miércoles, 7 de agosto de 2013

Alejo Salem


foto de Lucía Giacondino


1. Cómo o por quién fue tu primer acercamiento con la lectura y con la poesía? ¿Quiénes fueron los primeros autores que leíste? ¿Tus influencias?


No me acuerdo bien cómo me acerqué a la poesía. Del primer autor que me acuerdo siempre es de Arlt, y después de Borges. Creo que el primer poemario que leí completo fue La mujer pez de Jorge Dorio. Lo entendí poéticamente muchos años después. Y unas antologías enormes de poesía que me prestó una novia.

No sé de que manera trabajan las influencias. Me decía Julio Alfonso que  él quería escribir como Arlt y Borges juntos. Creo que de alguna manera lo logró y que me gustaría tener algo de ellos.



2. ¿Cómo surge la necesidad de escribir? ¿Cuándo comenzás a compartirlo con el lector desconocido?


Empecé queriendo escribir canciones con un amigo que tocaba la guitarra, creo que a los 16 o 17. Algunas quedaron lindas pero ya se perdieron.

Siempre me costó menos compartir las cosas con desconocidos que con conocidos. No creo en escribir para uno mismo.


 3. ¿Cómo es el proceso de tu escritura? Desde que aparece y se atrapa la idea o la imagen inicial del poema ¿Algún momento en particular del día, estado de ánimo? ¿Música o silencio? ¿Qué sensaciones, qué temas te impulsan a escribir?


En mi caso es aleatorio. Hay palabras o estructuras que me van quedando en la cabeza y las anoto en papelitos que voy juntando y cuando puedo las desarrollo; puede pasar bastante tiempo hasta que las corrijo y las trabajo. No siempre parto de historias o sucesos de los que formo parte. Algunas ideas vienen de simple observación o de cosas que les pasan a otro y fantaseo con que son mías. En algún punto lo son o me las apropio.

La música y el silencio tienen sus momentos, pero van más allá del acto de escribir. Mi primer libro lo escribí trabajando en una estación de servicios, literalmente. Iba anotando pedazos de poemas entre cliente y cliente y los guardaba en la billetera de trabajo.



4. ¿Y el proceso de corrección?


Creo que nunca se termina de aprender a corregir. Borges decía que editaba para dejar de corregir, o algo así. Comparto esa idea a la vez que admiro a los que son capaces de escribir buenas cosas de un tirón.

Paso mucho tiempo trabajando sobre eso y me cuesta quedar conforme.


5. La voz del poeta. Leí a un poeta comentar “cuando siento que es mi voz la que sale, prefiero borrarla. Busco una voz extraña, que no sea la mía” ¿Cómo se comporta tu voz, sube a la superficie, se sumerge? 


No sé bien cómo es eso, cómo funcionan la voz propia y la ajena. Sospecho que tiene que ver con algún grado de madurez artística, con distinguirse de las influencias. Pero tampoco es algo muy preciso. Hay voz cuando hay algo que decir o cuando hay algo que decir, hay voz.

Creo que se escribe como se piensa y que cuanto más predisposición tengas para dejar fluir la voz, mejor.



6. ¿Qué autores estás leyendo en este momento? ¿Qué autor u obra que se suponía debía gustarte, no lo hizo? ¿Cuál te sorprendió?


Estoy leyendo Niebla, de Unamuno y Migas, de Mariana Kruk.

Como lector soy bastante injusto e incompleto. Hay clásicos que no leí; hay desconocidos que leo seguido en internet.



7. La poesía, como toda manifestación artística, es un reflejo de su época y la realidad en la que vivimos interfiere en la creación. ¿De qué manera influye en tu escritura? Si no es así ¿Con qué espacio y tiempo se identifica?


No me propongo escribir a partir de hechos concretos de la agenda mediática. Las veces que lo intenté salieron cosas horribles.

Creo que hay imágenes o líneas que llevo conmigo y que de ahí sale lo que escribo. No puedo decir que hay un acto consciente que ate lo que escribo a la realidad, pero tampoco lo puedo negar. Lo que siento va a estar presente en alguna parte del discurso, quiera nombrarlo o no.



8. En nuestra ciudad, el mar, la costa, el borde  ¿Creés que hay una identidad entre autores que comparten un espacio en común? ¿Cómo es tu historia y relación con Mar del Plata?


No creo que haya una identidad literaria a la marplatense. El mar no es exclusivo, ni nuestro, ni histórico. A veces veo el recorte de la figura de la ciudad y creo que falta mucho para que asome algo aúne y a la vez distinga del resto del país. Y tampoco sé si hace falta eso.

Mi relación con Mar del Plata tiene episodios de una ambigüedad llamativa. Nací en Ciudadela. Cuando mis viejos decidieron mudarse acá yo tenía 7 años. Intenté volver a Buenos Aires a los 18 y no duré tres meses. No lo intenté más.

Cuando salgo de la ciudad y me preguntan de donde soy, no dudo: de Mar del Plata. Pero acá, a veces, me sigo sintiendo un visitante.


9. ¿Cómo ves la poesía actual, a nivel local y nacional? ¿Algún autor para recomendar?


Creo que con las posibilidades de difusión masivas ganamos todos. Y hay voces para todos los gustos. Hay festivales, fiestas, grupos, programas de radio. No veo mucho apoyo oficial. Es tal vez la rama artística menos convocante, lamentablemente.

A modo de chivo publicitario, recomendaría a todos los autores que participaron de las Fiestas Psicofango, que son muchos (y van a ser cada vez más). Y a gente como Elena Anníbali o Rosana Gutierrez.


10. Hay acontecimientos que incentivan, otros que bloquean y hacen que luego notemos una evolución o un click en nuestra escritura ¿Cuáles fueron esos sucesos históricos personales o externos que intervinieron en su obra hasta ahora? 


Hay casos puntuales de la realidad como ente decidiendo un camino para escribir. Creo que siempre tiene que ver con lo que no está, palpable o no. Como si a partir de perder cosas se fuera ocupando ese espacio con lo que va a ser un poema.

Algunas muertes cercanas, el análisis de cómo se vive, de cómo se crece, de la relación entre padres e hijos. Todo está ahí. 


11. Olga Orozco decía que el tono particular de su poesía se debía a su propia medida de respiración. El autor le imprime una musicalidad propia. Siempre al escribir está presente la cadencia de nuestra voz y cuando alguien oye leer al poeta, esa voz puede acompañarlo por el resto de las lecturas en el papel.  La respiración del texto puede llevar al lector a respirar con él. Hay personas que no pueden seguir el ritmo a una lectura, se quedan sin aire, a otros les queda resto, ¿Cómo quiere dejar al lector si sigue su respiración, con aire de sobra relajado mirando el mar, practicando algún arte marcial ancestral, filtrándolo de a poco para degustar mejor, sin aire por haber corrido un colectivo?


Me gustaría dejarlo que lea como mejor le quede. Creo que aparte de la intención del autor, cada lector tiene una forma de recibir un poema y es más valiosa que el autor y el poema. Las diferencias que puede dar un poema entre su lectura y la oralidad no siempre son beneficiosas, sospecho. Un poema no es el mismo dicho por distinta persona.

Si  pudiera dejar al lector mínimamente conmovido sería suficiente.





12. Si bien todos podemos hablar de los mismos temas, cada autor crea una galaxia en la que florece una simbología personal, que aparece y se acentúa y se repite para generar un propio lenguaje y lugar común donde sentarse a observar y sentir con él. Si tuviera que visualizar su obra en un collage, ¿Qué elementos de su obra no faltarían? Puede nombrar paisajes, objetos, sensaciones, situaciones concretas, texturas, colores…


Hace unos días, Gonzalo Viñao, escritor, poeta y amigo, me hizo notar que suelo hacer referencias bastante seguido del viento, los perros, la ausencia y cosas vinculadas a estos tres ítems. No podría explicar el por qué o cuál es la analogía que anda dando vueltas.

Pero tampoco creo que tenga que o deba disponer de elementos puntuales. Está todo ahí y escribo. No elijo, al principio, cómo salen o se acomodan las cosas; ni sé analizar críticamente por qué elijo –al momento de la corrección- un sinónimo o una estructura en particular. Porque me gusta, porque puedo, algo de eso.


13. Alrededor de la poesía y del escritor se construye cierta atmosfera mística, hay quienes se salvan, quienes se alimentan, quienes mueren, quienes hacen de ello algo cotidiano o algo extraordinario. Étiemble sostenía que el placer poético podía tener un origen fisiológico, de índole muscular y respiratorio (volviendo a la respiración) siendo una manera de unirnos al mundo, participando del ritmo universal. ¿Qué lugar tiene la escritura en tu vida? ¿Qué es lo que buscás/encontrás en ella? ¿Qué es para vos, desde tu cuerpo en relación al mundo?


Me gustaría estar más atento a la poética de la cotidianeidad, robarle cosas y escribir más.

Creo que la poesía es estar y encontrarse.


14. ¿Madera, fuego, tierra, metal o agua?


Si  tuvieran que luchar entre ellos, sólo quedaría el agua. Pero me gusta más el fuego.


15. Te pido un tema, disco, banda o lo  que gustes para dejarnos con tus poemas al pie de la entrevista…


La simpleza de Gárgara larga, de Divididos: “Aún no sé si le temo a la muerte o a la soledad.”












De Llueve y no estamos. (Poesía por defecto)



Confesión manifiesta



Suelo pecar de poeta. Suelo;

al suelo.



También

maldecir el amanecer

para sentir que sólo es válida la noche que te traga,

la dueña de los gatos,  la siembra de acechos.



No es cierto que haya fabricado fantasmas sólo para escapar,

ni que haya escapado.



No creo que haga falta coronarse de clavos para amar

a una mujer que no nos ve,

ni clavar con amor

a una mujer que no vemos.



No compro el boleto de la maldición de los poetas

ni me endulzo con versos diabéticos.



No adelgazo de llorarte

ni engordo mi ego

alzando esta copa vacía de sentido.



No buceo en el sentir

del hombre

sin naufragar,

no soy la voz de una generación                                                  

que no tiene nada que decir,

no me debato

entre el romanticismo

de la izquierda

                 y el heroísmo que da

                                                  al más allá.



No me aburgueso

con plumas serviles,

no tomo por ciertas                                                                                                                      las hachas del tiempo.



No desecho templos

por sus telarañas.



Descreo del éxito como podría hacerlo del fracaso.



¿Cuál es la diferencia en este lugar donde los bordes están en el medio,

donde los platillos de la balanza se los robó un buen poeta,

donde el fiel no soy yo?

¿Cuándo es poesía si no desayuno atardeceres                                                                   ni anochezco entre tus piernas;

si no se adjuntan libertades a las batallas?

¿Cómo es la poesía si tu vientre ya no es mío,

si ya no interesa

contar los logros,                                         

si ya no te miro desde tus pies,

si no me está permitido llorarte?



Si mi fe es un árbol que imagina

la línea de llegada.

¿Dónde está la poesía ahora,

que no sé que hacer con todo este amor de puta,

ahora que sos la perra en celo que se adueña de la noche?



Ahora

que tu nombre me es ajeno,

que no cabe un ángel en la poesía;

ahora, por esta vez,

volame la cabeza.

Volcame.



Imperdonable



En el juicio de todas las noches,

donde no caben misericordias cómodas

ni deambulan ejércitos honestos,

se ubican en el estrado

los harapos de mi ética marchita

y mis luces

(que no omito).



Me siento en el sillón más importante,

y agito un mazo pequeño pero firme

proclamando la justicia como orden;

me desdicen mis ojos trasnochados,

mis manos usureras, mi no-fe.



Me acusa ese fiscal - yo con corbata-

de abandonarme a suertes heresiarcas,

de malgastar el hígado en quimeras

y de dar de cenar mi carne a las promiscuas.



Me defiende mi sonrisa oblicua,

blandiendo una espada de juguete:

afirma que soy libre de pecar,

de prodigar el tiempo que se pueda,

de ajarme -si es mi gusto- los pies

buscando nadas o princesas.



Sutil, debo encontrar un veredicto

(difícil tamizar tantas verdades);

me excuso de emitir una sentencia:

soy eso que me acuso y mi ley muerta,

mi criminal amable,

mi héroe justiciero,

el carcelero,

el loco,

el bueno, el tonto.

Autor de los delitos,

haragán con receta.



Yo, mi acusado,

me condeno a dormir,

a reparar los daños en un sueño

o a dañarme, soñando sin reparos

que corro

y que me alcanzan mis miserias.



De Voluntades con pies redondos. (Poesía periódica)





Voluntades con pies redondos



Camino y caigo.

Levanto la cabeza

marcada de asfalto,

                      doy varios manotazos.

No pido ayuda.

Me amenazo y fabrico voluntad

                             para pararme y caminar.

Avanzo

por el borde de la esquizofrenia

sin otros síntomas

que esta contradicción,

provocada

por el deseo de arrancarme pensamientos

que no siempre luchan por ocultarse.

Sería mejor sacar una idea de un pozo,

levantarla en el aire tomada de los pelos,

-como si se tratara de un breve animal salvaje

que nos mataría si no fuera por su escaso peso,

pero poseedor de alguna rabia,

fuerza,

maldita felicidad,

placer,

cinismo

o cualquier otra manifestación vital-

y moler la idea a palos

o cantarle alabanzas,

lo que haga falta para que todo latido

se convierta en emoción,

pero sin rigor poético o científico.



La vida transcurre ante la voluntad de actuar

 y la posibilidad o no de hacerlo.

Digamos:

desidia omnipresente,

ejercicio del sano juicio,

o el crecimiento

llevado a un plano más o menos metafísico:

la teórica lucha por prevalecer

de dos ideas que pocas veces se contradicen,

ni son perpendiculares ni paralelas;

y tampoco podría afirmarse que sean rectas.

Camino y caigo.



Mi voluntad tiene los pies redondos.



Se te acusa



Será por eso de comerme de a poco,

de robarme energía cada día

en que no puedo dejar de pensarte,

de sentirte cerca.



O por la forma de sacarme la fuerza,

de sentir que me hundo

aunque apenas me mires,

por la descarga que me perturba

en cada beso,

por la manera de ponerme de rodillas

y dispararme en la cabeza cuando hablamos.



Será por eso y por irte enseguida

y la costumbre de no estar

incluso cuando no te necesito.



Será por como me queda el cuero

cada vez que me das una sonrisa y la espalda.



No sé, por algo debe ser,

pero se te acusa

de tentativa de homicidio y abandono de persona.


















Alejo Salem 

Alejo Salem es un seudónimo de Emiliano Gonzalez.

Nació en Cuidadela, en 1975. Vive en Mar del Plata desde 1983. Es marplatense en todos lados, menos acá. Hizo un taller literario con Julio Alfonso que más que a escribir enseñaba a mirar.
Llevó adelante un sitio de internet más o menos literario con Martín Aon, del cual queda poco y nada. Del sitio, dice. Publicó dos libros de manera independiente: Llueve y no estamos (poesía por defecto), en el 2005, y Voluntades con pies redondos (poesía periódica) en el 2011.
Forma parte del Psicofango, un grupo de gente que se dedica a hacer fiestas de literatura, música, fotografía y plástica, cuyas lecturas son editadas en papel.
Podés leer algo más en alejosalem.wordpress.com, o escuchar algunos poemas en soundcloud.com/alejosalem 



No hay comentarios:

Publicar un comentario