sábado, 6 de diciembre de 2014

Vanesa Almada




1. ¿Cómo o por quién fue tu primer acercamiento con la literatura? ¿Quiénes fueron los primeros autores que leíste? ¿Influencias?

Mi primer libro (el primero que reconocí como de mi propiedad, quiero decir) fue Heidi, de Johanna Spyri. Se trataba de una traducción más o menos fiel del clásico relato suizo, de casi trescientas páginas y con apenas unas pocas ilustraciones, que me había regalado mi tía con motivo de mi cumpleaños nº 6. Por ese entonces, se había lanzado también el homónimo animé japonés que le daba por fin las caras a los nombres. Yo estaba en una edad elemental, aprendiendo a leer y muy próxima a iniciar la escuela primaria, de manera que cualquier suceso de lo que yo creía una infinita y babilónica realidad me impactaba significativamente, y todo, incluida aquella primera relación con un libro, representaba una fascinación.
Después fui teniendo otros acercamientos. A la historieta, por ejemplo, o a revistas diversas, de todo tipo y género. En mis recuerdos siempre estoy leyendo. A todo lo que estaba escrito lo entendía como algo muy importante y/o deslumbrante. Secciones de algún diario viejo, un folleto, la programación del cable, una Biblia, libros de cuentos, los manuales del colegio, la vidriera de una inmobiliaria, la lista de precios de una rotisería. Mi abuela, quien percibió este comportamiento, se preocupó por abastecerme con una considerable cantidad de ejemplares de Billiken, Anteojito, Condorito, Patoruzito, y producciones similares.
Ya en el secundario, recuerdo que leímos algo de los románticos, como a Bécquer, Víctor Hugo, algo de Blake y Byron,  y a los argentinos Hernández y Echeverría. Y a Cervantes, claro. El gran Cervantes también fue clave. Pero quien sin duda dinamitó mi cabeza muy elegantemente (una cabeza que ya venía dinamitada por otra veintena de cosas) fue Gabriel García Márquez. Una gran influencia, aunque no tanto para mi escritura, sino más bien para el tipo de literatura que iba a querer leer a partir de entonces.
Confieso que también tuve mi etapa suspense, a pura novela negra y thriller policíaco.
Un poco más tarde, ya universitaria, supe (o creo que supe) hacerme el rato para ir a beber de otros manantiales, y así educarme en el desechar y en el aprehender. Puedo nombrar algunos de esos aprehendidos. No sé si llamarlos “influencia”, pero suelen ser aquellos que alternan el estante de abajo de la mesa de luz: Franz Kafka, Juan Carlos Onetti, Oliverio Girondo, Alejandra Pizarnik, Julio Cortázar, Manuel Puig.

2. ¿Cómo surge la necesidad de escribir? ¿Cuándo comenzás a compartirlo con el lector desconocido?

Surge del miedo a no ser escuchada, supongo, a una falta de atención o a un llamado de atención. Surge de la impaciencia y de cierto aislamiento. A una cortísima edad empecé a escribir lo que yo llamaba “cuentos”, que eran más bien una especie de narraciones orales, anécdotas llevadas a un cuaderno de tapa dura. Los guardaba. O los tiraba, no recuerdo. No me daba cuenta de que quizá podía mostrárselos a alguien.
La poesía llegó en la adolescencia, en forma rimada, con un contenido burlesco / caricaturesco, y un grado de ironía atroz. Eran casi pequeñas piezas cómicas en verso. Mis primeros lectores fueron, pues, mis compañeros de clase, que me animaban a continuar escribiendo porque les divertía enormemente lo que hacía.
Después conocí el hermoso rigor del surrealismo y ya no pude escapar. Escribir dejó de ser “necesidad” y pasó a ser la condición indispensable de estar viva.

3. ¿Cómo es el proceso de tu escritura? Desde que aparece y se atrapa la idea o la imagen inicial ¿Algún momento en particular del día, estado de ánimo? ¿Música o silencio? ¿Qué sensaciones, qué temas te impulsan a escribir?

Llevo un cuaderno (varios, en realidad) en los que suelo anotar ideas, frases, pasajes del libro que estoy leyendo, la referencia a algún autor cuyo escrito me ha causado determinado efecto o a alguna  imagen que he visto, algo que he oído, soñado o sentido. Si no tengo el cuaderno a mano, acudo a un papel cualquiera o al block de notas del celular.
Puede ocurrir que sienta inmediatamente la urgencia de combinar todo eso que he apuntado, el apuro por darle una forma. En ese caso, me siento en seguida a escribir. Si tengo la posibilidad - y el tiempo, claro - de volcarlo sobre el blanco de la hoja, no lo pospongo. Me tomo un rato para dejarlo registrado. Lo encadeno a mi pequeño calabozo creacional antes de que se pierda, antes de que se me vaya o me deje.
Otras veces, en cambio, pueden llegar a pasar días, meses e incluso años hasta que vuelva a esa nota para darle algún giro, manipulándola,  puliéndola o completándola.

4. ¿Y el proceso de corrección?

El proceso de corrección depende mucho de cuán conforme haya quedado con eso que traté de decir. El tan polemizado “lector modelo” siempre termina siendo uno mismo, que es el que aplica los aplausos o los latigazos según convenga. Y no necesariamente uno corrige… a mí me gusta más hablar de reescritura.


5.  La voz del poeta. Leí a un poeta comentar “cuando siento que es mi voz la que sale, prefiero borrarla. Busco una voz extraña, que no sea la mía” ¿Cómo se comporta tu voz, sube a la superficie, se sumerge?


Pienso que tarde o temprano todos terminamos siendo autobiográficos, por no decir que lo somos siempre, de un modo u otro. En algunos autores se vuelve más evidente que en otros. No obstante, me considero capaz de admitir esto: hay una suerte de lenguaje icónico, alegórico, que he creado involuntariamente dentro de mi escritura. Se trata de un tipo de alambrado verbal que recorre ciertas imágenes o vivencias relativas a mi vida personal. Este lenguaje, por su parte, acostumbra estar siempre bien disfrazado, bien disimulado, tal vez apenas sugerido debajo de cierta palabra, de cierta expresión, en un nombre omitido o hasta en un signo. Sólo hay que saber buscar. Unir esto con aquello otro. Y ahí está, ahí estoy.
Habiendo revelado esto, creo que sería más justo decir que mi voz emerge, en lugar de sumergirse,  aunque muchas veces, en su afán por esconderse detrás de ese decorado alusivo, termina náufraga y finalmente hundida; no soporta su propio peso.

6. ¿Qué autores estás leyendo en este momento? ¿Qué autor u obra que se suponía debía gustarte, no lo hizo? ¿Cuál te sorprendió?

Resulta muy conveniente haber usado la palabra “autores” (así, en plural) en la formulación de esta pregunta. Creo que el mundo ideal del escritor que está leyendo un libro a la vez se considera extinto.
Ahora estoy con Lispector (Revelación de un mundo) y con Gelman (de atrásalante en su porfía). Y todavía no pude empezar con Papeles inesperados, un obsequio reciente (“no pude” quiere decir que para leer Cortázar es indispensable entrar en cierto nirvana específico que requiere cierto ritual también específico).
Un autor que se suponía debía gustarme era Joyce. Pero no. Nos quise forzar una conexión que no teníamos. No sé por qué. O tal vez lo leí en el momento equivocado. Tendría que probar de nuevo.
¿Quién me sorprendió? Jeanette Winterson. Me acuerdo que leí a regañadientes The passion y Written on the body hace unos años, después de un sinfín de recomendaciones. Brillantes. No me sale ahora decir otra cosa.
Otro que tuvo lo suyo fue El mundo, de Juan José Millás. Muy garciamarquesco.

7. La literatura, como toda manifestación artística, es un reflejo de su época y la realidad en la que vivimos interfiere en la creación. ¿De qué manera influye en tu escritura? Si no es así ¿Con qué espacio y tiempo se identifica?

Si hay algo que pueden hacer – y deben hacer – tanto la voz poética como la voz narradora es justamente hablar de cualquier cosa en cualquier lugar y en cualquier momento. Aplicado esto a mi escritura y a la de cualquiera.

La realidad influye en la medida en que decido apropiarme de ella - o no - a la hora de escribir. He escrito alguna vez algo más inclinado a lo que se suele llamar "literatura social". Y podría volver a hacerlo (¿por qué no?) Pero no es el tipo de escritura con el que me identifico. No devotamente, quiero decir.
Sin embargo, creo que siempre hay cruces, nos guste o no. Hay bifurcaciones o choques con eso que nos está rodeando, con eso que nos está devorando, atormentando o seduciendo ahí afuera, invitándonos a ser de este tiempo y no de otro.
Si tuviera la posibilidad de elegir, sin embargo - y ya que se me está preguntando - les pediría a McFly y al Dr. Brown que me llevaran directo al Renacimiento (insuperable por donde se lo mire), a la Baja Edad Media o, como muy lejos, a la Roma Imperial.

8. En nuestra ciudad, el mar, la costa, el borde  ¿Crees que hay una identidad entre autores que comparten un espacio en común? ¿Cómo es tu historia y relación con Mar del Plata? ¿Cuál es tu lugar preferido en la ciudad?

¿Identidad común por el espacio compartido? No lo creo. Se comparte un espacio como se comparte el aire que se respira o la ruta por la que se viaja. Diferente sería si habláramos del tiempo, el cual indefectiblemente se comparte. Me refiero a una fase, a un ciclo, a un período específico de la historia. Ser contemporáneo a otro que hace lo mismo que uno debería tener por lo menos algunos puntos de convergencia en la conformación de esa identidad compartida. Varias generaciones de escritores lo ejemplifican.
Llegué a Mar del Plata a finales de los años `90 y viví en ella toda la paranoia esquizofrénica de la llegada del nuevo milenio. Conservo de y en Mar del Plata recuerdos inolvidables.
Por otro lado, supongo que cada quien tiene, en su universo ideal, ese “lugar seguro” adonde ir, adonde guarecerse en caso de que las cosas no vayan tan según lo planeado. En mi caso, ese lugar solía ser la casa de mi abuela, mi casa, a la que a veces suelo volver en mi subconsciencia. Mi relación con Mar del Plata tiene que ver con una búsqueda - yo diría obsesiva búsqueda- de ese otro posible lugar seguro pero con su correspondiente correlato físico, un refugio en el que poder resguardarse de ese todo que no es la escritura ni el libro que uno está leyendo. Se me ocurre que ese locus amoenus tal vez podría ser Mar del Plata… ¿podría?
Por antonomasia, voy a decir que mi lugar favorito de Mar del Plata es la costa (tiene que serlo). Pero no cualquier costa. Digamos Alfonsina, que viene siendo otra antonomasia.

9. ¿Cómo ves la literatura actual, a nivel local,  nacional? ¿Algún autor para recomendar?

Diré que, como lo que estoy haciendo en la inmediata actualidad es poesía y no otra cosa, me siento un poco más cómoda hablando de poesía y un poco menos cómoda hablando de “literatura” (ese término tan amplio). La poesía siempre ha sido uno de los géneros más castigados y menos apreciados comercialmente, en comparación con la prosa y con todos sus multipremiados subgéneros.
Me alegra saber que asistimos a una temporada de crecimiento y de alineación de balanzas. De un tiempo a esta parte, se empezó a leer poesía. Y los organizadores de festivales de poesía y de lecturas públicas (nacionales, internacionales, locales) hacen un trabajo admirable para fortalecer este fenómeno. Sigamos entonces por ese camino.
Para recomendar, todos. Hay que hacerse el tiempo para leer todo de todos. Sólo así se completará el círculo.

10. Hay acontecimientos que incentivan, otros que bloquean y hacen que luego notemos una evolución o un click en nuestra escritura ¿Cuáles fueron esos sucesos históricos personales o externos que intervinieron en su obra hasta ahora?

Considero que hay un progreso involuntario en toda escritura, sí, y que tiene que ver con eso que estamos constantemente percibiendo desde afuera, con ese monstruo que nos está siempre por atrapar y que es siempre el otro, en forma de suceso, de viaje, de lectura, de sociedad, de canción, de cita requerida, de amante.
Creo que yo he tenido un poco de todo eso. Pero no siempre la intervención ha sido inmediata. Mi madre falleció cuando yo era apenas una niña y no pude sentarme a escribir sobre ella sino hasta hace poco más de un año. Sólo por mencionar un ejemplo.

 11. Olga Orozco decía que el tono particular de su poesía se debía a su propia medida de respiración.      El autor le imprime una musicalidad propia. Siempre al escribir está presente la cadencia de nuestra voz y cuando alguien oye leer al escritor, esa voz puede acompañarlo por el resto de las lecturas en el papel.  La respiración del texto puede llevar al lector a respirar con él. Hay personas que no pueden seguir el ritmo a una lectura, se quedan sin aire, a otros les queda resto, ¿Cómo quiere dejar al lector si sigue su respiración, con aire de sobra relajado mirando el mar, haciendo algún arte marcial ancestral, filtrándolo de a poco para degustar mejor, sin aire por haber corrido un colectivo?


Sin aire por haber corrido un colectivo. Y que se suba al colectivo y lo lea de nuevo. Que tenga que leerlo de nuevo. Que quiera leerlo de nuevo. Y que después se prenda un pucho.

12. Si bien todos podemos hablar de los mismos temas, cada autor crea una galaxia en la que florece una simbología personal, que aparece y se acentúa y se repite para generar un propio lenguaje y lugar común donde sentarse a observar y sentir con él. Si tuviera que visualizar su obra en un collage, ¿Qué elementos de su obra no faltarían? Puede nombrar paisajes, objetos, sensaciones, situaciones concretas, texturas, colores…

Hace un par de preguntas hablamos de los momentos personales que pueden intervenir en la escritura. Es un hecho, entonces, que la escritura tiene “momentos”, períodos de mayor o menor intensidad productiva. Digamos, algo así como impasses. Teniendo esto en cuenta, resulta difícil hablar de algún tipo de lenguaje poético lineal o de una simbología que lo sostenga. En todo caso, pienso que cada uno de esos momentos debe tener uno propio. Correspondería que así fuera.
No obstante, hay ciertas constantes, sí, que podría ir rastreando en mi escritura, como por ejemplo el fuego, el agua (en todas sus formas o estados), las partes del cuerpo, los sentidos, la mentira (todo lo que es falso o bifásico suele tener mi atención), el suelo, los objetos cotidianos, y un abusivo uso de adjetivos, gerundios y verbos de estado.

13.  Alrededor del escritor se construye cierta atmosfera mística, hay quienes se salvan, quienes se alimentan, quienes mueren, quienes hacen de ello algo cotidiano o algo extraordinario. Étiemble sostenía que el placer poético podía tener un origen fisiológico, de índole muscular y respiratorio (volviendo a la respiración) siendo una manera de unirnos al mundo, participando del ritmo universal. ¿Qué lugar tiene la escritura en tu vida? ¿Qué es lo que buscás/encontrás en ella? ¿Qué es para vos, desde tu cuerpo en relación al mundo?

Es como si me hubieran pedido una definición de poesía. Uno lo sabe acá adentro pero no puede explicarlo. La imposibilidad de narrar: desde los diarios de Colón hasta nuestra laptop.
Diría que, en efecto, el acto de escribir (al igual que el de leer) tiene su vinculación con un tipo de trasfondo fisiológico. Está vivo en el cuerpo. En él nace, en él crece, en él revienta.
Y en la escritura se busca y se encuentra todo. Sin excepciones.

14. Un tema, banda, disco o lo que gustes para dejarnos con algo de tu obra al pie de la entrevista…

Oh, esto era todo una trampa, tal como lo imaginaba.  Al final de todo vienen las preguntas difíciles, como en la secundaria. En fin, vamos con estos dos, a ver si apruebo…: One (U2, 1992)  y Have a little faith in me (John Hiatt, 1987).

15. ¿Madera, fuego, tierra, metal o agua?

Mi próximo poemario tiene por título Agua. Imagino que esto ya debería esbozar una posible respuesta…











muerte prosódica (fragmento)


Cuando la pienso no escribo, porque no sé escribir. Sólo sé pensarla.

Lo cierto es que hay cosas que tienen explicación y otras que no.
Lo que me pasa es que, cada vez que salgo a buscar a las primeras, las segundas me caen a almorzar sin avisar. Y entonces vuelvo a pensarla.
Me encantan esos encuentros inesperados.
Traen la risa involuntaria de las cosquillas en la panza que nos da el hamacarnos fuerte.

Lo que me pasa también es que, a veces, me excedo en la lectura y no alcanzo a recuperarme del párrafo anterior. Y entonces me ocurren las palabras.

Cuando la pienso ella está vestida de amianto, y tiene el pelo recogido y los anteojos puestos. Indiferente a todo lo que no le voy a decir.

Me gusta pensarla así, con los rulos ahogados contra mi cara y el chocolate que nunca le compré en la cartera.
Así que el tiempo tiene sobra de él mismo para burlarse y ponerse al día con Freud.

Lo que me pasa es que hablo de mí porque me da miedo el hablar de otra cosa de la que no tenga tanta memoria.

Cuando la pienso ella es como mi Dorian, pero no sé dónde dejé los pinceles.
Y además la televisión en blanco y negro me vuelve daltónica, y las margaritas dejaron dicho a la secretaria que no les pasen más llamadas.

Estoy enferma de literatura. De leer y de escribir.
Cuando la pienso ella todavía no existe, sino que está por nacer. Y a mí me faltan pocos días para cumplir ciento dos años.

Lo que me pasa es que a todas las palabras bien escritas les veo una falta de ortografía, y las repito en un papel infinito.

Cuando la pienso no soy. Porque no sabría ser. Entonces escribo. O muero.






quo vadis

de dónde sale el agua que respiran los vidrios los días de invierno
el hambre que nos causa la playa

adónde va el viento cuando deja de seguirnos
adónde las cartas
las tarjetas de cumpleaños que nunca fuimos capaces de mandarnos

adónde habría que reclamar las deudas que se tienen nuestros cuerpos
sobre qué otras desnudas criaturas
acomodan sus partes íntimas

adónde están los bordes que le fuimos recortando al camino
los cajones de manzana que no pudimos salvar

por dónde corre la sangre mojada
por qué sucias sábanas se revuelca su mancha

adónde van los libros prestados
(a veces leídos / siempre perdidos / nunca devueltos)
adónde sus notas al margen
sus índices manoseados
sus verdaderos padres

adónde duermen los peces cuando no están despiertos
cuando no ahogan sus cuerpos en ollas hirviendo
adónde van sus lágrimas
sus otras aguas

de dónde nacemos cuando ya hemos muerto
de dónde salen los otros
cuando los demás no nos piensan / ni nos adoran / ni nos fingen /
ni nos pueden alcanzar

adónde corren los verbos
y las formas de los signos
cuando no los podemos decir / ni atravesar / ni encender

de dónde sale el suelo cada vez que el infierno
quiere escaparse de los edenes

adónde esconden tu nombre
cada vez que el mío no se deja gritar
cada vez que nos deja el viento
cada vez que a los vidrios les empieza a faltar la respiración
después de la playa
en invierno






del No ser (proclama)

Si no me escribo soy una ausencia.
Alejandra Pizarnik

No es que nos encuadernemos, que nos volquemos, o nos anochezcamos falsos, envueltos en papel manteca;
No es que nos duelan los nombres, o los pestillos, o los pretextos, o las ficciones;
No es  que no hayamos buscado el tiempo que algunos desperdiciaron;
No es que lo anormal o la locura o todos ellos;
No es que nos vistamos de sudario para salir de fiesta;
No es que planeemos, No, las lecturas anárquicas, las necedades psíquicas;
No es el espejo estafándonos, ni es que nos deshabitemos. Es que ya somos otros, andándonos los adentros que dejamos sin usar.











Vanesa Almada Noguerón

Vanesa nace en la ciudad de La Plata (Buenos Aires, Argentina), en 1980. Tiene estudios en Letras y Gestión Cultural. Obtiene, en 2008, el 1º premio en el Certamen Internacional Poesía de las Américas por su cuento corto “Final”. En 2011, el Colectivo Portorriqueño Ó incorpora parte de su trabajo en prosa poética a la Antología de Escritores Latinoamericanos. Asimismo, es convocada en 2012 por la Firma Editorial “de los Cuatro Vientos” para integrar la edición antológica “Poetas y Narradores Contemporáneos”. En Octubre de 2013, la Latin American Intercultural Alliance galardona su obra con el 1º premio de su Certamen Anual de Literatura Internacional, en el Queens Museum of Art de NY. En enero de 2014, es elegida finalista para el Premio Nacional de Literatura, en la ciudad de Tres de Febrero.  Actualmente, reside en Mar del Plata,  pertenece al equipo de redacción de revista cultural “Poética” e integra el staff artístico del ciclo “Arte sin Aduanas”. Parte de su labor en verso se encuentra también disponible en las revistas de creación literaria “Desnuca2”, “La Avispa” (Grupo ‘de la palabra’), “Pangea” (Ciudad de Salamanca) y “Ergo” (Universitat de València).


Para leer más sobre la autora, visitá: www.almadanogueron.blogspot.com.ar

viernes, 9 de mayo de 2014

Guido Vespucci




1.      ¿Cómo o por quién fue tu primer acercamiento con la literatura? ¿Quiénes fueron los primeros autores que leíste? ¿Influencias?

 
Mi papá, él tiene la culpa. Él es muy ceremonioso con sus cosas y también lo fue con mi educación, de la que estoy agradecido. Al contrario de lo que dijo Dolina, que los padres no aconsejan a sus hijos diciéndoles cosas como: “mire, hijo, su padre quiere transmitirle que existe algo llamado masturbación, vívelo sin culpa”, no sólo tuvo la culpa de ese vicio solitario sino de la literatura, cuando me dijo: “mira, hijo, su padre quiere transmitirle que existe algo llamado literatura, toma este libro de Fernando Sabater, Ética para Amador, y este otro, Una sombra ya pronto serás, de Osvaldo Soriano, y después me cuenta”. Al tiempo también me dijo: “mire, hijo, nunca nadie me regaló nada, tendrás que trabajar duro”, pero ese vicio no caló tan hondo, y finalmente me advirtió: “mira, hijo querido, disfruta de la literatura, pero no se le vaya a ocurrir intentar con la escritura, o te cagarás de hambre, boludo”; se ve que no he sido un buen aprendiz.  
Esteeee, y bueno, después los autores que seguí leyendo en “esos comienzos” son bastante atípicos: Borges y Cortázar. Pienso que algún día serán reconocidos, y yo podré jactarme de haberlos descubierto.
Pero mis influencias no vienen por ese lado, ni por otros autores, sino por el Cometa Halley, que pasó muy cerca de La Tierra el 15 de diciembre de 1986, mientras reventaba la piñata como ritual festivo por mis seis años de vida recién cumplidos. Luego de ese numinoso acontecimiento celestial, decidí escribir una historia sobre un hombrecito que viajaba en un cometa, pero decidí no publicarla para que no me acusen de plagiar a El principito. El Halley volverá a pasar en el 2062, ahí voy a dejar de escribir (si estoy vivo). En fin, todo lo que soy se lo debo al Cometa Halley, y a los consejos de mi padre.       

2.      ¿Cómo surge la necesidad de escribir? ¿Cuándo comenzás a compartirlo con el lector desconocido?
 
Puede que suene exagerado, pero yo creo que si no escribo me muero, una muerte simbólica, por supuesto (aunque no puedo descartar un paro cardíaco). Muerte de aburrimiento, de impotencia, de inexpresión, de falta de riesgo y gesto creativo. No escribir implicaría aceptar las reglas del mundo tal cual nos vienen impuestas, y si bien las acepto en un 70%, un 20% es justamente para desafiarlas, transgredirlas, o simplemente jugar con ellas a través de la escritura, me reservo un 10% para otras alternativas. Hay quienes elegirán otro camino para esa empresa (la política, o el alpinismo, por ejemplo), o bien aceptar el margen de felicidad que te dejan las reglas de este juego perverso de la vida humana que te otorga la facultad de ser conciente de que vamos a morir pero no te dice cuándo, cómo, ni qué hay “después”. ¡Cómo no voy a necesitar escribir!, si ya el capítulo primero de la vida es ese… El punto es que es bueno saberlo…, saber que si no escribo me muero, es una ventaja, paradójica, porque no tengo muchas alternativas (o quizás algún día me presente a elecciones para presidente o Dalai Lama).   

3.      ¿Cómo es el proceso de tu escritura? Desde que aparece y se atrapa la idea o la imagen inicial ¿Algún momento en particular del día, estado de ánimo? ¿Música o silencio? ¿Qué sensaciones, qué temas te impulsan a escribir?
 
Silencio, absoluto en lo posible, a pesar de que rara vez eso es posible, aunque más no sea por el ruidito del teclado (hace años que ya no escribo a mano, he perdido esa habilidad ancestral) o por el intermitente griterío de la calle que entra por mi ventana (en este mismo momento estoy escuchando cánticos y silbidos, y son las 3 am: ¿inadaptados o cultura popular nocturna?). Esto si se trata de la escritura. Si se trata de la idea también, puesto que para conciliar el sueño es conveniente estar en silencio, absoluto en lo posible, a pesar de que rara vez eso es posible, aunque más no sea por el sonido del ventilador en verano, y en invierno (para tapar el intermitente griterío de la calle que entra por mi ventana). Y es que las ideas me surgen involuntariamente en ese momento de transición entre la vigilia y el sueño, transición que no llega a destino, que es interrumpida por las ideas, si es que siento que las mismas “florecen” (que se vuelven incontrolables), y ahí me obligo a dejarlas fluir mientras voy recolectando la voluntad de levantarme para ir a escribirlas. Esto ya es, después de algunos años, ni más ni menos que un ritual —un ritual de pasaje, dirían los antropólogos— que voy asumiendo como inevitable, obligatorio, en el que soy aprendiz y mi propio gurú, mi materia prima y artesano de mí. No es que durante el día no me surjan algunas ideas posibles de ser escritas, pero la vorágine del trabajo y la inercia de la rutina me impiden generar las condiciones para el ritual. Sólo la noche es mágica para mí, sólo la noche lo es, en verdad, por su calma y soledad.
Y qué puede derivarse de esa contracara de la diurna rutina, sino “pasarle el cepillo a contrapelo a la historia”, diría Walter Benjamin, la Historia y la story, lo cotidiano, o sea, invertir y hacer estallar en lo posible el régimen vigilante de la vigilia, para parodiarlo y, paradójicamente, entenderlo, o entenderlo desde otro lado (no necesariamente oscuro, aunque sea de noche).          

4.      ¿Y el proceso de corrección?
 
El proceso de corrección me coloca en cierta ambigüedad, o inestabilidad mejor dicho, porque por un lado, es un universo diferente al de la creación. El proceso de construcción creativa es lo fascinante del hecho de escribir y, en los mejores momentos, ese fluir casi automático de lo que se escribe, que te hace sentir que uno sólo es un medio para la historia que está contando, como si alguien te estuviera dictando qué y cómo escribir, el inconsciente desde el punto de vista de la creación surrealista. Cuando esto es así, cuando la historia ya está cocinada, escrita, el margen que queda para la tarea de corrección es sólo una cuestión técnica, fría, que si me dieran la oportunidad se la daría a otro para que la realice. Sin embargo, de tanto en tanto ese momento puede tener otro rendimiento, otra función, justamente creativa. Pero acá no termina la ambigüedad, o la sensación de inestabilidad, porque cuando eso sucede el proceso de corrección abre caminos antes invisibilizados, y ahí surgen los problemas, los dilemas, es el momento de las decisiones, ir para acá o ir para allá, quitar, agregar o dejar, cada una de estas opciones lleva a lugares sin retorno. Insisto, vivo esos momentos con mucha tensión e inestabilidad, cuando no inseguridad. Pero hay que atravesarlo para terminar la historia. Después “se agradece” el haberlo transitado, o se putea por haber tomado el camino equivocado. Sólo algunos trucos me salvan de esa perversa dialéctica, pero esto ya sería parte de otra respuesta.       

5.      ¿De qué manera construís tus personajes, tus historias?
 
Mis personajes ya están construidos de antemano al momento de iniciar la escritura, lo único que hago es materializarlos, darles vida y hacerlos sentir, decir, hacer y vivir cosas, o sea, manipularlos, o mejor, manipular su materia prima, su carácter. Generalmente creo que hago eso, o quizás me sienta a gusto cuando eso sucede. Al contrario, cuando tengo que andar pensando demasiado cómo es un personaje, suele ser signo de un personaje mal definido. Todo esto tiene que ver con que mis personajes suelen ser el reflejo exagerado y/o paródico de, como dijo mi amigo escritor Martín Oremor (quien prologó mi libro de cuentos de manera maravillosa) “alguien que hemos conocido o que tal vez somos”. Pero ahí no acaba el trabajo, pues se trata de potenciarle sus rasgos, aumentarle su campo de acción, ¡llevarlo hasta el borde de sus propias posibilidades! Esto no significa que, necesariamente, sean personajes sometidos a operaciones barrocas de escritura, bien puede lograrse una hiper-caracterización (bien definida) con sólo dos o tres pinceladas. Tampoco significa que sean personajes “coherentes”, muy por el contrario, suelo hacerlos estallar, derrapar de su itinerario previsto. El desafío de todo esto es volverlos verosímiles en las historias, verosímiles en contextos de inverosimilitud, si es que se trata de apuestas descabelladas, como me suele gustar. Por lo tanto, el punto está en la historia, en la situación, en el conflicto, ese es el disparador de mi escritura, no los personajes, es decir, sería así: para que suceda tal o cual cosa es necesario tener a disposición tal o cual tipo de personaje.  

6.      ¿Qué autores estás leyendo en este momento? ¿Qué autor u obra que se suponía debía gustarte, no lo hizo? ¿Cuál te sorprendió?
 
En este momento estoy leyendo La presa de Kenzaburo Oé, hace un tiempito leí El que tiene sed de Abelardo Castillo (tremendo), Los pichiciegos de Fogwill, y más recientemente leí dos autores locales y una adyacente porteña: Interferencias de Gonzalo Viñao, Hasta las seis hay tiempo de Carolina Bugnone y Ball Boy. Tragedia en polvo de ladrillo, de Tatiana Goransky. Todo muy bueno y recomendable.
Cuando empecé a leer hace unos meses atrás las primeras treinta páginas de Triste, solitario y final de Osvaldo Soriano, pensé que iba a tener orgasmos múltiples (de risa), pero poco a poco la historia se fue enredando en episodios que no me despertaban demasiado interés; está muy bien escrito, por supuesto, pero me esperaba otra cosa, por la temática y sobre todo porque es Soriano; quizás mi sorpresa sea por un efecto no deseado de la crítica y el mercado editorial, que te venden la gloria y el cielo de antemano, ante lo que concluyo: no hay garantías hasta que se lee, por más de que se trate de un Soriano.
A la inversa, ningún libro me sorprendió para bien, supongo por la misma razón: la crítica y el mercado editorial no suelen comentar o publicar libros diciendo que son malos o aburridos, ¿se imaginan?: “La presente obra es un embole, no pierda el tiempo leyéndola, vaya mejor a cenar a fuera con el valor de este libro”, Roberto Goya, El País. Entonces, un libro puede sorprender para mal, pero rara vez para bien. La excepción que confirma la regla es El dueño de Majul y la crítica devastadora de Víctor Hugo Morales, ¿alguien vio algo semejante a ese bochornoso acontecimiento? 
     
7.      La literatura, como toda manifestación artística, es un reflejo de su época y la realidad en la que vivimos interfiere en la creación. ¿De qué manera influye en tu escritura? Si no es así ¿Con qué espacio y tiempo se identifica?
 
Hay un problema existencial que suele estar muy presente en mis escritos de ficción, y que tiene que ver con el funcionamiento del hombre en su medio social y cultural (de la época que sea), donde se juega la tensión entre un orden moral y normativo y sus posibilidades de alcanzarlo o sus deseos de transgredirlo, entre “el deber ser” y “lo que se puede ser”. Nadie escapa a esa dialéctica, a esa encrucijada, y pareciera ser que el hombre siempre está incompleto, sea que alcance la norma prescrita (“rechazando” lo que deja fuera de la norma) o que no la alcance (quedando fuera de la norma). Si no mal recuerdo, Oscar Wilde decía algo así como que el hombre queda vacío tanto cuando alcanza una meta como cuando no lo hace, Kirkegaard nos habla de la angustia en esa clave, Freud derivó efectos psicológicos y conductuales de este dilema, James Scott (un antropólogo) nos habla de aceptación pública de la norma y de su resistencia en privado, y así, cualquiera que pretenda reflexionar sobre la vida en sociedad tiene que pasar por esto, por eso digo que es un problema existencial, trasciende el tiempo, el espacio y las corrientes de pensamiento, está presente en la filosofía, el psicoanálisis, la antropología, la sociología, y también en la literatura. En mis escritos de ficción este problema aparece traducido —generalmente de manera inconsciente— en su versión contemporánea del péndulo entre el éxito y el fracaso, siendo su marco el de una sociedad exitista que vende imágenes míticas de seres exitosos: ¡como si sobresalir o la fama fueran a acallar la angustia existencial! Esta versión actual del problema parece ser la más trivial de la historia, pues como decía Umberto Eco, el ideal contemporáneo ya no es asemejarse a la imagen perfecta de un dios, o proyectar una sociedad utópica mediante algún ideal político (agrego yo), sino aparecer cinco segundos en televisión.   
Ahora bien, ese problema existencial, trascendental y atemporal, aparece en mis escritos de ficción revestido por selecciones temáticas que son las que evidentemente me han inquietado, venga entonces una listita elaborada por Martín Oremor para el prólogo de mi libro de cuentos El negocio del siglo: relaciones tóxicas, flexibilización laboral, chauvinismo, las Malvinas, sexo, nazismo, piqueteros, violencia de género, globalización, mercado, imperialismo cultural, simbologías fálicas, los años noventa, el comunismo.
  
8.      En nuestra ciudad, el mar, la costa, el borde  ¿Crees que hay una identidad entre autores que comparten un espacio en común? ¿Cómo es tu historia y relación con Mar del Plata? ¿Cuál es tu lugar preferido en la ciudad?
Respondo simplemente desde una percepción individual que sólo puede ser parcial y fragmentaria. Soy antropólogo y para hablar de identidad tengo que tener muchos elementos, la identidad es un aspecto clave del conocimiento antropológico, en este sentido, para afirmar que un grupo tiene una identidad en común habría que conocer con cierta profundidad la subjetividad y las prácticas de ese conjunto de personas, como para poder decir “estos son los escritores marplatenses”, “vean sus escritos y se darán cuenta de que son escritores marplatenses, que hay una literatura marplatense”. Dudo mucho que exista ese nivel de “organicidad”, de consistencia identitaria (en la subjetividad y en la escritura). Ahora bien, mi percepción o mi intuición me dice que en estos últimos años ha surgido una generación de escritores, y muy buenos, que se imaginan a sí mismos produciendo su literatura desde Mar del Plata, que para ser escritores no les resulta necesario ni atractivo mudarse a Buenos Aires o a París (o imaginarse esa mudanza en términos culturales), que Mar del Plata contiene el combustible social, cultural y urbano suficiente para poder ser escritor. Si mi intuición es correcta, y esa lógica prospera, quizás en un tiempo podamos llegar a afirmar que hay una literatura marplatense, de escritores identificados especialmente con la ciudad. Que de manera intermitente aparezcan escenarios y situaciones locales podría ser una prueba de ello.
En mi caso, sin proponérmelo, me doy cuenta de que en mi escritura subyacen esos registros, tanto como registros de la gran ciudad (Buenos Aires). Por eso mi lugar preferido de Mar del Plata es Buenos Aires, y cuando voy a Buenos Aires mi lugar preferido es Mar del Plata. Se que suena raro, pero es producto de un imaginario literario y cultural de convivencia, de interdependencia, que dudo mucho que pueda llegar a escindirse totalmente.     

9.      ¿Cómo ves la literatura actual, a nivel local,  nacional? ¿Algún autor para recomendar?

Me desborda un poco la pregunta, porque la producción de literatura nacional es desbordante, vastísima. Marche una tesis de doctorado en literatura nacional, que las debe haber, pero no creo que tan exhaustiva. Sí me permito decir que me ha gustado leer a algunos jóvenes escritores que son muy reconocidos, como Fabián Casas y Hernán Ronsino. La descomposición, de Ronsino, me pareció de una escritura exquisita.
A nivel local, como dije antes, veo que en los últimos años han surgido numerosos escritores, y muy buenos. A varios de ellos los vengo leyendo, pero como la lista es larga, prefiero no puntualizar. Sí me permito decir que me encantaría que Tomás París escribiera más cuentos como los de Cuentos precoces (para leer una tarde de lunes con resaca).
También veo con entusiasmo los lazos que se están generando entre esa amplia lista de escritores locales, en encuentros como Psicofango y otros. Eso nos saca del ostracismo al que veníamos acostumbrados, y conocer y leer a otros escritores siempre estimula.  
        
10.  Hay acontecimientos que incentivan, otros que bloquean y hacen que luego notemos una evolución o un click en nuestra escritura ¿Cuáles fueron esos sucesos históricos personales o externos que intervinieron en su obra hasta ahora? 

No es por reproducir un cliché farandulero que me enerva (por lo hipócrita), pero los sucesos personales que influyeron en mi escritura me los reservo, no merecen ser publicados. En cuanto a los factores externos (sociales), creo que claramente ha influido en mi escritura lo que podría sintetizarse como “la década del noventa”. Esa década condensa un montón de significados, prácticas y valores, con los que transité mi adolescencia, y sobre los cuales me fui volviendo bastante crítico en su decurso, reafirmando esa crítica a partir de su contrastante, es decir, la década subsiguiente que se inaugura con la recuperación de la política y la credibilidad en valores colectivos, y no del “sálvese quien pueda” que nos legó el neoliberalismo en su versión más perversa y tilinga: el menemismo. A propósito de esto, tengo algunas obras de teatro inéditas que detrás del humor y de lo desopilante esconden una crítica al menemismo. Pero la relación no es tan directa como parece. De un modo subrepticio, esa década dejó una huella en mi escritura, no sólo en ciertas preocupaciones temáticas (como la flexibilización laboral, el movimiento piquetero, el individualismo, etc.) sino también desde una dimensión más cultural que social, relacionada con mecanismos culturales más profundos donde esas recetas neoliberales operaban, básicamente la producción de identidades múltiples, híbridas, inestables, que Fredric Jameson interpreta como “posmodernidad” o “lógica cultural del capitalismo tardío”, donde no sólo se venden mercancías, sino símbolos, identidades, maneras de ser, y cuyo soporte son las nuevas tecnologías de comunicación. Esas transformaciones culturales han impactado hasta en las maneras de experimentar la temporalidad, mucho más fugaz que en la modernidad. Pues bien, en absoluto de manera conciente, pero estos aspectos nutrieron mi escritura de ficción (y de no ficción: mis ensayos), algo que logré ver mejor a la distancia, desde ciertos contrastes sociales. Dicho más concretamente, los personajes de mis cuentos y obras teatrales experimentan crudamente la posmodernidad, a la vez que la escritura en sí misma es atravesada por esa lógica, volviéndola vertiginosa, breve, fugaz y caótica en cuanto a la volatilidad de significados sin claros referentes: ¡posmoderna! Me intriga saber si la década subsiguiente (que algunos llamarán “ganada” y otros “perdida”) tendrá influencia en mis maneras de escribir, en lo que vengo escribiendo (que todavía no puedo evaluar por falta de distancia), más allá de mis inclinaciones políticas y de los posibles recortes temáticos que vaya haciendo.   
   
11.  Olga Orozco decía que el tono particular de su poesía se debía a su propia medida de respiración. El autor le imprime una musicalidad propia. Siempre al escribir está presente la cadencia de nuestra voz y cuando alguien oye leer al escritor, esa voz puede acompañarlo por el resto de las lecturas en el papel.  La respiración del texto puede llevar al lector a respirar con él. Hay personas que no pueden seguir el ritmo a una lectura, se quedan sin aire, a otros les queda resto, ¿Cómo quiere dejar al lector si sigue su respiración, con aire de sobra relajado mirando el mar, haciendo algún arte marcial ancestral, filtrándolo de a poco para degustar mejor, sin aire por haber corrido un colectivo?

En mi libro cuentos El negocio del siglo, claramente “sin aire por haber corrido el bondi”. Como decía en la respuesta anterior, es una escritura veloz, vertiginosa, donde suelen suceder cosas sin mucho anuncio, o sea, cambios abruptos sin previo aviso. Los diálogos están intercalados en medio de la narración, separados apenas por comas, provocándole al cuento un efecto dinámico antes que parsimonioso. Sin embargo, eso no significa que no haya una intención de sugerir reflexiones, pero las mismas deberían surgir luego de varios minutos de finalizada la lectura, al modo de recomposición tras un shock, idealmente de risa. De manera que si desde lo formal serían más posmodernos —con una musicalidad híbrida y algo caótica— mis cuentos no dejan de ser modernos por la intencionalidad de transmitir un significado, si no cerrado y exacto, bastante orientado. Luego de atravesar la lectura —experimentando lo desopilante, lo absurdo, el humor en general— debería aparecer el momento para respirar y pensar.      

12.  Si bien todos podemos hablar de los mismos temas, cada autor crea una galaxia en la que florece una simbología personal, que aparece y se acentúa y se repite para generar un propio lenguaje y lugar común donde sentarse a observar y sentir con él. Si tuviera que visualizar su obra en un collage, ¿Qué elementos de su obra no faltarían? Puede nombrar paisajes, objetos, sensaciones, situaciones concretas, texturas, colores…ç
 
Cuando publiqué El negocio del siglo y Paola Galano me entrevistó para el suplemento de cultura del diario La Capital, me hizo una pregunta que en el momento me sorprendió pero que con el tiempo me di cuenta de que había sido una perspicaz observación: me decía si mis cuentos no eran fundamentalmente urbanos. Como yo estaba más embarullado con el sentido de mis cuentos (si humorísticos, si sociales, absurdos, etc.), o con la dimensión temática, no visualicé ese interesante aspecto, que el escenario privilegiado de mis cuentos era la ciudad, cosas que suceden en la ciudad, y que efectivamente conformaron un repertorio de “símbolos materiales”, entre los que podría enumerar: basurales, torres, cárceles, manicomios, negocios (desde venta de panchos hasta armerías), cabarets, cementerios, playas, automóviles (Ford Fiesta preferentemente), hasta objetos más diminutos como teléfonos celulares, lámparas, linternas, corpiños (mención especial, junto a su contenido), armas y narcóticos (legales e ilegales). Esto desde el punto de vista del “revestimiento material” de los cuentos, pero si tuviera que señalar la dimensión temática la lista de símbolos sería más heterogénea, otra vez, siguiendo el detector de Martín Oremor en el prólogo: relaciones tóxicas, flexibilización laboral, chauvinismo, las Malvinas, sexo, nazismo, piqueteros, violencia de género, globalización, mercado, imperialismo cultural, simbologías fálicas, los años noventa, el comunismo. Estas preocupaciones temáticas devienen evidentemente de mi trabajo como historiador, antropólogo social y sociólogo de la cultura. No es que haya que estudiar ciencias sociales para escribir sobre estos temas, en absoluto, pero en mi caso me resultan familiares.      

13.  Alrededor del escritor se construye cierta atmosfera mística, hay quienes se salvan, quienes se alimentan, quienes mueren, quienes hacen de ello algo cotidiano o algo extraordinario. Étiemble sostenía que el placer poético podía tener un origen fisiológico, de índole muscular y respiratorio (volviendo a la respiración) siendo una manera de unirnos al mundo, participando del ritmo universal. ¿Qué lugar tiene la escritura en tu vida? ¿Qué es lo que buscás/encontrás en ella? ¿Qué es para vos, desde tu cuerpo en relación al mundo?
 
Mi ambición es algo más modesta que participar del ritmo universal, aunque reconozco que me tienta. Se trata antes que nada de comunicar pensamientos, invenciones, sensaciones, reflexiones y experiencias. Y que las mismas sean una pincelada más del cuadro social y cultural en el que vivimos; si eso trasciende ya no me hago cargo. Ahora, traducido esto a mi experiencia corporal, es más bien negativa: una lucha empedernida contra los dolores de espalda, las contracturas y la irritación de mis ojos.  

14.   Un tema, banda, disco o lo que gustes para dejarnos con algo de tu obra al pie de la entrevista…
Sí, cómo no. El video clip “Around the World”, de Duft Punk; además de su música futurista, tiene una escenografía y una coreografía sensacional, digna de ser imitada en cualquier boliche.

http://www.youtube.com/watch?v=s9MszVE7aR4
  
15.  ¿Madera, fuego, tierra, metal o agua?
Polvo, hielo, dióxido de carbono y amoníaco, como la composición del Cometa Halley.







Sistematitis
(o de la crítica involuntaria al estructuralismo)

Guido Vespucci
Marzo de 2004

ÚNICO ACTO:
           
Viernes 19: 30 de la tarde, Rómulo y Remo salen del trabajo y se dirigen hacia el bar del viejo Cicerón. Rómulo pide un Martini con limón, Remo una fanta pomelo y un sándwich de salame. El bar está poco concurrido, como de costumbre.

Rómulo: (entre bostezos) Estoy cansado pero contento.

Remo: ¿Por?

Rómulo: Porque los viernes es como si se me acumulara de golpe todo el ácido láctico que fui juntando en la semana mediante cada uno de mis movimientos, y entonces los músculos ya no me responden, es como si la mitad de mi cuerpo dejara de ser mío, o sea que otro lo está manejando por mí, me siento un títere. Además noto que la sangre que corre por mis arterias está fatigada, y la que corre por mis venas también, de modo que mi sistema circulatorio se aleja de lo que...

Remo: (interrumpe decidido y tranquilo) No, ¡por qué estás contento! Lo del cansancio me lo repetís todos los viernes.

Rómulo: Tranquilo Remo, ya te iba a contestar después de que terminara con lo del cansancio. Además no lo digo todos los viernes, lo digo casi todos los viernes, porque algunos caen feriado y no laburo.

Remo: (frunciendo el seño) Está bien, pero no me digas tranquilizate porque me intranquiliza.

Rómulo: Intra ¿qué?

Remo: nquiliza

Rómulo: Ah…

Remo: Aprovecho para preguntarte, de paso, algo que siempre me queda en el tintero cuando me respondés lo que no te pregunto: ¿Qué es el ácido láctico?

Rómulo: Es un ácido que tenemos todos los humanos.

Remo: Perfecto. Y decime, ¿tiene algo que ver con la vía láctea?

Rómulo: Indirectamente, sólo indirectamente...

Remo: ¿Son… parecidos entonces?

Rómulo: Concomitantes, analógicos, parientes, sí, algo de eso hay Rómulo.

Remo: (piensa y responde) ¿Como nosotros?

Rómulo: (sorprendido) Cómo, como nosotros...

Remo: Nosotros somos gemelos, ¿o no?, Remo.

Rómulo: Pará, vos sos Remo.

Remo: ¡Chocolate por la noticia!, y vos sos Rómulo.

Rómulo: ¿Y por qué me llamás Remo entonces?

Remo: Porque vos me llamaste Rómulo a mí.

Rómulo: ¿Si?

Remo: Sí, debe ser porque estás cansado, se te debe haber acumulado el ácido láctico de golpe que fuiste juntando en la semana a través de todos tus movimientos.

Rómulo: Tal vez no haya sido eso, o tal vez sí, porque que me muevo… me muevo, hoy por hoy no es joda ser cartero en bicicleta… las distancias han aumentado.

Remo: Sí, no es lo mismo ir del Partenón al Coliseo que del Obelisco al estadio de Vélez… Pero la confusión de nombres quizás venga porque somos concomitantes, y es prácticamente lo mismo que me llames Remo o Rómulo.

Rómulo: (pensativo)

Remo: ¿En qué pensás?

Rómulo: (rascándose la cabeza) Te iba a decir algo pero no me acuerdo....

Remo: Fui a pagar el gas eh, si es eso...

Rómulo: Ahí está, no exactamente el gas sino algo concomitante: el ácido láctico.

Remo: (interrumpe) ¿Tiene algo que ver con los lácteos?

Rómulo: Por supuesto que sí, Rómulo. La vía láctea tiene una forma inespecífica, como el sachet de leche.

Remo: ¿Y el ácido láctico, Rómulo?

Rómulo: Se me acumula de golpe, a través de cada uno de mis movimientos (se queda pensativo), y sí, sí, es de andar en la bici, porque otros movimientos así… osados la verdad es que no estoy haciendo, por desgracia, ¿no?

Remo: ¿Estás cansado ahora?

Rómulo: Sí, pero contento.

Remo: ¿Por?

Rómulo: Contento porque sí Remo, porque la vida me sonríe (y aclara en seguida levantando el dedo índice de la mano derecha), perdón, nos sonríe.

Remo: ¿Nos sonríe?

Rómulo: ¡Sí, claro hombre! A ver, de qué te podés quejar. Tenés trabajo hace ocho meses, un verdadero lujo en estos tiempos noventosos.

Remo: Sí, tormentosos, me pagan una miseria por levantar esos ladrillos que me tuercen la espalda, y encima estoy en negro.

Rómulo: ¿Una miseria? ¿A eso le llamás miseria? Miseria los que no tienen nada, los vagabundos, y vos no sos un vagabundo, vos sos un laburante Remo, ¡un la-bu-rante, viejo! De qué otra cosa te podés quejar, tenés lo más importante.

Remo: Sí, puede ser pero sabés lo que sufrí en la colimba, sabés vos cómo me tenían, de acá  para allá, que 40 lagartijas, que 100 de salto rana, guardia al divino pedo porque no hay nada para cuidar ni nadie con intenciones de atacar. Claro (dice con expresión irónica) el señor porque no la hizo, acusó ser el primer rey de Roma y chau, que vayan los giles como yo.

Rómulo: No puedo creer que un tipo tan inteligente como vos ofrezca tan pobre argumento. Primero, tendrías que estar agradecido, el servicio militar te dio disciplina, o por qué crees que no estás en la calle, ¿porque sos lindo? ¡Nooo! Además de que en realidad sos bien feo, se trata de otra cosa, es porque sabés cumplir órdenes, aceptar reglas, requisito ipso facto para cualquier trabajador serio.

Remo: (piensa) ¿Ipso facto? ¿No es sine qua non?

Rómulo: Sí, es prácticamente lo mismo (se queda unos segundos pensando y agrega) ¿no te enteraste de la revolución lingüística que hubo?

Remo: ¿A dónde? ¿Acá en Sargentina?

Rómulo: ¡No animal! En el mundo, el mundo entero está conmovido, y vos no lees los diarios por lo que veo. Resulta que ahora descubrieron que una palabra no significa nada en sí misma, cualquier palabra sola no te dice nada si no está en un contexto significante que le otorgue sentido, de ahí que tengas significado y significante, ¿entendés Remo?, es como un sistema, o un sistema mismo.

Remo: (desencajado) Ah, yo ni enterado del asunto… Che, ¿y cómo sabés que es así, cómo sabés que eso es verdad?

Rómulo: Porque sí Remo, ¡porque todo es un sistema!

Remo: (compenetrado) ¡Claro! La corrupción funciona así, ¿no?

Rómulo: Exacto: la corrupción es un sistema que tiene inercia propia, no depende de quién esté, te chupa como una sanguijuela, seas quién seas.

Remo: Incluso el Dios Marte podría haber caído en....

Rómulo: (cortando súbitamente el entusiasmo generado) ¡¡Nooo!!! ¡No seas insolente con tu propio padre, pero por favor querido, medí tus palabras!

Remo: ¿Y la revolución lingüística? (mueve la cabeza hacia arriba con gesto desafiante) La aplicás cuando te conviene (y continúa con decisión), en este caso el Dios Marte no es nuestro padre, es otro contexto, otro sistema.

Rómulo: (levanta el dedo índice y va a decir algo pero luego hace una pequeña pausa y se queda moviendo la cabeza en forma afirmativa) Tenés razón Remo, tenés razón, y soy un hipócrita, un verdadero canalla, así no merezco tu respeto.

Remo: No, esperá, qué decís, sí que te respeto, bah, a veces… no, no, pero… al menos eso dejame decidirlo a mí.

Rómulo: (lamentándose fastidiado) Pero es que te enseño cosas y después… y después no te dejo aplicarlas, eso es injusto, muy injusto. Me siento mal, un fracasado como hermano por segundos mayor (se recompone, recobra la lucidez y agrega enfáticamente) Además, ¡claro!, siempre es así, con Cristo pasa lo mismo, porque no siempre es el hijo de Dios, esa es la postura de la Iglesia Católica, que condenó como herejías a todas las alternativas de esa creencia… (decidido) así, tenemos que el gnosticismo sirio de Saturnilio mantuvo que sólo hubo un Padre, totalmente desconocido, quien al venir al mundo como Salvador, es un salvador increado, incorpóreo e informe. Sólo su apariencia (Jesús de Nazaret), es humana. ¿Por qué?, para que los demás humanos puedan reconocerle. Basílides y los gnósticos egipcianos propusieron que el Padre jamás había nacido y nunca tuvo nombre. Cristo sólo fue una partícula de la mente del Padre. El patripasianismo monarquianista deriva su fascinante nombre de la creencia en que Dios es uno e indivisible. El Padre se introdujo en el cuerpo de María, nació de ella y sufrió y murió en la cruz. Los hombres, de este modo en realidad crucificaron a Dios Padre. Los sabelianos juraron que Padre, Hijo y Espíritu Santo son el mismo Ser: un Dios único con tres manifestaciones temporales diferentes. Los apolinarios dualistas defendieron la existencia de dos Hijos, uno procreado por Dios el Padre y el otro por María la Mujer. El nestorianismo llevó aún más lejos esta teoría de la doble personalidad. Jesucristo es realmente dos personas, uno, el Hombre, y otro el Verbo. Debemos distinguir entre las acciones del Hombre Jesús y las palabras del Dios Cristo. Finalmente, los más influyentes de todos los herejes, los arrianos, consideraban al Hijo como mera afluencia, proyección o co-increación del Dios Padre, derivada de la sustancia de éste.    

Remo: (hace una mueca para restarle importancia al comentario de Rómulo). Sí, está bien eso, pero yo no le doy bola, en “Ayúdate a ti mismo” dice que uno es su propio dios, y  prefiero creer en eso porque… 

Rómulo: (interrumpe) No Remo, pará, bajá un cambio macho, vos deberías seguir nuestras raíces politeístas, los dilemas dejalos para los intelectuales… como yo, además no es conveniente salirse del camino.

Remo: ¡Pero si todos los caminos conducen a Roma!

Rómulo: Sí, la verdad es que a veces digo para qué mierda la habremos fundado.

Remo: No sé, pero acá el primer rey de Roma fuiste vos.

Rómulo: Suena a factura, pero eso ya te lo expliqué mil veces… eras menor…

Remo: ¿De edad? Cómo voy a ser menor de edad si somos gemelos, nacimos…

Rómulo: (interrumpe decidido) Intelectualmente, menor intelectualmente, Remo. Pero ojo, sin tu colaboración no hubiéramos construido Roma.

Remo: Ah, ¡gracias por lo que me toca en esta historia!, pero bueno, ahora ya está, la cagada ya está hecha, hay que mirar para adelante Rómulo.

Rómulo: Sí ya sé, pero miro unos siglos para atrás y me pregunto cómo se nos pudo ir tan al carajo.

Remo: Y… se generó un sistema…

Rómulo: Sí, ¡pero imperialista!

Remo: Por eso, no es culpa nuestra.

Rómulo: No, claro, del sistema…

Remo: Sí, y con las creencias lo mismo, en el fondo se trata de creer en algún sistema… superior ¿No?

Rómulo: Supongo, y volviendo a ese tema, me hiciste acordar que incluso unos estalinistas amigos de la adolescencia —esa etapa en que más que adolecer de realismo te vas para el lado del realismo berreta, por eso si después de los 28 seguís siendo estalinista ya pasás a ser tarado, al menos eso decía un médico amigo de mamá Loba al que le decían el hombre-oso.

Remo: (tratando de comprender) Parecido a Lombroso, el de los asesinos orejudos. ¿No?

Rómulo: Sí, este es el de los adultos pelotudos. Bueno, esos estalinistas me dijeron que hay una versión no publicada de la Biblia en la que dice que Cristo era un farsante, que laburaba para el Imperio Romano y que...

Remo: (interrumpe) ¿No vas a decir de qué edición se trata, como solía hacer Borges? Perdés credibilidad si no… (dice con aire de superado).

Rómulo: En primer lugar ese no es tu papel Remo, vos sos el que escuhás acá, y yo el que doy los sermones y demuestro erudición; y en segundo lugar, Borges es Borges y yo soy yo,  él hace ficción, yo en cambio voy siempre con la verdad, no me gusta engrupir gratis a nadie. Y además, a ver si todavía me quedo ciego por copiarlo.

Remo: Eso no sería nada Rómulo, peor sería que te publicasen cosas que no quieras, y que tu jermu lucre en La Tierra con tus inseguridades mientras vos la miras desde arriba decepcionado. Además no te preocupes si te llegás a quedar ciego, yo estaría dispuesto a leerte el diario todas las mañanas.

Rómulo: ¡Pero si apenas sabés el abecedario Remo!

Remo: (con odio contesta) ¡Sos cruel como una rata neoliberal! Nunca es tarde para aprender, eso me lo dijiste vos, Rómulo.

Rómulo: Está bien, pero volvamos a lo nuestro.

Remo: ¿En qué verga estábamos...?

Rómulo: (dice mientras trata de recordar tomándose el mentón con dos dedos) En qué estábamos, en qué estábamos... (levantando la mirada y sonriendo) ¡Estábamos con lo del servicio militar!

Remo: (exaltado) ¡Cierto! Te decía que sufrí como perro en ese lugar, y que me parece tan tan al pedo como masturbar a un muerto…

Rómulo: ¡Ep! Esa frase no es tuya, tenés más o menos un repertorio de 10 ideas y 40 palabras, y esa nunca la escuché.

Remo: Es cierto, es cierto, la decía un amigo mío en el jardín de infantes…

Rómulo: ¡Precoz el guacho!

Remo: Síí, un hijo e puta... (y se hecha a reír mientras recuerda, luego agrega entre risas). Las maestras se preguntaban cómo un nene de cuatro años podía tener tanta sabiduría, sabía incluso que si le entrás en perrito a las minas no les podés chupar bien las tetas…

Rómulo: (una pausa y declara) ¡Se trata ni más ni menos que de la arbitrariedad del signo
Remo! La lengua es un conjunto de articulaciones, de límites que introducen discontinuidad en la masa de las realizaciones fónicas y en la masa de las significaciones.

Remo: Y por eso Fabiancito dibujaba a las maestras con una teta en la espalda, je je je j aja jaj jo ja ja…. 

Rómulo: Es decir, nada definido, estable o fijo preexiste a las operaciones de la lengua: pensamiento y sonido son, antes de su mediación, dos masas amorfas.

Remo: Y también decía: “vengan que me hice pis”, para que lo toquetién un rato y cagarse de risa con los compañeritos...

Rómulo: (zamarreándole del brazo) ¡Pero me estás escuchando lo que te digo!

Remo: Sí, que es la lengua la que permite que un hablante categorice una entidad fónica particular como tal o cual entidad significante y una entidad conceptual como tal o cual entidad significada; y estas categorizaciones no se deben a ninguna razón intrínseca a la naturaleza de la sustancia fónico acústica o conceptual (se queda con gesto de auto sorpresa)

Rómulo: (lo mira estupefacto pero continúa). Por eso la lengua es un sistema de valores puros en el que la identidad de cada unidad sólo deriva de su oposición a las demás unidades del sistema. ¡El lenguaje es un sistema! (se queda satisfecho).

Remo: (súbitamente agrega) ¡Pero claro que es un sistema! ¡Todo es un sistema: la corrupción, el sistema solar… el…

Rómulo: Sistema capitalista, el sistema…

Remo: ¡Binario! El sistema…

Rómulo: De ballotage... todo, todo lo que se te pueda ocurrir, lo primero que se te cruce, es un sistema, seguro que es un sistema.

Remo: Síííí, ni hablar.... (enumerando con los dedos) el sistema respiratorio, el…

Rómulo: Sistema de Tandilia.

Remo: Los sistemas de alarma.

Rómulo: La policía.

Remo: (relajado) Sííí, la policía, obvio.

Rómulo: Y el sistema judicial también...

Remo: (asiente con la cabeza) Y el terrorismo.

Rómulo: El narcotráfico…

Remo: El gobierno.

Rómulo: La re-li-¡gión!

Remo: (se desespera) El, el, el ¡fundalismo!

Rómulo: Fundamentalismo, sí.

Remo: También.

Rómulo: La estética.

Remo: ¿También?

Rómulo: Claro, la belleza y la fealdad son convenciones sistémicas, vos sos feo y yo soy lindo, pero tal vez mañana, en otro sistema vos seas el lindo y yo el feo, igual en este yo salí ganando (se regocija en su conclusión mirándose a un espejo de mano)

Remo: (Remo lo mira y agrega) ¡¿Cómo hacés para ser tan lindo?!

Rómulo: (gesto de obviedad)

Remo: Claro, claro, el sistema…

Rómulo: (se sorprende) Nooo, ¡ma qué sistema! yo soy lindo por naturaleza.

Remo: ¿Pero cómo? no era que… no dijiste que… ¡te estás contradiciendo!

Rómulo: Pero por naturalezaaa… en tanto sistema.

Remo: Ahhhh (se queda pensativo), pero entonces por el sistema…

Rómulo: De una belleza sistemáticamente natural.

Remo: Pero por el sistema.

Rómulo: Sí, naturalmente bello.

Remo: Sí, ya, pero gracias a que este sistema…

Rómulo: (afirma con la cabeza) Me dotó naturalmente con esta belleza.

Remo: (fastidiado, explota) ¡Bueno sí, mierda! (se recompone por la duda) ¿Y a mí?

Rómulo: Te dio esas orejotas (se echa a reír)

Remo: (dubitativo) Natu…

Rómulo: Naturalmente simétricas.

Remo: (confundido) Bueno… entonces no está tan mal…

Rómulo: (levanta sus hombros)

Remo: Bien... ¿algún otro ejemplo se te ocurre?

Rómulo: Sí, claro que sí, el apartheid era un sistema bien aceitado eh...

Remo: (risueño, comienza a erotizarse) Sííí, bien aceitado…

Rómulo: Y el racismo todavía lo es....

Remo: Pero bien aceitado…

Rómulo: Incluso la xenofobia lo es.

Remo: (erotizado) También, con mucho aceite en los xenos…

Rómulo: ¡¿Pero en qué mierda estás pensando Remo?!

Remo: (se recompone) Ah, pero… (señala las curvas femeninas) ¿no son un sistema?

Rómulo: Nooo, bah, sííí, qué se yo, no sé, pero… el patriarcado es otro ejemplo bien claro.

Remo: Sí, que todavía persiste.

Rómulo: Como la discriminación en general...

Remo: Como la pobreza.

(pausa)

Rómulo: Sin embargo... sin embargo... qué bien me siento, estoy tan contento, no me falta nada.

Remo: Es verdad, estamos como queremos, porque dicen que primero hay que estar bien uno mismo para poder ayudar a los demás, y eso ya lo tenemos, así que... no sé, en algún momento podríamos empezar a hacer algo por alguien, ¿no? (se queda pensativo luego de su inesperada conclusión).

Rómulo: Sí.... (dudando) tampoco te voy a decir que ando diez puntos, tengo algo de alergia, y el otro día me hice pomada la rodilla, cosa que me jode bastante te diré, me caí de la bici, y no me deja pisar bien...

Remo: ¿Pero podés pedalear?

Rómulo: Sí, puedo ahí, voy medio chanfleado pero voy, el tema es que cuando hace frío se pone difícil, terrible el dolor che...

Remo: Si vamos al caso yo sufro de migrañas esporádicas, que por más que sean esporádicas no sabés cuándo te van a venir, entonces me pongo ansioso y, y... y no me siento entero (expresa enfáticamente).

Rómulo: (con gesto serio y decidido). No hay que hacer nada si uno no está entero, primero la enterilidad, después la solidaridad.

Remo: Además no te las vas a dar de salvador del universo.... porque...

Rómulo: Y... esto no es Holywood, viste...

Remo: No, claro que no, es un sistema.

Rómulo: Como el sistema penitenciario.

Remo: O como el sistema motriz.

Rómulo: Nadie tiene la culpa de nada, todo lo hace el sistema.

Remo: Que a su vez genera subsistemas para proteger el sistema.

Rómulo: ¡Exacto Remo!

Remo: O sea, ¿un sistema perfecto?

Rómulo: Y perverso...

(pequeña pausa)

Remo: Che Rómulo, a veces me pregunto... ¿quién carajo habrá inventado este sistema de mierda?


FIN


Nota del autor: En esta obra se utilizan varios pasajes (algunos textuales) del Curso de lingüística general de Ferdinand de Saussure, y de la entrada a “Jesús” del libro En esto creo de Carlos Fuentes.  








De cómo Leticia perdió el gato


Sí, increíble Beto, pero cierto. ¿Y la de cómo Leticia perdió el gato te la conté? Bueno escuchala entonces. El asunto empezó así, yo salía del local y me estaba yendo a tomar el 73, me acuerdo que esa tarde laburé como perro, hice más de veinte tatuajes, ¿el mejor? y… el mejor fue, sin dudas, el de la vagina gigante que tatué en la espalda de un motoquero, no de corss no boludo, de esos pesados con campera de cuero y pelo largo, me llevó como nueve horas el dibujito. Y claro que fue difícil, Beto, fue jodido, pensá que era cuestión de dibujar piel sobre piel, el tema del color un quilombo, igual me ayudó el hecho de que el tipo era medio morochón, y además menos mal que me dio una foto, porque acá entre nosotros Beto, que no salga de acá, pero así de prepo no me acuerdo bien cómo es una concha, viste, tiene como muchos… sí, eso, vericuetos, que labio externo, el interno, arriba, abajo, al fondo… qué se yo… ¡ah perdoná! vos lo sabés de memoria, disculpá, no sabía que eras tan cogedor, pero sobre todo observador Beto, en realidad curioso sos, porque a mí polvos no me faltan encima, lo que pasa es que a mí me cabe con la luz apagada en general. ¿El peor?, perá, perá, lo dejo para después eso, que te sigo contando lo otro, no me hagás muchas preguntas Beto porque me voy por las ramas.
Bue, estoy ahí en la parada esperando, típico, el 73 que se demora, me fumo uno, me fumo dos, viene el 73, hasta las tetas, obvio, compro el boleto y encaro para atrás porque estaba insoportable adelante, ahí las viejas que se amontonan con olor a culo, en fin, lo que ya sabés. Hablando de culos… mientras me voy para el fondo rozo algún culito que otro, nada del otro mundo, y llego. Me instalé ahí atriqui como pude, haciendo equilibrio porque no llegaba a agarrarme bien de ningún caño, pero… entre el tumulto y la cancha de saber prevenir las frenadas, me las arreglé para mantenerme parado. La cosa es que ya faltando poco para que baje, me voy acercando a la puerta y en eso me cuelgo a mirar una luz medio amarillenta que salía de arriba de un edificio, y por un momento dudé si no era un OVNI, así por un segundo, viste, porque al toque me di cuenta de que era una antena, pero me quedé pensando en el asunto, eso de que dicen que la NASA tiene OVNIS guardados… hay un video… ¿lo viste?, ese de un marciano al que le hacen… ¿cómo es? me sale autopista… ¡una autopsia! ¡eso! ¿Qué está todo trucado? ¿y vos qué sabés? ¿y si fuera cierto? vos Beto no cambiás más, pasan los años y seguís siendo el mismo escético de siempre, eso no te hace bien, creo, si me permitís el consejo. La cuestión es que se ve que eso me distrajo, porque de repente el bondi se pega una frenada bárbara, clava los frenos el chofer, por suerte a tiempo, porque no llegó a chocar, creo que lo tocó al de adelante, pero apenas, y entonces te decía que venía medio colgado con esto del OVNI, no presté atención, viste, y ¡paf!, fui a parar a la mierda Beto, con la puta mala leche de que la puerta estaba abierta y no la pude pilotear loco, no la pude ni pilotear, pasé de lleno entre la puerta de atrás y que te cuento que en ese mismo momento, justo ahí, venía una minita en bici, divina, sí buenas gomas, todo, pero perá, ahora te digo eso, la cosa es que me caigo encima de la mina, no, no, encima no, me caí adelante, tipo por abajo de la bici, entonces como que se trabó, viste, se trabó y la minita ésta llevaba un gato en una canastita, era una bicicleta con canastita, de esas que usan las pibas medio hipis, y tenía un gatito ahí, que esto es lo increible Beto, el gato voló por el aire ¿y dónde fue a caer?, escuchá, escuchá esto porque es mortal, el gato fue volando, o sea rodando por el aire, dio tres vueltas y cayó justo en la caja de una camioneta que había adelante, frenada por el semáforo, ¡plum!, cayó ahí. Yo la miré a la mina y se le salían los ojos, pero de repente se lo ve al gato, porque no se lo veía al principio, estaba tapado por la puerta trasera, y recién después de unos segundos asoma el gatito, con las patitas agarradas de la puerta de la caja, se asoma, con cara de no me dejes ir así, pero escuchá, porque los gatos son bichos inteligentes, son felinos Beto, tienen el instinto de supervivencia re contra desarrollado, ¿qué tiene que ver?, no entendés Beto, ¡te adelantás!, mirá, cuando la cosa ya era evidente que no tenía vuelta, o sea que el gato iba a quedar atrapado en la camioneta, porque la camioneta arrancó al toque, cortó el semáforo y arrancó, no, no, el tipo ni se dio cuenta que le había caído un gato, entonces cuando no había vuelta atrás, ahí el gato no te digo que hace el típico gesto felino, viste… ¿como el tigre de la metro goldin meier? sí, así, igualito, como explicando “no te preocupes que me arreglo para salir”, pero no, no salió, y vimos cómo se alejaba la caminoneta con el gato, entonces nos quedamos yo boca abajo y ella boca arriba, nos miramos por un momento largo, o a mí se me hizo largo, porque ahí pude ver la belleza de semejante especie Beto, unos faroles… verdolagas, pero verdolagas en serio, como los lagos del sur, que te miran y te penetran, pero yo no me achiqué, le mantuve la mirada, y me fui acercando de a poquito, casi imperceptiblemente, y cuando la estaba por besar me dijo ¡qué hacés idiota!, me hiciste perder a mi gato, ¿y qué le contesté?, nada, estaba paralizado, después ella me pegó una cachetada, bastante fuerte, pero ni la sentí, estaba hipnotizado por esos bolillones verdes Beto, y me dijo “¡salí de encima mío, querés!”, “no puedo”, le dije yo, no, no era sólo porque estaba pasmado, me di cuenta de que me había fracturado una pierna.
Leticia, la piba se llamaba Leticia, me enteré antes de ayer cuando vino a hacerse un tatuaje del gato. Ni se acordó de mí.











 

Guido Vespucci


Guido nació en Mar del Plata en 1979. Es Licenciado y Profesor en Historia, Doctor en Antropología Social, y candidato a Magíster en Sociología de la Cultura. Trabaja como investigador social en CONICET y la UNMdP, donde también es docente. Ha sido becado por el Ministerio de Educación de la Nación para realizar estancias de investigación en Madrid, España, sobre temáticas de diversidad sexual, género y familia. Junto a sus escritos académicos publicados en libros y revistas del país y del extranjero, ha publicado ensayos y artículos de opinión en diarios locales y revistas culturales, los cuales está reuniendo para su próximo libro. Fue entrevistado y consultado en reiteradas oportunidades por diarios y programas radiales locales sobre diversos temas sociales. Ha impartido conferencias y disertaciones sobre sus temas de investigación en España, Brasil y numerosos puntos del país, así como también sobre tópicos sociológicos y de literatura en la 2º y 7º Feria del Libro de Mar del Plata, en La semana de la No Violencia de 2011, entre otros espacios. Participa periódicamente en “Espacio 95.7” de Radio Universidad, con una columna sobre temas de género. En 2010 publicó el libro de cuentos El negocio del siglo bajo el sello Gogol Ediciones. Prologó el libro Cuentos de Martín Oremor y fue comentarista en su presentación en la 7º Feria del Libro de MdQ junto a Carlos Balmaceda. Escribe también aforismos y obras de teatro, material aun inédito.