen
evidentemente de mi trabajo como historiador, antropólogo social y sociólogo de
la cultura. No es que haya que estudiar ciencias sociales para escribir sobre
estos temas, en absoluto, pero en mi caso me resultan familiares.
13. Alrededor del escritor se construye cierta atmosfera mística, hay quienes se salvan, quienes se alimentan, quienes mueren, quienes hacen de ello algo cotidiano o algo extraordinario. Étiemble sostenía que el placer poético podía tener un origen fisiológico, de índole muscular y respiratorio (volviendo a la respiración) siendo una manera de unirnos al mundo, participando del ritmo universal. ¿Qué lugar tiene la escritura en tu vida? ¿Qué es lo que buscás/encontrás en ella? ¿Qué es para vos, desde tu cuerpo en relación al mundo?
Mi ambición es algo más
modesta que participar del ritmo universal, aunque reconozco que me tienta. Se
trata antes que nada de comunicar pensamientos, invenciones, sensaciones,
reflexiones y experiencias. Y que las mismas sean una pincelada más del cuadro
social y cultural en el que vivimos; si eso trasciende ya no me hago cargo.
Ahora, traducido esto a mi experiencia corporal, es más bien negativa: una
lucha empedernida contra los dolores de espalda, las contracturas y la
irritación de mis ojos.
14. Un tema, banda, disco o lo que gustes para dejarnos con algo de tu obra al pie de la entrevista…
14. Un tema, banda, disco o lo que gustes para dejarnos con algo de tu obra al pie de la entrevista…
Sí, cómo no. El video clip
“Around the World”, de Duft Punk;
además de su música futurista, tiene una escenografía y una coreografía
sensacional, digna de ser imitada en cualquier boliche.
http://www.youtube.com/watch?v=s9MszVE7aR4
15. ¿Madera, fuego, tierra, metal o agua?
Polvo, hielo, dióxido de carbono
y amoníaco, como la composición del Cometa Halley.
Sistematitis
(o de la crítica involuntaria al estructuralismo)
Guido Vespucci
Marzo de 2004
ÚNICO
ACTO:
Viernes 19: 30 de la tarde,
Rómulo y Remo salen del trabajo y se dirigen hacia el bar del viejo Cicerón.
Rómulo pide un Martini con limón, Remo una fanta pomelo y un sándwich de
salame. El bar está poco concurrido, como de costumbre.
Rómulo:
(entre bostezos) Estoy cansado pero
contento.
Remo:
¿Por?
Rómulo:
Porque los viernes es como si se me acumulara de golpe todo el ácido láctico
que fui juntando en la semana mediante cada uno de mis movimientos, y entonces
los músculos ya no me responden, es como si la mitad de mi cuerpo dejara de ser
mío, o sea que otro lo está manejando por mí, me siento un títere. Además noto
que la sangre que corre por mis arterias está fatigada, y la que corre por mis
venas también, de modo que mi sistema circulatorio se aleja de lo que...
Remo: (interrumpe decidido y tranquilo) No,
¡por qué estás contento! Lo del
cansancio me lo repetís todos los viernes.
Rómulo:
Tranquilo Remo, ya te iba a contestar después de que terminara con lo del
cansancio. Además no lo digo todos
los viernes, lo digo casi todos los
viernes, porque algunos caen feriado y no laburo.
Remo: (frunciendo el seño) Está bien, pero no
me digas tranquilizate porque me intranquiliza.
Rómulo:
Intra ¿qué?
Remo:
nquiliza
Rómulo:
Ah…
Remo:
Aprovecho para preguntarte, de paso, algo que siempre me queda en el tintero
cuando me respondés lo que no te pregunto: ¿Qué es el ácido láctico?
Rómulo:
Es un ácido que tenemos todos los humanos.
Remo:
Perfecto. Y decime, ¿tiene algo que ver con la vía láctea?
Rómulo:
Indirectamente, sólo indirectamente...
Remo:
¿Son… parecidos entonces?
Rómulo:
Concomitantes, analógicos, parientes, sí, algo de eso hay Rómulo.
Remo: (piensa y responde) ¿Como nosotros?
Rómulo: (sorprendido) Cómo, como nosotros...
Remo:
Nosotros somos gemelos, ¿o no?, Remo.
Rómulo:
Pará, vos sos Remo.
Remo:
¡Chocolate por la noticia!, y vos sos Rómulo.
Rómulo:
¿Y por qué me llamás Remo entonces?
Remo:
Porque vos me llamaste Rómulo a mí.
Rómulo:
¿Si?
Remo:
Sí, debe ser porque estás cansado, se te debe haber acumulado el ácido láctico
de golpe que fuiste juntando en la semana a través de todos tus movimientos.
Rómulo:
Tal vez no haya sido eso, o tal vez sí, porque que me muevo… me muevo, hoy por
hoy no es joda ser cartero en bicicleta… las distancias han aumentado.
Remo:
Sí, no es lo mismo ir del Partenón al Coliseo que del Obelisco al estadio de
Vélez… Pero la confusión de nombres quizás venga porque somos concomitantes, y
es prácticamente lo mismo que me llames Remo o Rómulo.
Rómulo: (pensativo)
Remo:
¿En qué pensás?
Rómulo: (rascándose la cabeza) Te iba a decir
algo pero no me acuerdo....
Remo:
Fui a pagar el gas eh, si es eso...
Rómulo:
Ahí está, no exactamente el gas sino algo concomitante: el ácido láctico.
Remo: (interrumpe) ¿Tiene algo que ver con los
lácteos?
Rómulo:
Por supuesto que sí, Rómulo. La vía láctea tiene una forma inespecífica, como
el sachet de leche.
Remo: ¿Y
el ácido láctico, Rómulo?
Rómulo:
Se me acumula de golpe, a través de cada uno de mis movimientos (se queda pensativo), y sí, sí, es de
andar en la bici, porque otros movimientos así… osados la verdad es que no estoy haciendo, por desgracia, ¿no?
Remo:
¿Estás cansado ahora?
Rómulo:
Sí, pero contento.
Remo:
¿Por?
Rómulo:
Contento porque sí Remo, porque la vida me sonríe (y aclara en seguida levantando el dedo índice de la mano derecha),
perdón, nos sonríe.
Remo:
¿Nos sonríe?
Rómulo:
¡Sí, claro hombre! A ver, de qué te podés quejar. Tenés trabajo hace ocho
meses, un verdadero lujo en estos tiempos noventosos.
Remo:
Sí, tormentosos, me pagan una miseria por levantar esos ladrillos que me
tuercen la espalda, y encima estoy en negro.
Rómulo:
¿Una miseria? ¿A eso le llamás miseria? Miseria los que no tienen nada, los
vagabundos, y vos no sos un vagabundo, vos sos un laburante Remo, ¡un
la-bu-rante, viejo! De qué otra cosa te podés quejar, tenés lo más importante.
Remo:
Sí, puede ser pero sabés lo que sufrí en la colimba, sabés vos cómo me tenían,
de acá para allá, que 40 lagartijas, que
100 de salto rana, guardia al divino pedo porque no hay nada para cuidar ni
nadie con intenciones de atacar. Claro (dice
con expresión irónica) el señor porque no la hizo, acusó ser el primer rey
de Roma y chau, que vayan los giles como yo.
Rómulo:
No puedo creer que un tipo tan inteligente como vos ofrezca tan pobre
argumento. Primero, tendrías que estar agradecido, el servicio militar te dio
disciplina, o por qué crees que no estás en la calle, ¿porque sos lindo? ¡Nooo!
Además de que en realidad sos bien feo, se trata de otra cosa, es porque sabés
cumplir órdenes, aceptar reglas, requisito ipso facto para cualquier
trabajador serio.
Remo: (piensa) ¿Ipso facto? ¿No es sine
qua non?
Rómulo:
Sí, es prácticamente lo mismo (se queda
unos segundos pensando y agrega) ¿no te enteraste de la revolución
lingüística que hubo?
Remo: ¿A
dónde? ¿Acá en Sargentina?
Rómulo:
¡No animal! En el mundo, el mundo entero está conmovido, y vos no lees los
diarios por lo que veo. Resulta que ahora descubrieron que una palabra no
significa nada en sí misma, cualquier palabra sola no te dice nada si no está
en un contexto significante que le otorgue sentido, de ahí que tengas significado
y significante, ¿entendés Remo?, es como un sistema, o un sistema mismo.
Remo: (desencajado) Ah, yo ni enterado del
asunto… Che, ¿y cómo sabés que es así, cómo sabés que eso es verdad?
Rómulo:
Porque sí Remo, ¡porque todo es un sistema!
Remo: (compenetrado) ¡Claro! La corrupción
funciona así, ¿no?
Rómulo:
Exacto: la corrupción es un sistema que tiene inercia propia, no depende de
quién esté, te chupa como una sanguijuela, seas quién seas.
Remo:
Incluso el Dios Marte podría haber caído en....
Rómulo: (cortando súbitamente el entusiasmo
generado) ¡¡Nooo!!! ¡No seas insolente con tu propio padre, pero por favor
querido, medí tus palabras!
Remo: ¿Y
la revolución lingüística? (mueve la
cabeza hacia arriba con gesto desafiante) La aplicás cuando te conviene (y continúa con decisión), en este caso
el Dios Marte no es nuestro padre, es otro contexto, otro sistema.
Rómulo: (levanta el dedo índice y va a decir algo
pero luego hace una pequeña pausa y se queda moviendo la cabeza en forma
afirmativa) Tenés razón Remo, tenés razón, y soy un hipócrita, un verdadero
canalla, así no merezco tu respeto.
Remo:
No, esperá, qué decís, sí que te respeto, bah, a veces… no, no, pero… al menos
eso dejame decidirlo a mí.
Rómulo: (lamentándose fastidiado) Pero es que te
enseño cosas y después… y después no te dejo aplicarlas, eso es injusto, muy
injusto. Me siento mal, un fracasado como hermano por segundos mayor (se recompone, recobra la lucidez y agrega
enfáticamente) Además, ¡claro!, siempre es así, con Cristo pasa lo mismo,
porque no siempre es el hijo de Dios, esa es la postura de la Iglesia Católica,
que condenó como herejías a todas las alternativas de esa creencia… (decidido) así, tenemos que el
gnosticismo sirio de Saturnilio mantuvo que sólo hubo un Padre, totalmente
desconocido, quien al venir al mundo como Salvador, es un salvador increado,
incorpóreo e informe. Sólo su apariencia (Jesús de Nazaret), es humana. ¿Por
qué?, para que los demás humanos puedan reconocerle. Basílides y los gnósticos
egipcianos propusieron que el Padre jamás había nacido y nunca tuvo nombre.
Cristo sólo fue una partícula de la mente del Padre. El patripasianismo
monarquianista deriva su fascinante nombre de la creencia en que Dios es uno e
indivisible. El Padre se introdujo en el cuerpo de María, nació de ella y
sufrió y murió en la cruz. Los hombres, de este modo en realidad crucificaron a
Dios Padre. Los sabelianos juraron que Padre, Hijo y Espíritu Santo son el
mismo Ser: un Dios único con tres manifestaciones temporales diferentes. Los
apolinarios dualistas defendieron la existencia de dos Hijos, uno procreado por
Dios el Padre y el otro por María la Mujer. El nestorianismo llevó aún más lejos esta
teoría de la doble personalidad. Jesucristo es realmente dos personas, uno, el
Hombre, y otro el Verbo. Debemos distinguir entre las acciones del Hombre Jesús
y las palabras del Dios Cristo. Finalmente, los más influyentes de todos los
herejes, los arrianos, consideraban al Hijo como mera afluencia, proyección o
co-increación del Dios Padre, derivada de la sustancia de éste.
Remo: (hace una mueca para restarle importancia al
comentario de Rómulo). Sí, está bien eso, pero yo no le doy bola, en
“Ayúdate a ti mismo” dice que uno es su propio dios, y prefiero creer en eso porque…
Rómulo: (interrumpe) No Remo, pará, bajá un
cambio macho, vos deberías seguir nuestras raíces politeístas, los dilemas
dejalos para los intelectuales… como yo, además no es conveniente salirse del
camino.
Remo:
¡Pero si todos los caminos conducen a Roma!
Rómulo:
Sí, la verdad es que a veces digo para qué mierda la habremos fundado.
Remo: No
sé, pero acá el primer rey de Roma fuiste vos.
Rómulo:
Suena a factura, pero eso ya te lo expliqué mil veces… eras menor…
Remo:
¿De edad? Cómo voy a ser menor de edad si somos gemelos, nacimos…
Rómulo: (interrumpe decidido) Intelectualmente,
menor intelectualmente, Remo. Pero ojo, sin tu colaboración no hubiéramos
construido Roma.
Remo:
Ah, ¡gracias por lo que me toca en esta historia!, pero bueno, ahora ya está, la
cagada ya está hecha, hay que mirar para adelante Rómulo.
Rómulo:
Sí ya sé, pero miro unos siglos para atrás y me pregunto cómo se nos pudo ir
tan al carajo.
Remo: Y…
se generó un sistema…
Rómulo:
Sí, ¡pero imperialista!
Remo:
Por eso, no es culpa nuestra.
Rómulo:
No, claro, del sistema…
Remo:
Sí, y con las creencias lo mismo, en el fondo se trata de creer en algún
sistema… superior ¿No?
Rómulo:
Supongo, y volviendo a ese tema, me hiciste acordar que incluso unos
estalinistas amigos de la adolescencia —esa etapa en que más que adolecer de
realismo te vas para el lado del realismo berreta, por eso si después de los 28
seguís siendo estalinista ya pasás a ser tarado, al menos eso decía un médico
amigo de mamá Loba al que le decían el hombre-oso.
Remo: (tratando de comprender) Parecido a
Lombroso, el de los asesinos orejudos. ¿No?
Rómulo:
Sí, este es el de los adultos pelotudos. Bueno, esos estalinistas me dijeron
que hay una versión no publicada de la Biblia en la que dice que Cristo era un farsante,
que laburaba para el Imperio Romano y que...
Remo: (interrumpe) ¿No vas a decir de qué
edición se trata, como solía hacer Borges? Perdés credibilidad si no… (dice con aire de superado).
Rómulo:
En primer lugar ese no es tu papel Remo, vos sos el que escuhás acá, y yo el
que doy los sermones y demuestro erudición; y en segundo lugar, Borges es
Borges y yo soy yo, él hace ficción, yo
en cambio voy siempre con la verdad, no me gusta engrupir gratis a nadie. Y
además, a ver si todavía me quedo ciego por copiarlo.
Remo:
Eso no sería nada Rómulo, peor sería que te publicasen cosas que no quieras, y
que tu jermu lucre en La Tierra con tus inseguridades mientras vos la miras
desde arriba decepcionado. Además no te preocupes si te llegás a quedar ciego,
yo estaría dispuesto a leerte el diario todas las mañanas.
Rómulo:
¡Pero si apenas sabés el abecedario Remo!
Remo: (con odio contesta) ¡Sos cruel como una
rata neoliberal! Nunca es tarde para aprender, eso me lo dijiste vos, Rómulo.
Rómulo:
Está bien, pero volvamos a lo nuestro.
Remo:
¿En qué verga estábamos...?
Rómulo: (dice mientras trata de recordar tomándose
el mentón con dos dedos) En qué estábamos, en qué estábamos... (levantando la mirada y sonriendo)
¡Estábamos con lo del servicio militar!
Remo: (exaltado) ¡Cierto! Te decía que sufrí
como perro en ese lugar, y que me parece tan tan al pedo como masturbar a un
muerto…
Rómulo:
¡Ep! Esa frase no es tuya, tenés más o menos un repertorio de 10 ideas y 40
palabras, y esa nunca la escuché.
Remo: Es
cierto, es cierto, la decía un amigo mío en el jardín de infantes…
Rómulo:
¡Precoz el guacho!
Remo:
Síí, un hijo e puta... (y se hecha a reír
mientras recuerda, luego agrega entre risas). Las maestras se preguntaban
cómo un nene de cuatro años podía tener tanta sabiduría, sabía incluso que si
le entrás en perrito a las minas no les podés chupar bien las tetas…
Rómulo: (una pausa y declara) ¡Se trata ni más
ni menos que de la arbitrariedad del signo
Remo!
La lengua es un conjunto de articulaciones, de límites que introducen
discontinuidad en la masa de las realizaciones fónicas y en la masa de las
significaciones.
Remo: Y
por eso Fabiancito dibujaba a las maestras con una teta en la espalda, je je je
j aja jaj jo ja ja….
Rómulo: Es
decir, nada definido, estable o fijo preexiste a las operaciones de la lengua:
pensamiento y sonido son, antes de su mediación, dos masas amorfas.
Remo: Y
también decía: “vengan que me hice pis”, para que lo toquetién un rato y
cagarse de risa con los compañeritos...
Rómulo: (zamarreándole del brazo) ¡Pero me estás
escuchando lo que te digo!
Remo:
Sí, que es la lengua la que permite que un hablante categorice una entidad
fónica particular como tal o cual entidad significante y una entidad conceptual
como tal o cual entidad significada; y estas categorizaciones no se deben a
ninguna razón intrínseca a la naturaleza de la sustancia fónico acústica o
conceptual (se queda con gesto de auto
sorpresa)
Rómulo: (lo mira estupefacto pero continúa). Por
eso la lengua es un sistema de valores puros en el que la identidad de cada
unidad sólo deriva de su oposición a las demás unidades del sistema. ¡El
lenguaje es un sistema! (se queda
satisfecho).
Remo: (súbitamente agrega) ¡Pero claro que es
un sistema! ¡Todo es un sistema: la corrupción, el sistema solar… el…
Rómulo:
Sistema capitalista, el sistema…
Remo:
¡Binario! El sistema…
Rómulo:
De ballotage... todo, todo lo que se te pueda ocurrir, lo primero que se te
cruce, es un sistema, seguro que es un sistema.
Remo:
Síííí, ni hablar.... (enumerando con los
dedos) el sistema respiratorio, el…
Rómulo:
Sistema de Tandilia.
Remo:
Los sistemas de alarma.
Rómulo:
La policía.
Remo: (relajado) Sííí, la policía, obvio.
Rómulo:
Y el sistema judicial también...
Remo: (asiente con la cabeza) Y el terrorismo.
Rómulo:
El narcotráfico…
Remo: El
gobierno.
Rómulo:
La re-li-¡gión!
Remo: (se desespera) El, el, el ¡fundalismo!
Rómulo:
Fundamentalismo, sí.
Remo:
También.
Rómulo:
La estética.
Remo:
¿También?
Rómulo:
Claro, la belleza y la fealdad son convenciones sistémicas, vos sos feo y yo
soy lindo, pero tal vez mañana, en otro sistema vos seas el lindo y yo el feo,
igual en este yo salí ganando (se
regocija en su conclusión mirándose a un espejo de mano)
Remo: (Remo lo mira y agrega) ¡¿Cómo hacés
para ser tan lindo?!
Rómulo: (gesto de obviedad)
Remo:
Claro, claro, el sistema…
Rómulo: (se sorprende) Nooo, ¡ma qué sistema! yo
soy lindo por naturaleza.
Remo:
¿Pero cómo? no era que… no dijiste que… ¡te estás contradiciendo!
Rómulo:
Pero por naturalezaaa… en tanto sistema.
Remo:
Ahhhh (se queda pensativo), pero
entonces por el sistema…
Rómulo:
De una belleza sistemáticamente natural.
Remo:
Pero por el sistema.
Rómulo:
Sí, naturalmente bello.
Remo:
Sí, ya, pero gracias a que este sistema…
Rómulo: (afirma con la cabeza) Me dotó
naturalmente con esta belleza.
Remo: (fastidiado, explota) ¡Bueno sí, mierda!
(se recompone por la duda) ¿Y a mí?
Rómulo:
Te dio esas orejotas (se echa a reír)
Remo: (dubitativo) Natu…
Rómulo: Naturalmente
simétricas.
Remo: (confundido) Bueno… entonces no está tan
mal…
Rómulo: (levanta sus hombros)
Remo:
Bien... ¿algún otro ejemplo se te ocurre?
Rómulo:
Sí, claro que sí, el apartheid era un sistema bien aceitado eh...
Remo: (risueño, comienza a erotizarse) Sííí,
bien aceitado…
Rómulo:
Y el racismo todavía lo es....
Remo:
Pero bien aceitado…
Rómulo:
Incluso la xenofobia lo es.
Remo: (erotizado) También, con mucho aceite en
los xenos…
Rómulo:
¡¿Pero en qué mierda estás pensando Remo?!
Remo: (se recompone) Ah, pero… (señala las curvas femeninas) ¿no son un
sistema?
Rómulo:
Nooo, bah, sííí, qué se yo, no sé, pero… el patriarcado es otro ejemplo bien
claro.
Remo:
Sí, que todavía persiste.
Rómulo:
Como la discriminación en general...
Remo:
Como la pobreza.
(pausa)
Rómulo:
Sin embargo... sin embargo... qué bien me siento, estoy tan contento, no me
falta nada.
Remo: Es
verdad, estamos como queremos, porque dicen que primero hay que estar bien uno
mismo para poder ayudar a los demás, y eso ya lo tenemos, así que... no sé, en
algún momento podríamos empezar a hacer algo por alguien, ¿no? (se queda pensativo luego de su inesperada
conclusión).
Rómulo:
Sí.... (dudando) tampoco te voy a
decir que ando diez puntos, tengo algo de alergia, y el otro día me hice pomada
la rodilla, cosa que me jode bastante te diré, me caí de la bici, y no me deja
pisar bien...
Remo:
¿Pero podés pedalear?
Rómulo:
Sí, puedo ahí, voy medio chanfleado pero voy, el tema es que cuando hace frío
se pone difícil, terrible el dolor che...
Remo: Si
vamos al caso yo sufro de migrañas esporádicas, que por más que sean
esporádicas no sabés cuándo te van a venir, entonces me pongo ansioso y, y... y
no me siento entero (expresa
enfáticamente).
Rómulo: (con gesto serio y decidido). No hay que
hacer nada si uno no está entero, primero la enterilidad, después la
solidaridad.
Remo:
Además no te las vas a dar de salvador del universo.... porque...
Rómulo:
Y... esto no es Holywood, viste...
Remo:
No, claro que no, es un sistema.
Rómulo:
Como el sistema penitenciario.
Remo: O
como el sistema motriz.
Rómulo:
Nadie tiene la culpa de nada, todo lo hace el sistema.
Remo:
Que a su vez genera subsistemas para proteger el sistema.
Rómulo:
¡Exacto Remo!
Remo: O
sea, ¿un sistema perfecto?
Rómulo:
Y perverso...
(pequeña pausa)
Remo:
Che Rómulo, a veces me pregunto... ¿quién carajo habrá inventado este sistema
de mierda?
FIN
Nota del autor: En esta obra se utilizan varios pasajes (algunos
textuales) del Curso de lingüística
general de Ferdinand de Saussure, y de la entrada a “Jesús” del libro En esto creo de Carlos Fuentes.
De cómo Leticia perdió el gato
Sí,
increíble Beto, pero cierto. ¿Y la de cómo Leticia perdió el gato te la
conté? Bueno escuchala entonces. El asunto empezó así, yo salía del
local y me estaba yendo a tomar el 73, me acuerdo que esa tarde laburé
como perro, hice más de veinte tatuajes, ¿el mejor? y… el mejor fue, sin
dudas, el de la vagina gigante que tatué en la espalda de un motoquero,
no de corss no boludo, de esos pesados con campera de cuero y pelo
largo, me llevó como nueve horas el dibujito. Y claro que fue difícil,
Beto, fue jodido, pensá que era cuestión de dibujar piel sobre piel, el
tema del color un quilombo, igual me ayudó el hecho de que el tipo era
medio morochón, y además menos mal que me dio una foto, porque acá entre
nosotros Beto, que no salga de acá, pero así de prepo no me acuerdo
bien cómo es una concha, viste, tiene como muchos… sí, eso, vericuetos,
que labio externo, el interno, arriba, abajo, al fondo… qué se yo… ¡ah
perdoná! vos lo sabés de memoria, disculpá, no sabía que eras tan
cogedor, pero sobre todo observador Beto, en realidad curioso
sos, porque a mí polvos no me faltan encima, lo que pasa es que a mí me
cabe con la luz apagada en general. ¿El peor?, perá, perá, lo dejo para
después eso, que te sigo contando lo otro, no me hagás muchas preguntas
Beto porque me voy por las ramas.
Bue,
estoy ahí en la parada esperando, típico, el 73 que se demora, me fumo
uno, me fumo dos, viene el 73, hasta las tetas, obvio, compro el boleto y
encaro para atrás porque estaba insoportable adelante, ahí las viejas
que se amontonan con olor a culo, en fin, lo que ya sabés. Hablando de
culos… mientras me voy para el fondo rozo algún culito que otro, nada
del otro mundo, y llego. Me instalé ahí atriqui como pude, haciendo
equilibrio porque no llegaba a agarrarme bien de ningún caño, pero…
entre el tumulto y la cancha de saber prevenir las frenadas, me las
arreglé para mantenerme parado. La cosa es que ya faltando poco para que
baje, me voy acercando a la puerta y en eso me cuelgo a mirar una luz
medio amarillenta que salía de arriba de un edificio, y por un momento
dudé si no era un OVNI, así por un segundo, viste, porque al toque me di
cuenta de que era una antena, pero me quedé pensando en el asunto, eso
de que dicen que la NASA tiene OVNIS guardados… hay un video… ¿lo
viste?, ese de un marciano al que le hacen… ¿cómo es? me sale autopista…
¡una autopsia! ¡eso! ¿Qué está todo trucado? ¿y vos qué sabés? ¿y si
fuera cierto? vos Beto no cambiás más, pasan los años y seguís siendo el
mismo escético de siempre, eso no te hace bien, creo, si me permitís el
consejo. La cuestión es que se ve que eso me distrajo, porque de
repente el bondi se pega una frenada bárbara, clava los frenos el
chofer, por suerte a tiempo, porque no llegó a chocar, creo que lo tocó
al de adelante, pero apenas, y entonces te decía que venía medio colgado
con esto del OVNI, no presté atención, viste, y ¡paf!, fui a parar a la
mierda Beto, con la puta mala leche de que la puerta estaba abierta y
no la pude pilotear loco, no la pude ni pilotear, pasé de lleno
entre la puerta de atrás y que te cuento que en ese mismo momento, justo
ahí, venía una minita en bici, divina, sí buenas gomas, todo, pero
perá, ahora te digo eso, la cosa es que me caigo encima de la mina, no,
no, encima no, me caí adelante, tipo por abajo de la bici, entonces como
que se trabó, viste, se trabó y la minita ésta llevaba un gato en una
canastita, era una bicicleta con canastita, de esas que usan las pibas
medio hipis, y tenía un gatito ahí, que esto es lo increible Beto, el
gato voló por el aire ¿y dónde fue a caer?, escuchá, escuchá esto porque
es mortal, el gato fue volando, o sea rodando por el aire, dio tres
vueltas y cayó justo en la caja de una camioneta que había adelante,
frenada por el semáforo, ¡plum!, cayó ahí. Yo la miré a la mina y se le
salían los ojos, pero de repente se lo ve al gato, porque no se lo veía
al principio, estaba tapado por la puerta trasera, y recién después de
unos segundos asoma el gatito, con las patitas agarradas de la puerta de
la caja, se asoma, con cara de no me dejes ir así, pero escuchá, porque
los gatos son bichos inteligentes, son felinos Beto, tienen el instinto
de supervivencia re contra desarrollado, ¿qué tiene que ver?, no
entendés Beto, ¡te adelantás!, mirá, cuando la cosa ya era evidente que
no tenía vuelta, o sea que el gato iba a quedar atrapado en la
camioneta, porque la camioneta arrancó al toque, cortó el semáforo y
arrancó, no, no, el tipo ni se dio cuenta que le había caído un gato,
entonces cuando no había vuelta atrás, ahí el gato no te digo que hace
el típico gesto felino, viste… ¿como el tigre de la metro goldin meier?
sí, así, igualito, como explicando “no te preocupes que me arreglo para
salir”, pero no, no salió, y vimos cómo se alejaba la caminoneta con el
gato, entonces nos quedamos yo boca abajo y ella boca arriba, nos
miramos por un momento largo, o a mí se me hizo largo, porque ahí pude
ver la belleza de semejante especie Beto, unos faroles… verdolagas, pero
verdolagas en serio, como los lagos del sur, que te miran y te
penetran, pero yo no me achiqué, le mantuve la mirada, y me fui
acercando de a poquito, casi imperceptiblemente, y cuando la estaba por
besar me dijo ¡qué hacés idiota!, me hiciste perder a mi gato, ¿y qué le
contesté?, nada, estaba paralizado, después ella me pegó una cachetada,
bastante fuerte, pero ni la sentí, estaba hipnotizado por esos
bolillones verdes Beto, y me dijo “¡salí de encima mío, querés!”, “no
puedo”, le dije yo, no, no era sólo porque estaba pasmado, me di cuenta
de que me había fracturado una pierna.
Leticia, la piba se llamaba Leticia, me enteré antes de ayer cuando vino a hacerse un tatuaje del gato. Ni se acordó de mí.
Guido Vespucci
Guido nació en Mar del Plata en
1979. Es Licenciado y Profesor en Historia, Doctor en Antropología Social, y
candidato a Magíster en Sociología de la Cultura. Trabaja como investigador
social en CONICET y la UNMdP, donde también es docente. Ha sido becado por el
Ministerio de Educación de la Nación para realizar estancias de investigación
en Madrid, España, sobre temáticas de diversidad sexual, género y familia.
Junto a sus escritos académicos publicados en libros y revistas del país y del
extranjero, ha publicado ensayos y artículos de opinión en diarios locales y
revistas culturales, los cuales está reuniendo para su próximo libro. Fue
entrevistado y consultado en reiteradas oportunidades por diarios y programas
radiales locales sobre diversos temas sociales. Ha impartido conferencias y
disertaciones sobre sus temas de investigación en España, Brasil y numerosos
puntos del país, así como también sobre tópicos sociológicos y de literatura en
la 2º y 7º Feria del Libro de Mar del Plata, en La semana de la No Violencia de
2011, entre otros espacios. Participa periódicamente en “Espacio 95.7” de Radio
Universidad, con una columna sobre temas de género. En 2010 publicó el libro de
cuentos El negocio del siglo bajo el
sello Gogol Ediciones. Prologó el libro Cuentos
de Martín Oremor y fue comentarista en su presentación en la 7º Feria del
Libro de MdQ junto a Carlos Balmaceda. Escribe también aforismos y obras de
teatro, material aun inédito.
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