1. ¿Cómo o por
quién fue tu primer acercamiento con la literatura? ¿Quiénes fueron los
primeros autores que leíste? ¿Tus influencias?
Una maestra de quinto grado, Edith, llevó una vez al aula
una gran cantidad de libros. Pertenecían todos a una colección llamada “Robin
Hood”. Todos los libros eran amarillos. Publicaban los grandes clásicos. Los
puso sobre una mesa y nos hizo pasar a tomar uno. Había que leerlo en
vacaciones de invierno y escribir lo que nos había parecido. Elegí “20.000
leguas de viaje submarino” de Verne, porque me gustó la tapa. Fue la primera
vez que leí un libro. Que supe lo que era meterse en una historia escrita. Ver
las imágenes. Salirme del ahora. En esas dos semanas casi no hablé con mis
padres.
Ya en la adolescencia, leí a muchos escritores
nacionales. Cortázar y Arlt fueron mis primeras influencias. Más tarde, autores
como Di Benedetto o Saer. Fogwill. Bolaño. Dos influencias determinantes:
Borges y Onetti.
2. ¿Cómo surge la
necesidad de escribir? ¿Cuándo comenzás a compartirlo con el lector
desconocido?
Nunca supe por qué uno escribe. Cuando era chico dibujaba
historietas todo el tiempo. En hojas sueltas, cuadernos. Con lapicera negra. Me
entretenía, evidentemente. Había una suerte de placer a solas allí. No sé si
hedonismo. Además de pensar la historia, escribía cierto guión y diálogos.
Después, en la adolescencia vinieron las primeras formas de cuento y poesía.
Desde siempre, le he mostrado casi todo a cualquiera. No es para mí tan
importante el recelo sobre un dibujo o un escrito.
3. ¿Cómo es el
proceso de tu escritura? Desde que aparece y se atrapa la idea o la imagen
inicial ¿Algún momento en particular del día, estado de ánimo? ¿Música o
silencio? ¿Qué sensaciones, qué temas te impulsan a escribir?
La tristeza o la ansiedad son dos sentimientos que me
impulsan a escribir. Fuera de eso, escribo con cierta regularidad. A veces, si
aparece una idea más o menos acabada para un cuento, escribo bastante por días.
Lo dejo, después lo retomo. Durante meses. Años. Lo cotidiano y lo simbólico son
dos cosas que me hacen escribir. Al menos reflejo eso en lo que escribo. Puedo
hacerlo en cualquier momento del día, en varios lugares. Escribo a mano o en la
máquina dependiendo de dónde esté. En silencio si es posible. A veces no se
puede. Escribo un fragmento, una serie de imágenes y acciones. Un tipo que baja
de su departamento, cruza la plaza, compra cigarrillos, camina, fuma de cara al
río. No sé si espera a alguien, no importa por ahora. Le hago hacer algo, sobre
todo pensar. Observar todo y observarse. Sentirse solo, triste, triunfante. No
sé. Y eso tal vez otro día se lo agrego a un fragmento donde una mujer caminaba
por un puente. Así se va dando. Tardo mucho.
4. ¿Y el proceso
de corrección?
Cada vez que releo algo, lo corrijo. Siempre. Todo.
Prosa, verso. Algunos cuentos llevan años de terminados, y lo mismo. Siempre
una palabra, algo. Trato de no retocar comas, porque me da la idea de que la
respiración del escritor está en los puntos que usa, las pausas y demás. Si
toco las comas, perdería la idea de cómo escribía yo hace más de diez años.
Pero nunca considero que algo mío esté cerrado del todo. Siempre me doy cuenta
de algo, trato de mejorarlo.
5. ¿De qué manera
construís tus personajes, tus historias?
Todos son escapistas o gente de apariencias. Sobre esas
dos variantes hago pesar todo. Mis personajes están basados más que nada en la
forma de pensar que tienen, en la forma de ver las cosas. Como individuos son
un promedio. Son algo generales. Pero si algo los identifica, los agremia, es
la incomodidad que sienten por el hecho de haber nacido. Creo que eso es lo que
escribo más que una historia en sí. Delineo modos de pensar y de experimentar
la realidad que reflejo en los personajes. Mis cuentos, en ese sentido, son
como viñetas algo extendidas. La clase media, a la cual pertenezco, es un campo
muy fértil para esa construcción.
6. ¿Qué autores
estás leyendo en este momento? ¿Qué autor u obra que se suponía debía gustarte,
no lo hizo? ¿Cuál te sorprendió?
En este último tiempo he leído mucho a Clarice Lispector.
Nunca la había hecho y quedé fascinado. Sus personajes son muy fuertes siempre.
La manera en la que reflejan lo social y lo simbólico de la cultura. Y no es
para nada artificiosa al escribir.
Se supone que debería gustarme Saramago. Me aburre. Me parece
muy “calesitero” en la forma de contar las cosas. Llena hojas con oraciones
interminables. Y te mantiene durante todo un libro para llegar a conclusiones
como “cuidado, capaz que Dios es malo”.
Sorprenderme me sorprendió en el último año la poesía de
un ruso llamado Joseph Brodsky.
7. La literatura,
como toda manifestación artística, es un reflejo de su época y la realidad en
la que vivimos interfiere en la creación. ¿De qué manera influye en tu escritura?
Si no es así ¿Con qué espacio y tiempo se identifica?
La posmodernidad hace que uno presente las cosas de un
modo más vertiginoso, por así decirlo. Creo que hoy en día, toda cabeza tiene
algo de “imagen suelta sin pensar” como canta Ricardo Mollo. La realidad y lo
que hacemos y reproducimos a diario van a influir quieras o no en lo que hacés.
La modernidad líquida, lo fugaz. Si escribieras sobre Cristóbal Colón, algo de
época, digamos, lo mismo lo estarías haciendo desde tu realidad de hombre
esquizofrénico del siglo XXI. El tiempo influye en la forma de escribir, de
registrar. De armar las oraciones. No hace falta escribir sobre tipos que toman
cocaína en el baño de la oficina para ser posmoderno. Lo sos aunque no quieras.
8. En nuestra
ciudad, el mar, la costa, el borde ¿Crees
que hay una identidad entre autores que comparten un espacio en común? ¿Cómo es
tu historia y relación con Mar del Plata?
Tal vez sí, no sé. Conozco a pocos escritores. Tres tal
vez, y no hablo con ellos mucho del tema. Más que a Mar del Plata, lo que suelo
querer es la idea que de ella tengo. Lo simbólico de esta ciudad. Creo que si
no estuviera junto al mar y se llamara distinto, no me gustaría para nada.
9. ¿Cómo ves la
literatura actual, a nivel local y nacional? ¿Algún autor para recomendar?
Tengo la sensación de que ha pasado el tiempo de los
escritores que uno podría llamar trascendentes. Los padres de la literatura.
Los que hoy son reconocidos como “grandes”. Hoy la literatura busca entretener
o dejar alguna anécdota de nuestra historia. Siempre de la mano de ficciones
que tienen en su argumento un poquito de todo lo que es necesario para lograr
un buen producto. En ese sentido, los mejores son aquellos que escriben
sabiendo hacer buen uso de las cenizas de su tradición. Los lectores hoy no son
tan masivos como hace ochenta o cincuenta años. Hay otros canales y medios hoy.
Creo que los escritores van a la par con eso. Lo que busco como lector, es
siempre una buena historia, bien contada. ¿Recomendar? No sé. Puede que alguien
encuentre atrayente como yo la poesía de Fabián Casas. Los cuentos de César
Aira son muy buenos. Siempre es bueno leer a un maestro como Onetti.
10. Hay
acontecimientos que incentivan, otros que bloquean y hacen que luego notemos
una evolución o un click en nuestra escritura ¿Cuáles fueron esos sucesos
históricos personales o externos que intervinieron en su obra hasta ahora?
En mi caso particular, no podría definir un hito. No hay
un cambio biográfico que me haya llevado a escribir o a cambiar la manera de
hacerlo. No al menos que yo pueda identificar. Supongo que toda la experiencia
determina lo que uno podría llamar obra.
11. Olga Orozco
decía que el tono particular de su poesía se debía a su propia medida de
respiración. El autor le imprime una musicalidad propia. Siempre al escribir
está presente la cadencia de nuestra voz y cuando alguien oye leer al escritor,
esa voz puede acompañarlo por el resto de las lecturas en el papel. La
respiración del texto puede llevar al lector a respirar con él. Hay personas
que no pueden seguir el ritmo a una lectura, se quedan sin aire, a otros les
queda resto, ¿Cómo quiere dejar al lector si sigue su respiración, con aire de
sobra relajado mirando el mar, haciendo algún arte marcial ancestral,
filtrándolo de a poco para degustar mejor, sin aire por haber corrido un
colectivo?
Jajaja. Sin aire por haber corrido un colectivo. Eso en
los cuentos principalmente. Mis poemas en cambio pueden ser de tono más
variado.
12. Si bien todos
podemos hablar de los mismos temas, cada autor crea una galaxia en la que
florece una simbología personal, que aparece y se acentúa y se repite para
generar un propio lenguaje y lugar común donde sentarse a observar y sentir con
él. Si tuviera que visualizar su obra en un collage, ¿Qué elementos de su obra
no faltarían? Puede nombrar paisajes, objetos, sensaciones, situaciones
concretas, texturas, colores…
El frío, el calor agobiante, la lluvia, el cielo, los
pájaros, la noche, una estatua, cigarrillos, el río, café, whisky, un bar,
amigos, hombres, mujeres, niños, la ciudad, el transporte, la muerte…
13. Alrededor de
la poesía y del escritor se construye cierta atmosfera mística, hay quienes se
salvan, quienes se alimentan, quienes mueren, quienes hacen de ello algo
cotidiano o algo extraordinario. Étiemble sostenía que el placer poético podía
tener un origen fisiológico, de índole muscular y respiratorio (volviendo a la
respiración) siendo una manera de unirnos al mundo, participando del ritmo
universal. ¿Qué lugar tiene la escritura en tu vida? ¿Qué es lo que
buscás/encontrás en ella? ¿Qué es para vos, desde tu cuerpo en relación al
mundo?
No sé de dónde viene el acto de escribir. No sé si sea
una necesidad. Todos nos expresamos, creo. La literatura, como forma, no sé qué
pretende más allá de eso. Siempre me digo que es una forma de invención, y que
inventar es placentero. Para mí, desde mi cuerpo no es nada hacia el mundo. La
literatura está dentro de la cabeza, por así decirlo. no sé darme cuenta qué me podría generar a
nivel físico. No sé si me une al mundo, sino que fragmenta mi experiencia de
vida.
14. Te pido un tema,
disco, banda o lo que gustes para dejarnos con algo de tu obra al pie de la
entrevista…
“The pressman” de Primus.
15. ¿Madera,
fuego, tierra, metal o agua?
Tierra.
SE ACEPTAN DEVOLUCIONES
I.
-Vos sola
–dijo la madre- te arruinás la vida.
La hija salió
esforzándose por evitar un último intento, acaso no estaba del todo perdida la
posibilidad de aceptación que su madre, borracha en el sillón, podía otorgarle.
En la calle
subió al auto que la esperaba.
-Arrancá
–dijo. Una marejada de lágrimas le venía
por el pecho. Él miró por la ventanilla mientras arrancaba; se llevó, sin
saberlo, la idea cuadrada de la casa. Tres cuadras después le dijo que tenía
una bolsa sin abrir. Como la otra vez. Le mostró con un dedo la guantera.
-Buscá. Una
bolsita celeste. Esta mañana compré dos. Me queda esa.
-No –dijo
ella, recogidas las piernas en el abrazo circular que sujetaban las manos –no
quiero tomar.
-No seas
pelotuda.
-Va a pasar.
-Como
quieras. En un rato no está más. Me la tomo toda. Tengo un whisky.
Ella puso la
mitad de la cara contra la ventanilla y vio desaparecer de un coletazo el río,
cuando entraron a la autopista.
II.
“La madre
nunca quiso saber nada, desde que me conoció me le puse entre ceja y ceja, pero
bueno, ahí me la traje, ahora duerme en un colchón que le armé, pero ya está,
hermano, esa vieja de mierda no jode más, que se muera podrida de una buena vez
y listo, yo ya conseguí lo que quería, sacarla a ésta pelotuda de ahí adentro
(…) la vieja le trabajaba la cabeza todo
el día en contra mío, que el laburo, que la traza, que esto y lo otro, y la tarada me lloraba la novelita, que por
qué no buscás laburo y por qué no dejás de tomar y por qué no esto y por qué no
lo otro, la concha de su madre (...) me
hago cargo del pendejo, que no si es mío encima, y la saqué de esa casa, loco,
hay que ver el esfuerzo que estoy haciendo, pero que se ponga a limpiar, ya le
dije, y que siempre haya de comer cuando llego. Si se las quiere dar de mujer
grande que haga lo suyo, loco, ¿o no?”
III.
Ella: -Estoy
esperando un hijo.
Su madre:
-Seguro es del negro ese, el de la carpintería. ¿Con ese te empiernaste?
Ella: -Él no
tiene nada que ver en esto, soy yo, es un hijo. Él no me importa. El chico va a
ser mío.
Su madre:
-Nos jodiste la vida, ¿sabés, no? ¡Mierda! ¡Por puta! ¡Puta! ¿Cómo voy a vivir
yo ahora? ¡Cómo hago sola! ¡Turra!
Ella (estallando en lágrimas): ¡Nada me va a
joder la vida tanto como vos! (sale
corriendo y se escucha un portazo).
IV.
La costumbre
fue lijando la convivencia, la vida masticada. Los golpes de él cayeron sobre
ella como persuasivos de la resignación, noche a noche, sobre ojos o boca, o
con cinto o un zapato en las piernas. Casi una ceremonia el altar impermutable
entre el inodoro y la pileta del baño; la posible ducha fría. Luego la cama; su
diaria muestra de aceptación.
Hasta que una
noche, cansada, ella dijo “la extraño”.
El la
miró.
Guardó
silencio y no tuvo ganas de hacerle nada. Esa mujer a su lado, ya no valía
nada.
Dio la vuelta
y se esforzó por dormir.
V.
Un jueves a
la tarde, ella volvía.
Él ya estaría
borracho en el sillón o con una silla en el patio. No iba a golpearla todavía
si quedaba vino o cerveza. Si tenía falopa hasta podrían encamarse sin potenciales peligros de
maltrato.
Entró y
sintió el olor, desde antes de la puerta, flotando en la penumbra de las
ventanas cerradas. Y la vio, con él, fumando en silencio como si algo estuviese
acordado desde antes.
Supo de
pronto que extrañarla había sido un error, pero más haberlo dicho, que él lo
escuchara.
Parecía que
la estaban esperando.
La madre se
levantó. Le clavó los ojos y caminó hacia ella. La tomó fuerte del cuello, con
un brazo, desde atrás. Sometiéndola, buscó con la otra mano la entrepierna, se
abrió camino con fuerza, dominante, por adentro del pantalón, la ropa íntima.
Apretaba con violencia. Ya no era su madre. El hocico era el de un perro, o
casi un perro. Tirando a monstruo.
-Me contó
alguien que me estabas extrañando. ¿Extrañabas esto? Mamá sabía, te juro. No
ibas a aguantarte, ¡puta! ¡Desde chiquita, sabés, no podemos vivir separadas!
Y en eso
quedaron mientras él salió al patio, a fumar, ignorando la belleza de la tarde
que se iba.
***
Hay un lugar donde desemboca la aurora
y la gente tiene ese brillo en los ojosde los que van a vivir poco,
un secreto anhelo de placeres puros
y la extraña costumbre de herirse
para ver si son capaces de sentir.
***
***
Si los
animales hubieran anticipado la tormenta
habríamos
podido salvar lo puestosolo por un tiempo, para que la desnudez de pronto
no fuera una cosa tan fría.
Si hubiéramos sembrado en el camino señales
no estaríamos perdidos en una noche
tan larga y oscura, donde no nos reconocemos
si no nos gritamos de cerca.
Tarde o temprano, el último de nosotros
habrá de recordar que estás cosas ocurrieron.
porque hay
un destino o por que las dijo un dios.
Qué importa
sufrir ahora, me digo
si será mi
cuerpo polvo o un árbol en flor.Tarde o temprano, el último de nosotros
habrá de recordar que estás cosas ocurrieron.
Pensará, “así tenía que ser”,
porque hay un destino o por que las dijo un dios.
Qué importa sufrir ahora, me digo
si será mi cuerpo polvo o un árbol en flor.
Martín Oremor
Martín nació en 1978 en Mar del
Plata. Es bajista de la banda de rock folk On a Whale y trabaja como profesor
de Geografía. Sus trabajos literarios han aparecido en revistas, diarios,
antologías y en un volumen recopilatorio titulado “Cuentos”.
Excelente nota, que placer me produce leer su forma poetica, experta, e intensa de expresarse.
ResponderEliminarRealmente Impresionante. No lo conozco personalmente, pero me llega las cosas que escribe. Para cuando el segundo libro de Cuentos?.-
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