1. ¿Cómo o por quién fue tu primer acercamiento con la lectura? ¿Quiénes fueron los primeros autores que leíste? ¿Tus influencias?
Creo que como casi
todos, de pibe. Empezó con las historietas
mexicanas de superhéroes, Superman, Batman, Linterna Verde, Flash, y por
supuesto las de Disney. Mi vieja limpiaba en casas de familia, una de ellas pertenecía
a un abogado que le compraba a su hijo montones de revistas de historietas. Cada tanto hacía
limpieza y se las daba a mi mamá. Ese
era el único día que “dormía” la siesta. Me las devoraba de un tirón. Después
vinieron la colección Robín Hood, Julio Verne y otros clásicos. Me hice socio
de la Biblioteca Municipal, y todas las semanas sacaba un libro de Emilio
Salgari. Toda la saga de Sandokan y los tigres de la Malasia y otros libros de aventuras. Cuando leí por
primera vez a García Márquez (Cien años de soledad) quedé fascinado y La
metamorfosis de Kafka y los cuentos de Poe, me volaron la cabeza. De ahí en más leía todo lo que encontraba. Esa creo fue mi primera influencia. Después llegaron
otros autores.
2. ¿Cómo surge la
necesidad de escribir? ¿Cuándo comenzás a compartirlo con el lector
desconocido?
Escribí algunos relatos, hasta los 18/19 años,
que no pasaron de la mesa del comedor de casa. De ahí en más por muchos años mi energía se la llevó la Facultad y la vida
diaria, lo cotidiano, el trabajo, la familia. Mi acercamiento a las letras era
como lector o a lo sumo mediante algunos
trabajos relativos a mi profesión de Contador Publico. En julio del 2011, de
casualidad, tomé contacto con el taller literario que dicta la escritora
Marcela Pedrieri, y de allí en más no paré de escribir en forma continua. Tenia
sin dudas, una necesidad de expresión que no encontraba el medio adecuado,
-había probado de joven con el dibujo (para el que no era tan malo) y hace varias años con la música –percusión – (
en lo que si soy muy malo), hasta que reconocí
mis limitaciones y para suerte de ellos,
dejé de torturar a mi familia. Cuando empecé
a asistir al taller, fue como si hubiera abierto la tapa de un baúl, dormido
por años. Hoy la escritura es definitivamente importante para mí y es la forma
de expresarme. Si no estoy escribiendo en el papel, lo hago en mi cabeza,
generando, corrigiendo, creando la historia. El hecho de compartir los textos, también
se dio naturalmente, comienza en los
talleres donde se lee y corrige entre los asistentes, y uno empieza a perder la
vergüenza de mostrar lo suyo a otros. Dar a conocer tus textos a otro, es la
forma natural de terminar un ciclo. Creo
que tiene que ver con una cosa de desapego, de liberación. Un texto guardado en
un cajón no le sirve a nadie, ni siquiera a quien lo escribió, es como estar absolutamente
solo en el medio del campo y hablar a los gritos. No genera el fin para lo cual
fue escrito, porque siempre hay un fin, aunque uno no tenga conciencia de ello,
ya sea que se escribió por catarsis, por denunciar alguna situación o hacer
reflexionar o entretener. En mi caso, tiene
el plus de generarme una sensación maravillosa: el saber que
una vez que terminas un cuento, le soltas la mano, y ya deja de ser tuyo,
empieza a caminar, a generar diferentes sentimientos y reacciones en otros,
seguramente diferentes a las que vos pensaste cuando lo escribiste. De alguna forma los cuentos son como los hijos.
3. ¿Cómo es el
proceso de tu escritura? Desde que aparece y se atrapa la idea o la imagen
inicial ¿Algún momento en particular del día, estado de ánimo?
¿Música o silencio? ¿Qué sensaciones, qué temas te impulsan a escribir?
No tengo un proceso único. Algunas veces
aparece una idea general, una frase simple, una situación, una sensación. La
vuelco al papel, y dejo que fluya, que el
texto me vaya llevando. Tengo un montón de
párrafos, frases, comienzos o finales de historias, esperando ser
desarrolladas. Jamás le ofrecí resistencia a un texto, las ideas muchas veces aparecen
en el medio de la escritura, los finales, la historia se va completando a
medida que se escribe. Hay cuentos o
relatos que me salen de un tirón en uno, dos días, máximo tres días y otros que
los vengo “escribiendo” desde hace meses. En algún momento del proceso de
creación se pincharon, dejó de fascinarme la idea o me parece tonta e insulsa. Nunca
pude encasillarme con un solo texto hasta terminarlo. Con algunas historias se
da, como una especie de compulsión, de
necesidad, para terminarlas. Generalmente
son los textos que me dejan más conforme, los más redonditos, los que
pueden tener una idea más original o un poco diferente. Por ejemplo, Alas de Tango, el cuento del ángel que “baja”
a Buenos Aires a aprender a bailar tango y termina enamorado y perdiendo sus
alas, se generó en mi cabeza en el trayecto desde el bar El Argentino hasta mi
casa, y lo escribí de un solo tirón esa misma tarde. Otros como “La calesita de sus días” tarde varios meses y muchas versiones hasta
encontrar la que me dejaba satisfecho. Lo que si nunca dejo un texto sin terminar, me obligo a mí
mismo a darle un cierre, aunque después ese cuento quede olvidado en un archivo
inútil. Más tarde o más temprano todos mis cuentos tienen un final.
Escribo en cualquier momento del día que tengo libre, y si no
puedo escribir materialmente pienso en las historias, resoluciones, formas,
como solucionar alguna traba que encuentro. Antes era más noctámbulo, desde
hace unos años mi momento más creativo está en el día, en el amanecer. A veces
escribo de noche, no mucho, a veces me despierto a las 4 o 5 de la mañana y me
pongo a escribir, no tengo una rutina fija, lo único fijo es que trato de escribir
todos los días. Me preguntas por el
estado de ánimo, bueno se sabe que la tristeza es el mejor motor para escribir.
No es fácil escribir alegre, por lo menos para mí. Tengo una personalidad que tiende a la depre y soy bastante
nostálgico, vendría a ser como una tristeza dulce, ¿no?. Por suerte siempre
tengo varios textos en proceso, así que depende del ánimo con que esté, escribo
uno u otro.
Música y Silencio, ambas, sin duda, depende de cómo me sienta, el tema que esté
escribiendo. La música me ayuda muchísimo a concentrarme a inspirarme. Generalmente
pongo a Luis Salinas, Jazz, Blues, Esteban
Morgado, , Pynandi del Chango Spasiuk. Prefiero música instrumental para
escribir.
Qué sensaciones me obligan a escribir, la
injusticia seguro, el dolor, siempre es más fácil escribir desde el dolor que
desde la dicha, la nostalgia, la tristeza también el enojo, la bronca. Me
interesa poner en foco, determinadas actitudes que tenemos, como personas, y
como sociedad. Tengo una estructura muy localista. Los temas son diversos, pero
siempre andan rondando los amores trágicos.
4. ¿Y el proceso de
corrección?
Después que termino el primer borrador, el
relato, empieza el trabajo de corrección
que dura varios meses y muchas versiones. Donde pulo, escondo, mejoro la idea,
el ritmo, recorto. Todo lo que tiene que ver específicamente con el trabajo
literario, se hace en la corrección. Es casi tan o más importante que la
historia en si, es lo que le da la forma literaria, lo que hace agradable la
lectura, que la historia te atrape. En mi caso vivo permanente corrigiendo, aún
textos que he mandado a algún concurso, los releo y siempre le hago alguna
pequeña corrección. Me gusta tanto como escribir, es como hacer una escultura, tomás
un bloque de letras y palabras y le das forma, sentido. Lo llevás adonde vos querés, a que el lector sienta lo
que vos querés que sienta y piense en lo
vos querés que piense, es mágico. Hasta
que al fin llega un momento que no puedo corregirlo más, entonces lo muestro, a
mi mujer que es mi primera correctora, a mis hijos, a otros amigos que también
escriben . Recojo información, sondeo impresiones, sensaciones de la gente y vuelvo a corregir si estoy de acuerdo con
las críticas o comentarios. Hasta que quedo lo más satisfecho posible.
5.¿Cómo construís tus personajes, tus historias?
Busco que los personajes sean fundamentalmente
creíbles y reales, que cualquier lector pueda haber conocido a un tipo, como el que está reflejado en ese cuento o
historia. Que sea coherente con la historia. En general tengo mucho trabajo de
investigación, en ese aspecto soy muy riguroso, fechas, lugares físicos,
características. Todo debe encajar, nada
debe hacer ruido para que la historia
fluya suavemente y nada la interrumpa. Después si la historia es buena o mala,
o está bien o mal escrita, bueno eso es harina de otro costal. El lector lo va a juzgar, pero no hay
peor cosa que estar leyendo algo y llegar
a un punto donde uno dice “ésto es bolazo”.
Con las historias, quizás lo más difícil es, una vez que uno sabe que
quiere contar, encontrar la manera mejor
de hacerlo, es decir definir el
narrador, el tono de la historia, el punto de vista, dónde pongo el foco. Eso
es trabajo, puro trabajo.
6. ¿Qué autores estás
leyendo en este momento? ¿Qué autor u obra que se suponía debía gustarte, no lo
hizo? ¿Cuál te sorprendió?
Siempre tengo 3 o 4 libros abiertos, igual que como escribo es como leo, depende
del ánimo o las ganas que tenga ese día es el libro que agarro. Desde hace años me encapriché en leer sólo
autores latinoamericanos, creo que es porque no me interesa conocer otra
cultura, cuando aún no entendí del todo y bien como somos nosotros, tampoco me interesa leer algo que no sea en su idioma original, y
mi relación con otros idiomas es bastante malo. No me banco las traducciones,
leer un “gilipollas” en lugar de un “boludo” me parece insoportable. Me parece
que se pierde el contexto cuando se hace referencias a lugares, giros
idiomáticos, características propias de otra cultura, hasta la idiosincrasia de
los personajes es diferente. Es como mirar a uno de esos cómicos yanquis que
hacen monólogos de chistes extremadamente localistas, donde uno queda colgado. No
me gusta. Me gusta leer cosas donde me siento identificado, donde conozco el
contexto, los personajes, de que está hablando, de si escribe por ejemplo pelotudo, se muy bien que esta
diciendo. Los personajes de Dolina, de Soriano, de Castillo. Leo textos de
autores extranjeros generalmente esos que uno no puede darse el lujo de dejar
de leer, pero cuando compro libros,
compro sólo latinoamericanos y más específicamente argentinos.
En estos momentos estoy leyendo una selección
de cuentos de Carver, terminé Riña de Gallos de Sebastián Chilano,
tengo en proceso de lectura La vaca aficionada a la fellatio de Daniel Boggio y
La mala espera de Marcelo Lujan, el mes
pasado lei, Furca de Chilano y Rios, Criminis Causa de Carrá, algunos cuentos de La mesa de los Galanes de Fontanarrosa,
relei Crónicas del Ángel Gris de Dolina, (siempre releo a Dolina) Una sombra ya
pronto serás de Soriano, Siete & el tigre harapiento de Leonardo Oyola y algún
otro que no recuerdo Cuando leo trato de
no tener expectativas, aunque es un poco difícil porque los comentarios de los
demás influyen de una u otra manera. Recuerdo en estos momentos a Rayuela, que salvo algunos tramos, en general me quedé
como insatisfecho, me gusta mucho más Cortázar como cuentista, también me pasó
con Kryptonita de Oyola, que escribe tremendamente bien, pero yo tenía más expectativas con la
historia, que me la cumplió plenamente con el Tigre Harapiento, no sé, no se puede juzgar a un autor por una sola obra, el lector
es muy subjetivo, depende del momento, del estado de ánimo, de la etapa en que cada lector esté
transitando. De los que me sorprendieron y marcaron además de Kafka y Garcia
Marquez sin duda los Cuentos crueles de Abelardo Castillo y La Ley de la Ferocidad de Pablo
Ramos.
7. La literatura como
toda manifestación artística, es un reflejo de su época y la realidad en la que
vivimos interfiere en la creación. ¿De qué manera influye en tu escritura? Si
no es así ¿Con qué espacio y tiempo se identifica?
Absolutamente soy de esta época, argentino y
marplatense, lo cual ya es toda una definición. La realidad de mi país y mi
ciudad, me traspasa, y eso de una u otra manera se refleja en mis textos, salvo
algunas excepciones, la gran mayoría de mis historias transcurren en Mar del
Plata y están situadas en un lapso de tiempo que abarca desde que nací 1956,
hasta hoy. Es muy raro que escriba algo situado en el “pasado” más atrás del
´56, salvo como algo referencial o en el “futuro” a pesar de que la ciencia
ficción por ejemplo me gusta mucho. El
tiempo de mis escritos, es mi tiempo. Y el lugar es esta ciudad, aunque no lo ponga
por escrito.
8. En nuestra ciudad,
el mar, la costa, el borde ¿Creés que
hay una identidad entre autores que comparten un espacio en común? ¿Cómo es tu historia
y relación con Mar del Plata?
No lo sé, me inclino hacia el no que al sí. No creo en eso de que la geografía
influye más allá de poner un marco a las historias que cada uno cuenta. Sí
define la identidad la cultura, las vivencias, la familia. Todos somos
diferentes, tuvimos historias diferentes, familias diferentes aunque nos hayamos
bañado en Punta Iglesia de chicos. Es un
punto en común pero no creo que marque identidad. Yo soy marplatense, naci, viví
y seguramente me moriré en esta ciudad. Mis padres, ambos, también nacieron
aquí. Creo que es una ciudad maravillosa
y con una calidad de vida espectacular. Somos una gran urbe, casi 700
mil habitantes , la 3ra. ciudad de la
provincia, pero aún guardamos cosas de pueblo, las distancias cortas, el hecho
de poder ir a almorzar a tu casa, una escapada a la playa al mediodía, hasta
una siesta, todo eso es impagable como calidad de vida, y también tenemos una
oferta cultural interesante. De la gastronomia ni hablar, de lo mejor. Y todo
más barato que en Buenos Aires. El único
problema es la invasión de turistas en verano, pero bueno son los costos que
debemos soportar. Toda la ciudad es bella, toda la costa es hermosa, amo mi
cuidad en invierno, casi sin gente, me gustan mucho las playas del sur en abril
o mayo, amplias y vacías.
9. ¿Cómo ves la
literatura actual, a nivel local y nacional? ¿Algún autor para recomendar?
La veo bien, con muchos autores y nuevos, con
cosas muy interesantes. Con marplatenses que están editando y publicando. Con
editoriales marplatenses como la gente
de Letra Sudaca o Puente Aereo que hacen las cosas bien. Con un festival
importante como el Azabache donde lo importante es la literatura. A pesar de
vivir una época totalmente digital, electrónica, netamente visual, hay una vuelta a sentir el
placer de la lectura. Cada vez más gente elige leer un libro en la cama
antes de dormirse que ver el noticiero de medianoche. Me asombro por ejemplo al
ver la cantidad de gente que asiste a talleres literarios y de narración oral, lo que implica más gente
que lee, y eso está muy bueno.
No sé si recomendar, creo que el gusto por tal
o cual autor es muy personal. A mí me gustan mucho los que me influyeron, García Márquez, Carver, Dolina, Castillo, Ramos.
Hay mucha gente que escribe muy bien, pero no me siento capacitado para recomendar,
como te dije antes creo que es muy personal el gusto por tal o cual autor.
10. Hay
acontecimientos que incentivan, otros que bloquean y hacen que luego notemos
una evolución o un click en nuestra escritura ¿Cuáles fueron esos sucesos
históricos personales o externos que intervinieron en su obra hasta ahora?
No lo sé, quizás mi caso es un poco
particular. No te olvides que yo estuve desde los 18 hasta los 55 años sin
escribir literatura, de manera que todo ese proceso se dio en mi interior. La madurez de alguna manera se refleja en los
textos, en la temática, y hasta en la forma de escribir. No tengo parámetro de
lo que hubiera escrito o como lo hubiera escrito cuando tenía 25 o 37 años,
porque no tengo nada escrito para comparar. Si puedo notar una evolución técnica
entre mis primeros trabajos del 2011 y los últimos de este año, pero eso es
solo estudio. El estilo creo que se ha mantenido básicamente inalterable.
11. Olga Orozco decía
que el tono particular de su poesía se debía a su propia medida de respiración.
El autor le imprime una musicalidad propia. Siempre al escribir está presente
la cadencia de nuestra voz y cuando alguien oye leer al poeta, esa voz puede acompañarlo
por el resto de las lecturas en el papel. La respiración del texto puede
llevar al lector a respirar con él. Hay personas que no pueden seguir el ritmo
a una lectura, se quedan sin aire, a otros les queda resto, ¿Cómo quiere dejar
al lector si sigue su respiración, con aire de sobra relajado mirando el mar,
practicando algún arte marcial ancestral, filtrándolo de a poco para degustar
mejor, sin aire por haber corrido un colectivo?
Qué
buena observación y qué buena pregunta. Nunca me lo he propuesto como un
objetivo. Mi respiración va con el ritmo de la historia que estoy creando y
trato de reflejarla en el papel. No me
es fácil explicarlo. Siempre en cada historia que escribo, tengo una “sensación”
como si estuviera metida dentro de una
escenografía de sentimientos que la
abarca, me marca el ritmo de manera que dejo que fluya. Hay cuentos como
“Palabras gastadas” donde en forma intencional traté de darle un ritmo lento,
pesado, un clima “gris”, triste, porque a mi manera de entender, la historia lo
requería, en otros como en “El Viejo” busqué algo casi cándido, que el lector se identifique con el
protagonista. Quizás lo dejo sin aire en algún final sorpresivo. Cada cuento tiene su ritmo propio, adecuado, el correcto y
la obligación del escritor es descubrirla para que el lector pueda bailar con
la historia.
12. Si bien todos
podemos hablar de los mismos temas, cada autor crea una galaxia en la que
florece una simbología personal, que aparece y se acentúa y se repite para
generar un propio lenguaje y lugar común donde sentarse a observar y sentir con
él. Si tuviera que visualizar su obra en un collage, ¿Qué elementos de su obra
no faltarían? Puede nombrar paisajes, objetos, sensaciones, situaciones
concretas, texturas, colores…
El mate, Mar del Plata, el amor -casi siempre
trágico- el tango, el lenguaje coloquial, simple y cotidiano, y seguramente la
muerte. Creo que esos elementos siempre están. En algunos textos un humor que
te saca una sonrisa. También me gustan mucho los finales sorpresivos, muchas
veces inesperados con alguna vuelta de tuerca que el lector no espera,
13. Alrededor de la
poesía y del escritor se construye cierta atmosfera mística, hay quienes se
salvan, quienes se alimentan, quienes mueren, quienes hacen de ello algo cotidiano
o algo extraordinario. Étiemble sostenía que el placer poético podía tener un
origen fisiológico, de índole muscular y respiratorio (volviendo a la
respiración) siendo una manera de unirnos al mundo, participando del ritmo
universal. ¿Qué lugar tiene la escritura en tu vida? ¿Qué es lo que buscás/encontrás
en ella? ¿Qué es para vos, desde tu cuerpo en relación al mundo?
Hoy sin duda la escritura tiene un lugar
importante en mi vida. Me cuesta manejarme en los grises, me obsesiono con
algunas cosas y eso implica que le pongo todo el esfuerzo del que soy capaz
para que salgan bien. Seguramente la escritura en mí comenzó quizás como una
especie de catarsis, como casi todos los que empiezan a escribir, pero se ha
ido convirtiendo en una expresión artística donde me siento muy cómodo y que me
genera mucho placer. La escritura me permite llegar a la gente, comunicarme,
generar reacción con mis escritos ya sea desde una emoción o una toma de
conciencia sobre algún tópico en particular, o sobre nuestra forma de ser. En
cada texto ponemos nuestros demonios, sin duda, escondidos, disfrazados y eso
es liberador. Yo en la escritura encuentro algo que me permite superarme,
perfeccionarme y eso para mí es evolucionar.
14. ¿Madera, fuego,
tierra, metal o agua?
Siempre
fui fuego. Pero la verdad es que ahora
me siento más cerca de la madera que del
fuego.
15. Te pido un tema, disco, banda o lo que gustes para dejarnos con tus poemas al pie de la entrevista…
Esta es la pregunta más difícil. Soy sumamente
ecléctico para escuchar música, y de hecho escucho casi todos los géneros
musicales Favoritos: muchos desde Luis Salinas a Vivaldi… demasiados. Si tengo
que dejarte un tema, que sean tres: Los
ojos de mi padre de Erick Clapton,
Grisel en la versión instrumental de Esteban Morgado y Tristeza o Infancia de Pynandi por el Chango Spasiuk
SOLAMENTE ES UN OJO
El colectivo avanza hacia la avenida Jara, a paso de hombre. Miro el reloj. Diez y media de la noche. Llevo doce horas de trabajo encima de la espalda y veinticinco pesos en el bolsillo. La propina de todo un día de laburo. Ganada a fuerza de chupar frio y sonreír aunque no tenga ganas.
Veo una ciudad en invierno. Una soledad desnuda que se muestra cruda a través de la ventanilla empañada. Dibujo el vidrio con el dedo mientras las gotitas de agua caen en cámara lenta zigzagueando. Los científicos dirán que es el resultado físico producto de la condensación. Prefiero pensar que son lágrimas. Lágrimas del frío, que llora porque no puede tocar al calor por más que lo intente.
Lejos muy lejos está mi pueblo donde el calor domina, las ventanas están siempre abiertas y los vidrios son reemplazados por mosquiteros de tela.
Mar del Plata no es así. El frío ayuda y la mishiadura completa la deserción callejera. La modorra del viaje me inunda, me llena de sopor, los párpados empiezan a pesarme, siento como si tuvieran tres kilos cada uno. Hago esfuerzos por dejarlos arriba pero se empecinan en caer. Me aflojo. Les dejo ganar. El sueño gana…
La sacudida del colectivo al pasar sobre las vías del tren, casi llegando a la avenida Luro me despierta, me vuelve a la realidad. ¡Ay! la puta, encima esta puntada en la cintura. No veo la hora de llegar a casa para tomarme algo caliente y una aspirina. Estoy fusilado.
Cuando me doy cuenta ya me estoy pasando de la parada. ¡Acá chofer, acá!, aprieto el timbre, apurado. El pibe al fin para el colectivo, casi una cuadra mas allá.
Antes de bajar escucho la voz del locutor de la radio que avisa: Temperatura dos grados. Sensación térmica un grado bajo cero. Instintivamente me subo el cierre de la campera, tratando que abrigue un poco más de lo que dá la tela finita y bastante gastada. Camino rápido las cuatro cuadras, a ver si logro darle algo de calor a mis pies helados.
La lamparita de la bocacalle otra vez está rota, está bastante oscuro solo hay luz en la esquina. Siento que aún me queda algo de suerte: el polirrubro de Sara está abierto. A punto de cerrar, pero aún abierto. Sara me ve acercar y agarra un paquetito de cigarrillos para alcanzármelos. Los de diez que siempre llevo. Le pido una sopa de arvejas con cubitos de pan tostado, la única que me gusta y que vale la pena, también le pido a Sara que me “preste” un par de aspirinas. Le pago los veinte pesos, hacemos dos comentarios comunes sobre el frio y me rajo.
Puta che, qué frío y la pieza que debe estar helada después de estar todo el día cerrada. Comer solo con frío, qué mierda. El invierno es una porquería, en el verano todo se soporta mejor. Hasta el laburo es mejor, hay más propinas, más mujeres, más vida. No veo la hora de llegar a la pensión, tomarme la sopa bien caliente y poner a Tinelli.
Cruzo la calle, empiezo a buscar la llave en el bolsillo del pantalón, estoy tan sólo a metros del calor y la cama tan merecidos. Ya llego… Ya estoy frente a la puerta…Ya estoy sacando la llave…. Ya…
De pronto, desde el umbral de la casa lindera aparece de golpe alguien. Me sobresalto, me asusto. Es una mujer que estaba tirada en el piso tapada con unos trapos, unas frazadas rotas. Se puso de pie de golpe y yo quizás distraído o por la oscuridad no la vi.
La mujer me encara, estira la mano, temblorosa, sucia y me pide una moneda. Que le ayude a meter algo caliente en el estómago, me dice.
La puta que lo parió qué susto me pegó esta vieja de mierda. ¿Qué me está diciendo? ¿Qué quiere? El olor a alcohol y orín me revuelve el estómago vacío.
La luz de un coche al cruzar la bocacalle le ilumina la cara. Sufrida y curtida, extraña. Pero, algo me impresiona, no es su mano temblorosa, tampoco el gesto que tiene su boca. No, no es eso. Hay algo en su cara que atrae absolutamente toda mi atención.
Pero qué es lo que tiene en la cara esta vieja, ese ojo, ese ojo vacío, blanco, es casi asqueroso, no sé por qué se ve así, tan redondo, tan nítido, es lo único que resalta en la cara. ¡Señor una moneda, tengo hambre!, dice la vieja. Ese ojo me atrae, me atrae hacia la cara, me hundo en el cada vez más, me chupa rápido y fuerte, como si fuera la puerta de entrada a un pozo blanco, profundo, sin bordes, liso absolutamente liso, puedo ver su contorno, su entrada, después no, de adentro no veo nada, aunque sea blanco no se ve nada, es blanco pero es como si fuera negro, pero sólo es un ojo, un ojo blanco sí, pero un ojo al fin y al cabo no tiene que impresionarme, sólo es una esfera blanca está bien, no es de un blanco puro, no, éso, si fuera de un blanco puro seria tranquilizador pero este ojo es de un blanco sucio, manchado, sanguinolento repugnante. ¡Por favor señor una moneda para comer algo caliente esta noche, por favor¡ La vieja sigue suplicando con la mano extendida, pero no la escucho, no puedo escucharla por más que haga esfuerzos. No puedo mirarla completa, ni siquiera puedo mirar su cara, toda mi atención, toda mi concentración está en ese hueco orbital, vacío ciego y profundo, del cual es imposible alejar mi vista, blanco y vacío, repugnante y vacio, un hueco profundo, un pozo que parece no tener fondo.
Siento el estómago cada vez más revuelto, las ganas de vomitar ahora son muy fuertes, hago esfuerzos y me doy vuelta para abrir la puerta. La vieja me agarra del brazo sin ningún tipo de respeto, y continua con su suplica lastimosa, hambrienta, dolorosa. ¡Por favor señor, algo para comer, algo..! Me desprendo casi violentamente de la mano de la vieja que sujeta mi brazo, la empujo, doy vuelta mi cara para no ver su ojo, para entrar a la salvación de mi pieza, ese ojo ausente, pero ella insiste, me vuelve a agarrar del brazo, me obliga a dar vuelta mi cara y verla. Esta casi rozándome con todo su cuerpo mugriento. Su aliento y su olor ahora es completamente nauseabundo, insoportable, acido y doloroso. Como su ojo blanco y vacio.
Solo puedo hacer una cosa para salvarme. Y es lo que hago como un simple acto de supervivencia.
Meto mi mano en el bolsillo. Saco mi último billete de cinco pesos. Se lo doy y me libero de las náuseas. Por lo menos por esta noche.
Algunas cosas, me cuesta decirlas
Rara situación la mía, mi amigo, rara de verdad.
Jamás pude hablar sobre el amor o del amor, cuando estaba involucrado. Cuando tenía que referirme a “mi” amor. Al que yo sentía .
Aunque a usted le resulte difícil de creer, no podía pronunciar la palabra amor, o cualquiera de sus derivados, diminutivos o superlativos, y como si fuera poco, tampoco podía, en las situaciones más extremas, decir cualquier otra palabra que significara algo similar.
Podía escribir sobre el amor. También podía hablar del amor de otros o entre otros. Si eso sí. Pero no del mío.
Y no quiere decir que no lo sentía. Al contrario, lo sentía, y lo sentía de una manera bestial. En mis entrañas, en cada uno de mis huesos, en todas mis células, aún en la más recóndita, pequeña y escondida de mi ser. Así andaba por el mundo, mi amigo, inundado de amor y sin poder decirlo.
Supe de mi rara imposibilidad, una noche de verano allá por los años setenta. Recién había cumplido mis primeros dieciséis y ella tenía quince. Los dos estábamos perdidamente enamorados o creíamos estarlo. En el banco de la placita del barrio mientras nos besábamos en la oscuridad, ella me pidió : Decime que me amás; que ya hace tiempo que salimos y que si yo te amo y te lo digo vos también tenés que decírmelo, y que… Todas esas cosas que decían las muchachitas enamoradas cuando nos pedían una confirmación de nuestro amor. Entonces, mi amigo, en un instante fatal le dije que sí, que yo también la a… y no pude decir más.
Esa fue la primera vez que la palabra amor se me atravesó en la garganta, como un hueso de pollo o una espina maldita. Intenté, hice fuerza. Hasta las arcadas. No hubo solución, no pude, no salió ninguna palabra. Apenas un sonido gutural, lastimoso y patético. Ella entonces desilusionada y con el corazón roto, se fue. Y allí mismo, en esa plaza de barrio, también por primera vez, vomité amor.
Intente de todas las formas posibles, pero…no había caso, no podía pronunciar la palabra amor. Se me atragantaba entre la tráquea y las cuerdas vocales, o entre la faringe y la nuez. Se me quedaba atorada ahí, en la garganta, hecha una pelota.
Y el amor atorado, de a poco se secaba, como si fuera un gajo de naranja o de mandarina un poco ácida, un poco seca, que uno mastica, mastica y mastica, le saca todo el jugo que puede pero no la traga, sigue con el gajo dándole vuelta en la boca, para arriba y para abajo, entre los dientes, se le pega al paladar, se convierte en una bola seca, de gusto desagradable. Entonces no queda otro remedio que escupirla, porque ya es intragable.
Bueno mi amigo, siempre fui un tipo educado por demás, no me permito escupir en público, pero iba al baño y vomitaba. Vomitaba todo el amor atragantado que tenía. Hasta que me sentía vacío, con el estómago revuelto, pero vacío, con dolor, pero vacío. Listo para llenarme de vuelta.
El alivio, me duraba como mucho una semana. A los siete días, otra vez estaba empachado de amor. Y el ciclo comenzaba nuevamente. Al principio despacio, muy despacio, como una leve molestia estomacal, una pequeña indigestión, como si las milanesas del mediodía me hubieran caído muy pesadas. Pero, yo sabía muy bien de qué se trataba, por lo tanto hacía esfuerzos por decir amor, cuando este todavía era chiquito y no hacía falta gritarlo porque se podía pronunciar hasta en voz baja. Imposible. No emitía ningún sonido, las cuerdas vocales estaban inmovilizadas, como si sufrieran de paresia, esa rara enfermedad que le quita fuerza a los músculos.
Los años pasaron. Crecí y entonces los momentos difíciles, llegaron de la mano del sexo. Con la mayoría de las mujeres (acompañantes ocasionales de una noche o dos) no hubo inconveniente. Con otras fue diferente.
Siempre fui un poco querendón, de manera que con algunas de mis compañeras de cama, en los momentos en que la sangre bulle y el corazón galopa, bueno, no solamente había pasión e instinto, había un poco de amor o por lo menos cariño. Y la cosa se tornaba difícil de sujetar; la concentración se diluye y uno se deja llevar por el momento, entonces es como que el “Te quiero” o el “Te amo” sale solito, como un susurro que se desliza desde el corazón hasta la boca y de ahí salta al oído de la señorita o señora que está a nuestro lado. Bueno amigo, en esas ocasiones a mí el “Te amo” se me quedaba ahí nomás, cortado, atorado, sin poder salir y estropeando todo.
Pero, como todo se aprende, de a poco, a fuerza de golpes y fracasos, pude ir llevando bastante bien mi limitación, y mi vida amorosa transcurría sin mayores sobresaltos. Me ayudaban las poesías, las cartas, las canciones , los ositos de peluche, las tarjetas impresas para cualquier ocasión sentimental, aniversario, cumpleaños, reconciliación , Día de los enamorados, y cualquier otra festividad que tenga que ver con el amor. A las mujeres de mi vida les decía que las amaba con voz prestada.
Hasta que, fatalmente a los veinticuatro, en una fiesta de amigos comunes, la conocí a ella.
Entonces sí que la cosa se me complicó en serio. Porque esta vez, me enamoré mucho y fuerte. Ella no, y me rechazó. Pero yo, terco y vasco la perseguí casi dos años. Averigüé donde vivía y pasaba como al descuido por su casa, todos los días, para ver si la veía entrar o salir . Me cruzaba en los semáforos a la mañana cuando iba al trabajo, aunque eso implicara que tuviera que madrugar. No desaprovechaba ninguna oportunidad de cumpleaños, fiestas y reuniones de amigos comunes. Donde ella iba, ahí estaba yo. En fin, apelaba a todos los recursos y usaba toda la seducción de que disponía.
Hasta que al fin, logré mi cometido. A fin ella se enamoró de mí.
Entonces me di cuenta: El amor que tenía en el estómago no era como los de siempre, como los otros, como un gajo de naranja. Para nada. Me daba cuenta por el peso y el malestar, que tendría no menos que el tamaño de una pelota de tenis, y eso, atravesado en mi garganta podía ser mortal.
Me asuste, me entro pánico Mi primera reacción fue tratar de dejar de amarla. Pero por más que lo intenté no pude. No supe cómo hacerlo.
La primera noche que ella me dijo “Te amo”, sólo atiné, temblando, a sacar de mi billetera, un pedacito de papel, arrugado y que llevaba conmigo desde hacía mucho tiempo. Decía, con la letra mas prolija que había podido hacer “Yo también te amo”. Se lo entregué. Desde ese momento nuestras vidas quedaron unidas para siempre.
Con los años la pelota me fue creciendo cada vez más. Algunos días sentía que era del tamaño de una pelota “Pulpo”, pero otros, tenía toda la sensación que tenia dentro mío una número cinco. Por lo qué, instinto de supervivencia mediante, abandoné la idea de siquiera intentar decirle lo que la amaba. Sencillamente me aterrorizaba el solo hecho de pensar en esa pelota de amor, atragantada en mi garganta, asfixiándome.
Pero, el tiempo hizo su trabajo, su mirada perdió brillo y su alegría se fue apagando. Nunca me dijo nada, pero era muy claro que sentía mi falta de correspondencia a sus declaraciones de amor. Ya no bastaban las cartas, las poesías y los mensajitos escritos con el “Te amo”. Sabía, desde el fondo de mis tripas que ella necesitaba escuchar de mi boca, con mi voz esas dos palabras simples y completas. Ella no se merecía mi silencio.
Una noche trágica no aguanté más. No tenía ningún derecho a hacerla sufrir.
Así fue como un siete de julio, con dolor por dejar mi vida atrás, pero con plena conciencia de mis actos, me suicidé diciéndole ”Te amo”.
Oscar Ruíz
Contacto:oscarricardoruiz@gmail.com
http://oscarruiz-letras.blogspot.com.ar/
www.oscarruiz.com.ar
SOLAMENTE ES UN OJO
El colectivo avanza hacia la avenida Jara, a paso de hombre. Miro el reloj. Diez y media de la noche. Llevo doce horas de trabajo encima de la espalda y veinticinco pesos en el bolsillo. La propina de todo un día de laburo. Ganada a fuerza de chupar frio y sonreír aunque no tenga ganas.
Veo una ciudad en invierno. Una soledad desnuda que se muestra cruda a través de la ventanilla empañada. Dibujo el vidrio con el dedo mientras las gotitas de agua caen en cámara lenta zigzagueando. Los científicos dirán que es el resultado físico producto de la condensación. Prefiero pensar que son lágrimas. Lágrimas del frío, que llora porque no puede tocar al calor por más que lo intente.
Lejos muy lejos está mi pueblo donde el calor domina, las ventanas están siempre abiertas y los vidrios son reemplazados por mosquiteros de tela.
Mar del Plata no es así. El frío ayuda y la mishiadura completa la deserción callejera. La modorra del viaje me inunda, me llena de sopor, los párpados empiezan a pesarme, siento como si tuvieran tres kilos cada uno. Hago esfuerzos por dejarlos arriba pero se empecinan en caer. Me aflojo. Les dejo ganar. El sueño gana…
La sacudida del colectivo al pasar sobre las vías del tren, casi llegando a la avenida Luro me despierta, me vuelve a la realidad. ¡Ay! la puta, encima esta puntada en la cintura. No veo la hora de llegar a casa para tomarme algo caliente y una aspirina. Estoy fusilado.
Cuando me doy cuenta ya me estoy pasando de la parada. ¡Acá chofer, acá!, aprieto el timbre, apurado. El pibe al fin para el colectivo, casi una cuadra mas allá.
Antes de bajar escucho la voz del locutor de la radio que avisa: Temperatura dos grados. Sensación térmica un grado bajo cero. Instintivamente me subo el cierre de la campera, tratando que abrigue un poco más de lo que dá la tela finita y bastante gastada. Camino rápido las cuatro cuadras, a ver si logro darle algo de calor a mis pies helados.
La lamparita de la bocacalle otra vez está rota, está bastante oscuro solo hay luz en la esquina. Siento que aún me queda algo de suerte: el polirrubro de Sara está abierto. A punto de cerrar, pero aún abierto. Sara me ve acercar y agarra un paquetito de cigarrillos para alcanzármelos. Los de diez que siempre llevo. Le pido una sopa de arvejas con cubitos de pan tostado, la única que me gusta y que vale la pena, también le pido a Sara que me “preste” un par de aspirinas. Le pago los veinte pesos, hacemos dos comentarios comunes sobre el frio y me rajo.
Puta che, qué frío y la pieza que debe estar helada después de estar todo el día cerrada. Comer solo con frío, qué mierda. El invierno es una porquería, en el verano todo se soporta mejor. Hasta el laburo es mejor, hay más propinas, más mujeres, más vida. No veo la hora de llegar a la pensión, tomarme la sopa bien caliente y poner a Tinelli.
Cruzo la calle, empiezo a buscar la llave en el bolsillo del pantalón, estoy tan sólo a metros del calor y la cama tan merecidos. Ya llego… Ya estoy frente a la puerta…Ya estoy sacando la llave…. Ya…
De pronto, desde el umbral de la casa lindera aparece de golpe alguien. Me sobresalto, me asusto. Es una mujer que estaba tirada en el piso tapada con unos trapos, unas frazadas rotas. Se puso de pie de golpe y yo quizás distraído o por la oscuridad no la vi.
La mujer me encara, estira la mano, temblorosa, sucia y me pide una moneda. Que le ayude a meter algo caliente en el estómago, me dice.
La puta que lo parió qué susto me pegó esta vieja de mierda. ¿Qué me está diciendo? ¿Qué quiere? El olor a alcohol y orín me revuelve el estómago vacío.
La luz de un coche al cruzar la bocacalle le ilumina la cara. Sufrida y curtida, extraña. Pero, algo me impresiona, no es su mano temblorosa, tampoco el gesto que tiene su boca. No, no es eso. Hay algo en su cara que atrae absolutamente toda mi atención.
Pero qué es lo que tiene en la cara esta vieja, ese ojo, ese ojo vacío, blanco, es casi asqueroso, no sé por qué se ve así, tan redondo, tan nítido, es lo único que resalta en la cara. ¡Señor una moneda, tengo hambre!, dice la vieja. Ese ojo me atrae, me atrae hacia la cara, me hundo en el cada vez más, me chupa rápido y fuerte, como si fuera la puerta de entrada a un pozo blanco, profundo, sin bordes, liso absolutamente liso, puedo ver su contorno, su entrada, después no, de adentro no veo nada, aunque sea blanco no se ve nada, es blanco pero es como si fuera negro, pero sólo es un ojo, un ojo blanco sí, pero un ojo al fin y al cabo no tiene que impresionarme, sólo es una esfera blanca está bien, no es de un blanco puro, no, éso, si fuera de un blanco puro seria tranquilizador pero este ojo es de un blanco sucio, manchado, sanguinolento repugnante. ¡Por favor señor una moneda para comer algo caliente esta noche, por favor¡ La vieja sigue suplicando con la mano extendida, pero no la escucho, no puedo escucharla por más que haga esfuerzos. No puedo mirarla completa, ni siquiera puedo mirar su cara, toda mi atención, toda mi concentración está en ese hueco orbital, vacío ciego y profundo, del cual es imposible alejar mi vista, blanco y vacío, repugnante y vacio, un hueco profundo, un pozo que parece no tener fondo.
Siento el estómago cada vez más revuelto, las ganas de vomitar ahora son muy fuertes, hago esfuerzos y me doy vuelta para abrir la puerta. La vieja me agarra del brazo sin ningún tipo de respeto, y continua con su suplica lastimosa, hambrienta, dolorosa. ¡Por favor señor, algo para comer, algo..! Me desprendo casi violentamente de la mano de la vieja que sujeta mi brazo, la empujo, doy vuelta mi cara para no ver su ojo, para entrar a la salvación de mi pieza, ese ojo ausente, pero ella insiste, me vuelve a agarrar del brazo, me obliga a dar vuelta mi cara y verla. Esta casi rozándome con todo su cuerpo mugriento. Su aliento y su olor ahora es completamente nauseabundo, insoportable, acido y doloroso. Como su ojo blanco y vacio.
Solo puedo hacer una cosa para salvarme. Y es lo que hago como un simple acto de supervivencia.
Meto mi mano en el bolsillo. Saco mi último billete de cinco pesos. Se lo doy y me libero de las náuseas. Por lo menos por esta noche.
Algunas cosas, me cuesta decirlas
Rara situación la mía, mi amigo, rara de verdad.
Jamás pude hablar sobre el amor o del amor, cuando estaba involucrado. Cuando tenía que referirme a “mi” amor. Al que yo sentía .
Aunque a usted le resulte difícil de creer, no podía pronunciar la palabra amor, o cualquiera de sus derivados, diminutivos o superlativos, y como si fuera poco, tampoco podía, en las situaciones más extremas, decir cualquier otra palabra que significara algo similar.
Podía escribir sobre el amor. También podía hablar del amor de otros o entre otros. Si eso sí. Pero no del mío.
Y no quiere decir que no lo sentía. Al contrario, lo sentía, y lo sentía de una manera bestial. En mis entrañas, en cada uno de mis huesos, en todas mis células, aún en la más recóndita, pequeña y escondida de mi ser. Así andaba por el mundo, mi amigo, inundado de amor y sin poder decirlo.
Supe de mi rara imposibilidad, una noche de verano allá por los años setenta. Recién había cumplido mis primeros dieciséis y ella tenía quince. Los dos estábamos perdidamente enamorados o creíamos estarlo. En el banco de la placita del barrio mientras nos besábamos en la oscuridad, ella me pidió : Decime que me amás; que ya hace tiempo que salimos y que si yo te amo y te lo digo vos también tenés que decírmelo, y que… Todas esas cosas que decían las muchachitas enamoradas cuando nos pedían una confirmación de nuestro amor. Entonces, mi amigo, en un instante fatal le dije que sí, que yo también la a… y no pude decir más.
Esa fue la primera vez que la palabra amor se me atravesó en la garganta, como un hueso de pollo o una espina maldita. Intenté, hice fuerza. Hasta las arcadas. No hubo solución, no pude, no salió ninguna palabra. Apenas un sonido gutural, lastimoso y patético. Ella entonces desilusionada y con el corazón roto, se fue. Y allí mismo, en esa plaza de barrio, también por primera vez, vomité amor.
Intente de todas las formas posibles, pero…no había caso, no podía pronunciar la palabra amor. Se me atragantaba entre la tráquea y las cuerdas vocales, o entre la faringe y la nuez. Se me quedaba atorada ahí, en la garganta, hecha una pelota.
Y el amor atorado, de a poco se secaba, como si fuera un gajo de naranja o de mandarina un poco ácida, un poco seca, que uno mastica, mastica y mastica, le saca todo el jugo que puede pero no la traga, sigue con el gajo dándole vuelta en la boca, para arriba y para abajo, entre los dientes, se le pega al paladar, se convierte en una bola seca, de gusto desagradable. Entonces no queda otro remedio que escupirla, porque ya es intragable.
Bueno mi amigo, siempre fui un tipo educado por demás, no me permito escupir en público, pero iba al baño y vomitaba. Vomitaba todo el amor atragantado que tenía. Hasta que me sentía vacío, con el estómago revuelto, pero vacío, con dolor, pero vacío. Listo para llenarme de vuelta.
El alivio, me duraba como mucho una semana. A los siete días, otra vez estaba empachado de amor. Y el ciclo comenzaba nuevamente. Al principio despacio, muy despacio, como una leve molestia estomacal, una pequeña indigestión, como si las milanesas del mediodía me hubieran caído muy pesadas. Pero, yo sabía muy bien de qué se trataba, por lo tanto hacía esfuerzos por decir amor, cuando este todavía era chiquito y no hacía falta gritarlo porque se podía pronunciar hasta en voz baja. Imposible. No emitía ningún sonido, las cuerdas vocales estaban inmovilizadas, como si sufrieran de paresia, esa rara enfermedad que le quita fuerza a los músculos.
Los años pasaron. Crecí y entonces los momentos difíciles, llegaron de la mano del sexo. Con la mayoría de las mujeres (acompañantes ocasionales de una noche o dos) no hubo inconveniente. Con otras fue diferente.
Siempre fui un poco querendón, de manera que con algunas de mis compañeras de cama, en los momentos en que la sangre bulle y el corazón galopa, bueno, no solamente había pasión e instinto, había un poco de amor o por lo menos cariño. Y la cosa se tornaba difícil de sujetar; la concentración se diluye y uno se deja llevar por el momento, entonces es como que el “Te quiero” o el “Te amo” sale solito, como un susurro que se desliza desde el corazón hasta la boca y de ahí salta al oído de la señorita o señora que está a nuestro lado. Bueno amigo, en esas ocasiones a mí el “Te amo” se me quedaba ahí nomás, cortado, atorado, sin poder salir y estropeando todo.
Pero, como todo se aprende, de a poco, a fuerza de golpes y fracasos, pude ir llevando bastante bien mi limitación, y mi vida amorosa transcurría sin mayores sobresaltos. Me ayudaban las poesías, las cartas, las canciones , los ositos de peluche, las tarjetas impresas para cualquier ocasión sentimental, aniversario, cumpleaños, reconciliación , Día de los enamorados, y cualquier otra festividad que tenga que ver con el amor. A las mujeres de mi vida les decía que las amaba con voz prestada.
Hasta que, fatalmente a los veinticuatro, en una fiesta de amigos comunes, la conocí a ella.
Entonces sí que la cosa se me complicó en serio. Porque esta vez, me enamoré mucho y fuerte. Ella no, y me rechazó. Pero yo, terco y vasco la perseguí casi dos años. Averigüé donde vivía y pasaba como al descuido por su casa, todos los días, para ver si la veía entrar o salir . Me cruzaba en los semáforos a la mañana cuando iba al trabajo, aunque eso implicara que tuviera que madrugar. No desaprovechaba ninguna oportunidad de cumpleaños, fiestas y reuniones de amigos comunes. Donde ella iba, ahí estaba yo. En fin, apelaba a todos los recursos y usaba toda la seducción de que disponía.
Hasta que al fin, logré mi cometido. A fin ella se enamoró de mí.
Entonces me di cuenta: El amor que tenía en el estómago no era como los de siempre, como los otros, como un gajo de naranja. Para nada. Me daba cuenta por el peso y el malestar, que tendría no menos que el tamaño de una pelota de tenis, y eso, atravesado en mi garganta podía ser mortal.
Me asuste, me entro pánico Mi primera reacción fue tratar de dejar de amarla. Pero por más que lo intenté no pude. No supe cómo hacerlo.
La primera noche que ella me dijo “Te amo”, sólo atiné, temblando, a sacar de mi billetera, un pedacito de papel, arrugado y que llevaba conmigo desde hacía mucho tiempo. Decía, con la letra mas prolija que había podido hacer “Yo también te amo”. Se lo entregué. Desde ese momento nuestras vidas quedaron unidas para siempre.
Con los años la pelota me fue creciendo cada vez más. Algunos días sentía que era del tamaño de una pelota “Pulpo”, pero otros, tenía toda la sensación que tenia dentro mío una número cinco. Por lo qué, instinto de supervivencia mediante, abandoné la idea de siquiera intentar decirle lo que la amaba. Sencillamente me aterrorizaba el solo hecho de pensar en esa pelota de amor, atragantada en mi garganta, asfixiándome.
Pero, el tiempo hizo su trabajo, su mirada perdió brillo y su alegría se fue apagando. Nunca me dijo nada, pero era muy claro que sentía mi falta de correspondencia a sus declaraciones de amor. Ya no bastaban las cartas, las poesías y los mensajitos escritos con el “Te amo”. Sabía, desde el fondo de mis tripas que ella necesitaba escuchar de mi boca, con mi voz esas dos palabras simples y completas. Ella no se merecía mi silencio.
Una noche trágica no aguanté más. No tenía ningún derecho a hacerla sufrir.
Así fue como un siete de julio, con dolor por dejar mi vida atrás, pero con plena conciencia de mis actos, me suicidé diciéndole ”Te amo”.
Oscar Ruíz
Nació el 1 de noviembre de 1956,
en Mar del Plata, Casado. Dos hijos. Estudió en la Universidad Nacional de Mar
del Plata, recibiéndose de Contador Público Nacional ejerciendo el desarrollo de su profesión de
manera independiente en el área de Administración de empresas. En el año 2001
funda su propia empresa en el sector agrícola.
Comienza a escribir sus primeros
trabajos en el años 2011. Estudio en varios talleres literarios: El dictado por
la escritora Marcela Predieri (2011-2012) , el dictado por el escritor Pablo
Ramos (2012) y actualmente el dictado por el escritor Javier Chiabrando.
Sus trabajos han sido publicados en varios números
de la Revista de Cultura “La Avispa”,
y en la Antología de Escritores Marplatenses “Mar del Plata en boca de todos-(2011) - ” ; “Lea y Punto” –(2012)
- “Antología del 1er certamen del Consejo Municipal de Cultura
General Pueyrredón – (2012)”, “11a. Convergencia internacional de Narrativa
JUNINPAIS 2012” . Revista Rumbos
(suplemento que acompaña la edición de los sábados del diario Clarín ). Diario
La Capital de Mar del Plata , Suplemento de Cultura.
También varios de sus relatos y cuentos se publican en su blog “ LETRAS Y OTRAS YERBAS”
A principios del 2013, auto publicó su primer libro
de narrativa breve , edición digital, bajo el sistema “Del autor al Lector” “PEQUEÑOS
HOMENAJES” .Actualmente
se encuentra en proceso de edición y corrección final su 2do libro de cuentos
Palabras Gastadas
Ha
obtenido los siguientes premios y menciones :
2011 - 1ra Mención de honor en Cuento - VII Concurso Nacional de Poesía y Cuento - Taller Literario del Club Atlético Kimberley
2012 - 3er. Puesto en Narrativa - Cuento en el Undécimo Certamen Internacional de Cuento y Poesía JUNINPAIS2012.
2012 - 2da. Mención de Honor en cuento 1er. Certamen del Consejo Municipal de Cultura - Mutual de Trabajadores Municipales . Partido de Gral. Pueyrredón.
2012 - 1er. Puesto Cuento - Concurso Literario de Cuento Corto - Peña de escritores Pinamarenses
2011 - 1ra Mención de honor en Cuento - VII Concurso Nacional de Poesía y Cuento - Taller Literario del Club Atlético Kimberley
2012 - 3er. Puesto en Narrativa - Cuento en el Undécimo Certamen Internacional de Cuento y Poesía JUNINPAIS2012.
2012 - 2da. Mención de Honor en cuento 1er. Certamen del Consejo Municipal de Cultura - Mutual de Trabajadores Municipales . Partido de Gral. Pueyrredón.
2012 - 1er. Puesto Cuento - Concurso Literario de Cuento Corto - Peña de escritores Pinamarenses
Contacto:oscarricardoruiz@gmail.com
http://oscarruiz-letras.blogspot.com.ar/
www.oscarruiz.com.ar
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