1. ¿Cómo o por quién fue tu primer acercamiento con la
literatura? ¿Quiénes fueron los primeros autores que leíste? ¿Influencias?
Mi primer libro (el primero que reconocí como de mi
propiedad, quiero decir) fue Heidi, de Johanna Spyri. Se trataba de una
traducción más o menos fiel del clásico relato suizo, de casi trescientas
páginas y con apenas unas pocas ilustraciones, que me había regalado mi tía con
motivo de mi cumpleaños nº 6. Por ese entonces, se había lanzado también el
homónimo animé japonés que le daba por fin las caras a los nombres. Yo estaba
en una edad elemental, aprendiendo a leer y muy próxima a iniciar la escuela primaria,
de manera que cualquier suceso de lo que yo creía una infinita y babilónica
realidad me impactaba significativamente, y todo, incluida aquella primera
relación con un libro, representaba una fascinación.
Después fui teniendo otros acercamientos. A la historieta,
por ejemplo, o a revistas diversas, de todo tipo y género. En mis recuerdos
siempre estoy leyendo. A todo lo que estaba escrito lo entendía como algo muy
importante y/o deslumbrante. Secciones de algún diario viejo, un folleto, la
programación del cable, una Biblia, libros de cuentos, los manuales del
colegio, la vidriera de una inmobiliaria, la lista de precios de una rotisería.
Mi abuela, quien percibió este comportamiento, se preocupó por abastecerme con
una considerable cantidad de ejemplares de Billiken, Anteojito, Condorito,
Patoruzito, y producciones similares.
Ya en el secundario, recuerdo que leímos algo de los
románticos, como a Bécquer, Víctor Hugo, algo de Blake y Byron, y a los argentinos Hernández y Echeverría. Y
a Cervantes, claro. El gran Cervantes también fue clave. Pero quien sin duda
dinamitó mi cabeza muy elegantemente (una cabeza que ya venía dinamitada por
otra veintena de cosas) fue Gabriel García Márquez. Una gran influencia, aunque
no tanto para mi escritura, sino más bien para el tipo de literatura que iba a
querer leer a partir de entonces.
Confieso que también tuve mi etapa suspense, a pura novela
negra y thriller policíaco.
Un poco más tarde, ya universitaria, supe (o creo que supe)
hacerme el rato para ir a beber de otros manantiales, y así educarme en el
desechar y en el aprehender. Puedo nombrar algunos de esos aprehendidos. No sé
si llamarlos “influencia”, pero suelen ser aquellos que alternan el estante de
abajo de la mesa de luz: Franz Kafka, Juan Carlos Onetti, Oliverio Girondo,
Alejandra Pizarnik, Julio Cortázar, Manuel Puig.
2. ¿Cómo surge la necesidad de escribir? ¿Cuándo comenzás a
compartirlo con el lector desconocido?
Surge del miedo a no ser escuchada, supongo, a una falta de
atención o a un llamado de atención. Surge de la impaciencia y de cierto
aislamiento. A una cortísima edad empecé a escribir lo que yo llamaba
“cuentos”, que eran más bien una especie de narraciones orales, anécdotas
llevadas a un cuaderno de tapa dura. Los guardaba. O los tiraba, no recuerdo.
No me daba cuenta de que quizá podía mostrárselos a alguien.
La poesía llegó en la adolescencia, en forma rimada, con un
contenido burlesco / caricaturesco, y un grado de ironía atroz. Eran casi
pequeñas piezas cómicas en verso. Mis primeros lectores fueron, pues, mis
compañeros de clase, que me animaban a continuar escribiendo porque les
divertía enormemente lo que hacía.
Después conocí el hermoso rigor del surrealismo y ya no pude
escapar. Escribir dejó de ser “necesidad” y pasó a ser la condición
indispensable de estar viva.
3. ¿Cómo es el proceso de tu escritura? Desde que aparece y
se atrapa la idea o la imagen inicial ¿Algún momento en particular del día,
estado de ánimo? ¿Música o silencio? ¿Qué sensaciones, qué temas te impulsan a
escribir?
Llevo un cuaderno (varios, en realidad) en los que suelo
anotar ideas, frases, pasajes del libro que estoy leyendo, la referencia a
algún autor cuyo escrito me ha causado determinado efecto o a alguna imagen que he visto, algo que he oído, soñado
o sentido. Si no tengo el cuaderno a mano, acudo a un papel cualquiera o al
block de notas del celular.
Puede ocurrir que sienta inmediatamente la urgencia de
combinar todo eso que he apuntado, el apuro por darle una forma. En ese caso,
me siento en seguida a escribir. Si tengo la posibilidad - y el tiempo, claro -
de volcarlo sobre el blanco de la hoja, no lo pospongo. Me tomo un rato para
dejarlo registrado. Lo encadeno a mi pequeño calabozo creacional antes de que
se pierda, antes de que se me vaya o me deje.
Otras veces, en cambio, pueden llegar a pasar días, meses e
incluso años hasta que vuelva a esa nota para darle algún giro,
manipulándola, puliéndola o
completándola.
4. ¿Y el proceso de corrección?
El proceso de corrección depende mucho de cuán conforme haya
quedado con eso que traté de decir. El tan polemizado “lector modelo” siempre
termina siendo uno mismo, que es el que aplica los aplausos o los latigazos
según convenga. Y no necesariamente uno corrige… a mí me gusta más hablar de
reescritura.
5. La voz del poeta.
Leí a un poeta comentar “cuando siento que es mi voz la que sale, prefiero
borrarla. Busco una voz extraña, que no sea la mía” ¿Cómo se comporta tu voz,
sube a la superficie, se sumerge?
Pienso que tarde o temprano todos terminamos siendo
autobiográficos, por no decir que lo somos siempre, de un modo u otro. En
algunos autores se vuelve más evidente que en otros. No obstante, me considero
capaz de admitir esto: hay una suerte de lenguaje icónico, alegórico, que he
creado involuntariamente dentro de mi escritura. Se trata de un tipo de
alambrado verbal que recorre ciertas imágenes o vivencias relativas a mi vida
personal. Este lenguaje, por su parte, acostumbra estar siempre bien
disfrazado, bien disimulado, tal vez apenas sugerido debajo de cierta palabra,
de cierta expresión, en un nombre omitido o hasta en un signo. Sólo hay que
saber buscar. Unir esto con aquello otro. Y ahí está, ahí estoy.
Habiendo revelado esto, creo que sería más justo decir que
mi voz emerge, en lugar de sumergirse,
aunque muchas veces, en su afán por esconderse detrás de ese decorado
alusivo, termina náufraga y finalmente hundida; no soporta su propio peso.
6. ¿Qué autores estás leyendo en este momento? ¿Qué autor u
obra que se suponía debía gustarte, no lo hizo? ¿Cuál te sorprendió?
Resulta muy conveniente haber usado la palabra “autores”
(así, en plural) en la formulación de esta pregunta. Creo que el mundo ideal
del escritor que está leyendo un libro a la vez se considera extinto.
Ahora estoy con Lispector (Revelación de un mundo) y con
Gelman (de atrásalante en su porfía). Y todavía no pude empezar con Papeles
inesperados, un obsequio reciente (“no pude” quiere decir que para leer
Cortázar es indispensable entrar en cierto nirvana específico que requiere
cierto ritual también específico).
Un autor que se suponía debía gustarme era Joyce. Pero no.
Nos quise forzar una conexión que no teníamos. No sé por qué. O tal vez lo leí
en el momento equivocado. Tendría que probar de nuevo.
¿Quién me sorprendió? Jeanette Winterson. Me acuerdo que leí
a regañadientes The passion y Written on the body hace unos años, después de un
sinfín de recomendaciones. Brillantes. No me sale ahora decir otra cosa.
Otro que tuvo lo suyo fue El mundo, de Juan José Millás. Muy
garciamarquesco.
7. La literatura, como toda manifestación artística, es un
reflejo de su época y la realidad en la que vivimos interfiere en la creación.
¿De qué manera influye en tu escritura? Si no es así ¿Con qué espacio y tiempo
se identifica?
Si hay algo que pueden hacer – y deben hacer – tanto la voz
poética como la voz narradora es justamente hablar de cualquier cosa en
cualquier lugar y en cualquier momento. Aplicado esto a mi escritura y a la de
cualquiera.
La realidad influye en la medida en que decido apropiarme de
ella - o no - a la hora de escribir. He escrito alguna vez algo más inclinado a
lo que se suele llamar "literatura social". Y podría volver a hacerlo
(¿por qué no?) Pero no es el tipo de escritura con el que me identifico. No
devotamente, quiero decir.
Sin embargo, creo que siempre hay cruces, nos guste o no.
Hay bifurcaciones o choques con eso que nos está rodeando, con eso que nos está
devorando, atormentando o seduciendo ahí afuera, invitándonos a ser de este
tiempo y no de otro.
Si tuviera la posibilidad de elegir, sin embargo - y ya que
se me está preguntando - les pediría a McFly y al Dr. Brown que me llevaran
directo al Renacimiento (insuperable por donde se lo mire), a la Baja Edad Media o, como
muy lejos, a la Roma
Imperial.
8. En nuestra ciudad, el mar, la costa, el borde ¿Crees que hay una identidad entre autores
que comparten un espacio en común? ¿Cómo es tu historia y relación con Mar del
Plata? ¿Cuál es tu lugar preferido en la ciudad?
¿Identidad común por el espacio compartido? No lo creo. Se
comparte un espacio como se comparte el aire que se respira o la ruta por la
que se viaja. Diferente sería si habláramos del tiempo, el cual
indefectiblemente se comparte. Me refiero a una fase, a un ciclo, a un período
específico de la historia. Ser contemporáneo a otro que hace lo mismo que uno
debería tener por lo menos algunos puntos de convergencia en la conformación de
esa identidad compartida. Varias generaciones de escritores lo ejemplifican.
Llegué a Mar del Plata a finales de los años `90 y viví en
ella toda la paranoia esquizofrénica de la llegada del nuevo milenio. Conservo
de y en Mar del Plata recuerdos inolvidables.
Por otro lado, supongo que cada quien tiene, en su universo
ideal, ese “lugar seguro” adonde ir, adonde guarecerse en caso de que las cosas
no vayan tan según lo planeado. En mi caso, ese lugar solía ser la casa de mi
abuela, mi casa, a la que a veces suelo volver en mi subconsciencia. Mi
relación con Mar del Plata tiene que ver con una búsqueda - yo diría obsesiva
búsqueda- de ese otro posible lugar seguro pero con su correspondiente
correlato físico, un refugio en el que poder resguardarse de ese todo que no es
la escritura ni el libro que uno está leyendo. Se me ocurre que ese locus
amoenus tal vez podría ser Mar del Plata… ¿podría?
Por antonomasia, voy a decir que mi lugar favorito de Mar
del Plata es la costa (tiene que serlo). Pero no cualquier costa. Digamos Alfonsina,
que viene siendo otra antonomasia.
9. ¿Cómo ves la literatura actual, a nivel local, nacional? ¿Algún autor para recomendar?
Diré que, como lo que estoy haciendo en la inmediata
actualidad es poesía y no otra cosa, me siento un poco más cómoda hablando de
poesía y un poco menos cómoda hablando de “literatura” (ese término tan
amplio). La poesía siempre ha sido uno de los géneros más castigados y menos
apreciados comercialmente, en comparación con la prosa y con todos sus
multipremiados subgéneros.
Me alegra saber que asistimos a una temporada de crecimiento
y de alineación de balanzas. De un tiempo a esta parte, se empezó a leer
poesía. Y los organizadores de festivales de poesía y de lecturas públicas
(nacionales, internacionales, locales) hacen un trabajo admirable para
fortalecer este fenómeno. Sigamos entonces por ese camino.
Para recomendar, todos. Hay que hacerse el tiempo para leer
todo de todos. Sólo así se completará el círculo.
10. Hay acontecimientos que incentivan, otros que bloquean y
hacen que luego notemos una evolución o un click en nuestra escritura ¿Cuáles
fueron esos sucesos históricos personales o externos que intervinieron en su
obra hasta ahora?
Considero que hay un progreso involuntario en toda
escritura, sí, y que tiene que ver con eso que estamos constantemente
percibiendo desde afuera, con ese monstruo que nos está siempre por atrapar y
que es siempre el otro, en forma de suceso, de viaje, de lectura, de sociedad,
de canción, de cita requerida, de amante.
Creo que yo he tenido un poco de todo eso. Pero no siempre
la intervención ha sido inmediata. Mi madre falleció cuando yo era apenas una
niña y no pude sentarme a escribir sobre ella sino hasta hace poco más de un
año. Sólo por mencionar un ejemplo.
11. Olga Orozco decía
que el tono particular de su poesía se debía a su propia medida de
respiración. El autor le imprime una
musicalidad propia. Siempre al escribir está presente la cadencia de nuestra
voz y cuando alguien oye leer al escritor, esa voz puede acompañarlo por el
resto de las lecturas en el papel. La
respiración del texto puede llevar al lector a respirar con él. Hay personas
que no pueden seguir el ritmo a una lectura, se quedan sin aire, a otros les
queda resto, ¿Cómo quiere dejar al lector si sigue su respiración, con aire de
sobra relajado mirando el mar, haciendo algún arte marcial ancestral,
filtrándolo de a poco para degustar mejor, sin aire por haber corrido un
colectivo?
Sin aire por haber corrido un colectivo. Y que se suba al
colectivo y lo lea de nuevo. Que tenga que leerlo de nuevo. Que quiera leerlo
de nuevo. Y que después se prenda un pucho.
12. Si bien todos podemos hablar de los mismos temas, cada
autor crea una galaxia en la que florece una simbología personal, que aparece y
se acentúa y se repite para generar un propio lenguaje y lugar común donde
sentarse a observar y sentir con él. Si tuviera que visualizar su obra en un
collage, ¿Qué elementos de su obra no faltarían? Puede nombrar paisajes,
objetos, sensaciones, situaciones concretas, texturas, colores…
Hace un par de preguntas hablamos de los momentos personales
que pueden intervenir en la escritura. Es un hecho, entonces, que la escritura
tiene “momentos”, períodos de mayor o menor intensidad productiva. Digamos,
algo así como impasses. Teniendo esto en cuenta, resulta difícil hablar de
algún tipo de lenguaje poético lineal o de una simbología que lo sostenga. En
todo caso, pienso que cada uno de esos momentos debe tener uno propio.
Correspondería que así fuera.
No obstante, hay ciertas constantes, sí, que podría ir
rastreando en mi escritura, como por ejemplo el fuego, el agua (en todas sus
formas o estados), las partes del cuerpo, los sentidos, la mentira (todo lo que
es falso o bifásico suele tener mi atención), el suelo, los objetos cotidianos,
y un abusivo uso de adjetivos, gerundios y verbos de estado.
13. Alrededor del
escritor se construye cierta atmosfera mística, hay quienes se salvan, quienes
se alimentan, quienes mueren, quienes hacen de ello algo cotidiano o algo
extraordinario. Étiemble sostenía que el placer poético podía tener un origen
fisiológico, de índole muscular y respiratorio (volviendo a la respiración)
siendo una manera de unirnos al mundo, participando del ritmo universal. ¿Qué
lugar tiene la escritura en tu vida? ¿Qué es lo que buscás/encontrás en ella?
¿Qué es para vos, desde tu cuerpo en relación al mundo?
Es como si me hubieran pedido una definición de poesía. Uno
lo sabe acá adentro pero no puede explicarlo. La imposibilidad de narrar: desde
los diarios de Colón hasta nuestra laptop.
Diría que, en efecto, el acto de escribir (al igual que el
de leer) tiene su vinculación con un tipo de trasfondo fisiológico. Está vivo
en el cuerpo. En él nace, en él crece, en él revienta.
Y en la escritura se busca y se encuentra todo. Sin
excepciones.
14. Un tema, banda, disco o lo que gustes para dejarnos con
algo de tu obra al pie de la entrevista…
Oh, esto era todo una trampa, tal como lo imaginaba. Al final de todo vienen las preguntas
difíciles, como en la secundaria. En fin, vamos con estos dos, a ver si
apruebo…: One (U2, 1992) y Have a little
faith in me (John Hiatt, 1987).
15. ¿Madera, fuego, tierra, metal o agua?
Mi próximo poemario tiene por título Agua. Imagino que esto
ya debería esbozar una posible respuesta…
muerte prosódica (fragmento)
Cuando la pienso no escribo, porque no sé escribir. Sólo sé
pensarla.
Lo cierto es que hay cosas que tienen explicación y otras
que no.
Lo que me pasa es que, cada vez que salgo a buscar a las
primeras, las segundas me caen a almorzar sin avisar. Y entonces vuelvo a
pensarla.
Me encantan esos encuentros inesperados.
Traen la risa involuntaria de las cosquillas en la panza que
nos da el hamacarnos fuerte.
Lo que me pasa también es que, a veces, me excedo en la
lectura y no alcanzo a recuperarme del párrafo anterior. Y entonces me ocurren
las palabras.
Cuando la pienso ella está vestida de amianto, y tiene el
pelo recogido y los anteojos puestos. Indiferente a todo lo que no le voy a
decir.
Me gusta pensarla así, con los rulos ahogados contra mi cara
y el chocolate que nunca le compré en la cartera.
Así que el tiempo tiene sobra de él mismo para burlarse y
ponerse al día con Freud.
Lo que me pasa es que hablo de mí porque me da miedo el
hablar de otra cosa de la que no tenga tanta memoria.
Cuando la pienso ella es como mi Dorian, pero no sé dónde
dejé los pinceles.
Y además la televisión en blanco y negro me vuelve
daltónica, y las margaritas dejaron dicho a la secretaria que no les pasen más
llamadas.
Estoy enferma de literatura. De leer y de escribir.
Cuando la pienso ella todavía no existe, sino que está por
nacer. Y a mí me faltan pocos días para cumplir ciento dos años.
Lo que me pasa es que a todas las palabras bien escritas les
veo una falta de ortografía, y las repito en un papel infinito.
Cuando la pienso no soy. Porque no sabría ser. Entonces
escribo. O muero.
quo vadis
de dónde sale el agua que respiran los vidrios los días de
invierno
el hambre que nos causa la playa
adónde va el viento cuando deja de seguirnos
adónde las cartas
las tarjetas de cumpleaños que nunca fuimos capaces de
mandarnos
adónde habría que reclamar las deudas que se tienen nuestros
cuerpos
sobre qué otras desnudas criaturas
acomodan sus partes íntimas
adónde están los bordes que le fuimos recortando al camino
los cajones de manzana que no pudimos salvar
por dónde corre la sangre mojada
por qué sucias sábanas se revuelca su mancha
adónde van los libros prestados
(a veces leídos / siempre perdidos / nunca devueltos)
adónde sus notas al margen
sus índices manoseados
sus verdaderos padres
adónde duermen los peces cuando no están despiertos
cuando no ahogan sus cuerpos en ollas hirviendo
adónde van sus lágrimas
sus otras aguas
de dónde nacemos cuando ya hemos muerto
de dónde salen los otros
cuando los demás no nos piensan / ni nos adoran / ni nos
fingen /
ni nos pueden alcanzar
adónde corren los verbos
y las formas de los signos
cuando no los podemos decir / ni atravesar / ni encender
de dónde sale el suelo cada vez que el infierno
quiere escaparse de los edenes
adónde esconden tu nombre
cada vez que el mío no se deja gritar
cada vez que nos deja el viento
cada vez que a los vidrios les empieza a faltar la
respiración
después de la playa
en invierno
del No ser (proclama)
Si no me escribo soy una ausencia.
Alejandra Pizarnik
No es que nos encuadernemos, que nos volquemos, o nos
anochezcamos falsos, envueltos en papel manteca;
No es que nos duelan los nombres, o los pestillos, o los
pretextos, o las ficciones;
No es que no hayamos
buscado el tiempo que algunos desperdiciaron;
No es que lo anormal o la locura o todos ellos;
No es que nos vistamos de sudario para salir de fiesta;
No es que planeemos, No, las lecturas anárquicas, las
necedades psíquicas;
No es el espejo estafándonos, ni es que nos deshabitemos. Es
que ya somos otros, andándonos los adentros que dejamos sin usar.
Vanesa Almada Noguerón
Vanesa nace en la ciudad de La Plata (Buenos Aires,
Argentina), en 1980. Tiene estudios en Letras y Gestión Cultural. Obtiene, en
2008, el 1º premio en el Certamen Internacional Poesía de las Américas por su
cuento corto “Final”. En 2011, el Colectivo Portorriqueño Ó incorpora parte de
su trabajo en prosa poética a la
Antología de Escritores Latinoamericanos. Asimismo, es
convocada en 2012 por la
Firma Editorial “de los Cuatro Vientos” para integrar la
edición antológica “Poetas y Narradores Contemporáneos”. En Octubre de 2013, la Latin American
Intercultural Alliance galardona su obra con el 1º premio de su Certamen Anual
de Literatura Internacional, en el Queens Museum of Art de NY. En enero de
2014, es elegida finalista para el Premio Nacional de Literatura, en la ciudad
de Tres de Febrero. Actualmente, reside
en Mar del Plata, pertenece al equipo de
redacción de revista cultural “Poética” e integra el staff artístico del ciclo
“Arte sin Aduanas”. Parte de su labor en verso se encuentra también disponible
en las revistas de creación literaria “Desnuca2”, “La Avispa ” (Grupo ‘de la
palabra’), “Pangea” (Ciudad de Salamanca) y “Ergo” (Universitat de València).
Para leer más sobre la autora, visitá:
www.almadanogueron.blogspot.com.ar
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