sábado, 6 de diciembre de 2014

Vanesa Almada




1. ¿Cómo o por quién fue tu primer acercamiento con la literatura? ¿Quiénes fueron los primeros autores que leíste? ¿Influencias?

Mi primer libro (el primero que reconocí como de mi propiedad, quiero decir) fue Heidi, de Johanna Spyri. Se trataba de una traducción más o menos fiel del clásico relato suizo, de casi trescientas páginas y con apenas unas pocas ilustraciones, que me había regalado mi tía con motivo de mi cumpleaños nº 6. Por ese entonces, se había lanzado también el homónimo animé japonés que le daba por fin las caras a los nombres. Yo estaba en una edad elemental, aprendiendo a leer y muy próxima a iniciar la escuela primaria, de manera que cualquier suceso de lo que yo creía una infinita y babilónica realidad me impactaba significativamente, y todo, incluida aquella primera relación con un libro, representaba una fascinación.
Después fui teniendo otros acercamientos. A la historieta, por ejemplo, o a revistas diversas, de todo tipo y género. En mis recuerdos siempre estoy leyendo. A todo lo que estaba escrito lo entendía como algo muy importante y/o deslumbrante. Secciones de algún diario viejo, un folleto, la programación del cable, una Biblia, libros de cuentos, los manuales del colegio, la vidriera de una inmobiliaria, la lista de precios de una rotisería. Mi abuela, quien percibió este comportamiento, se preocupó por abastecerme con una considerable cantidad de ejemplares de Billiken, Anteojito, Condorito, Patoruzito, y producciones similares.
Ya en el secundario, recuerdo que leímos algo de los románticos, como a Bécquer, Víctor Hugo, algo de Blake y Byron,  y a los argentinos Hernández y Echeverría. Y a Cervantes, claro. El gran Cervantes también fue clave. Pero quien sin duda dinamitó mi cabeza muy elegantemente (una cabeza que ya venía dinamitada por otra veintena de cosas) fue Gabriel García Márquez. Una gran influencia, aunque no tanto para mi escritura, sino más bien para el tipo de literatura que iba a querer leer a partir de entonces.
Confieso que también tuve mi etapa suspense, a pura novela negra y thriller policíaco.
Un poco más tarde, ya universitaria, supe (o creo que supe) hacerme el rato para ir a beber de otros manantiales, y así educarme en el desechar y en el aprehender. Puedo nombrar algunos de esos aprehendidos. No sé si llamarlos “influencia”, pero suelen ser aquellos que alternan el estante de abajo de la mesa de luz: Franz Kafka, Juan Carlos Onetti, Oliverio Girondo, Alejandra Pizarnik, Julio Cortázar, Manuel Puig.

2. ¿Cómo surge la necesidad de escribir? ¿Cuándo comenzás a compartirlo con el lector desconocido?

Surge del miedo a no ser escuchada, supongo, a una falta de atención o a un llamado de atención. Surge de la impaciencia y de cierto aislamiento. A una cortísima edad empecé a escribir lo que yo llamaba “cuentos”, que eran más bien una especie de narraciones orales, anécdotas llevadas a un cuaderno de tapa dura. Los guardaba. O los tiraba, no recuerdo. No me daba cuenta de que quizá podía mostrárselos a alguien.
La poesía llegó en la adolescencia, en forma rimada, con un contenido burlesco / caricaturesco, y un grado de ironía atroz. Eran casi pequeñas piezas cómicas en verso. Mis primeros lectores fueron, pues, mis compañeros de clase, que me animaban a continuar escribiendo porque les divertía enormemente lo que hacía.
Después conocí el hermoso rigor del surrealismo y ya no pude escapar. Escribir dejó de ser “necesidad” y pasó a ser la condición indispensable de estar viva.

3. ¿Cómo es el proceso de tu escritura? Desde que aparece y se atrapa la idea o la imagen inicial ¿Algún momento en particular del día, estado de ánimo? ¿Música o silencio? ¿Qué sensaciones, qué temas te impulsan a escribir?

Llevo un cuaderno (varios, en realidad) en los que suelo anotar ideas, frases, pasajes del libro que estoy leyendo, la referencia a algún autor cuyo escrito me ha causado determinado efecto o a alguna  imagen que he visto, algo que he oído, soñado o sentido. Si no tengo el cuaderno a mano, acudo a un papel cualquiera o al block de notas del celular.
Puede ocurrir que sienta inmediatamente la urgencia de combinar todo eso que he apuntado, el apuro por darle una forma. En ese caso, me siento en seguida a escribir. Si tengo la posibilidad - y el tiempo, claro - de volcarlo sobre el blanco de la hoja, no lo pospongo. Me tomo un rato para dejarlo registrado. Lo encadeno a mi pequeño calabozo creacional antes de que se pierda, antes de que se me vaya o me deje.
Otras veces, en cambio, pueden llegar a pasar días, meses e incluso años hasta que vuelva a esa nota para darle algún giro, manipulándola,  puliéndola o completándola.

4. ¿Y el proceso de corrección?

El proceso de corrección depende mucho de cuán conforme haya quedado con eso que traté de decir. El tan polemizado “lector modelo” siempre termina siendo uno mismo, que es el que aplica los aplausos o los latigazos según convenga. Y no necesariamente uno corrige… a mí me gusta más hablar de reescritura.


5.  La voz del poeta. Leí a un poeta comentar “cuando siento que es mi voz la que sale, prefiero borrarla. Busco una voz extraña, que no sea la mía” ¿Cómo se comporta tu voz, sube a la superficie, se sumerge?


Pienso que tarde o temprano todos terminamos siendo autobiográficos, por no decir que lo somos siempre, de un modo u otro. En algunos autores se vuelve más evidente que en otros. No obstante, me considero capaz de admitir esto: hay una suerte de lenguaje icónico, alegórico, que he creado involuntariamente dentro de mi escritura. Se trata de un tipo de alambrado verbal que recorre ciertas imágenes o vivencias relativas a mi vida personal. Este lenguaje, por su parte, acostumbra estar siempre bien disfrazado, bien disimulado, tal vez apenas sugerido debajo de cierta palabra, de cierta expresión, en un nombre omitido o hasta en un signo. Sólo hay que saber buscar. Unir esto con aquello otro. Y ahí está, ahí estoy.
Habiendo revelado esto, creo que sería más justo decir que mi voz emerge, en lugar de sumergirse,  aunque muchas veces, en su afán por esconderse detrás de ese decorado alusivo, termina náufraga y finalmente hundida; no soporta su propio peso.

6. ¿Qué autores estás leyendo en este momento? ¿Qué autor u obra que se suponía debía gustarte, no lo hizo? ¿Cuál te sorprendió?

Resulta muy conveniente haber usado la palabra “autores” (así, en plural) en la formulación de esta pregunta. Creo que el mundo ideal del escritor que está leyendo un libro a la vez se considera extinto.
Ahora estoy con Lispector (Revelación de un mundo) y con Gelman (de atrásalante en su porfía). Y todavía no pude empezar con Papeles inesperados, un obsequio reciente (“no pude” quiere decir que para leer Cortázar es indispensable entrar en cierto nirvana específico que requiere cierto ritual también específico).
Un autor que se suponía debía gustarme era Joyce. Pero no. Nos quise forzar una conexión que no teníamos. No sé por qué. O tal vez lo leí en el momento equivocado. Tendría que probar de nuevo.
¿Quién me sorprendió? Jeanette Winterson. Me acuerdo que leí a regañadientes The passion y Written on the body hace unos años, después de un sinfín de recomendaciones. Brillantes. No me sale ahora decir otra cosa.
Otro que tuvo lo suyo fue El mundo, de Juan José Millás. Muy garciamarquesco.

7. La literatura, como toda manifestación artística, es un reflejo de su época y la realidad en la que vivimos interfiere en la creación. ¿De qué manera influye en tu escritura? Si no es así ¿Con qué espacio y tiempo se identifica?

Si hay algo que pueden hacer – y deben hacer – tanto la voz poética como la voz narradora es justamente hablar de cualquier cosa en cualquier lugar y en cualquier momento. Aplicado esto a mi escritura y a la de cualquiera.

La realidad influye en la medida en que decido apropiarme de ella - o no - a la hora de escribir. He escrito alguna vez algo más inclinado a lo que se suele llamar "literatura social". Y podría volver a hacerlo (¿por qué no?) Pero no es el tipo de escritura con el que me identifico. No devotamente, quiero decir.
Sin embargo, creo que siempre hay cruces, nos guste o no. Hay bifurcaciones o choques con eso que nos está rodeando, con eso que nos está devorando, atormentando o seduciendo ahí afuera, invitándonos a ser de este tiempo y no de otro.
Si tuviera la posibilidad de elegir, sin embargo - y ya que se me está preguntando - les pediría a McFly y al Dr. Brown que me llevaran directo al Renacimiento (insuperable por donde se lo mire), a la Baja Edad Media o, como muy lejos, a la Roma Imperial.

8. En nuestra ciudad, el mar, la costa, el borde  ¿Crees que hay una identidad entre autores que comparten un espacio en común? ¿Cómo es tu historia y relación con Mar del Plata? ¿Cuál es tu lugar preferido en la ciudad?

¿Identidad común por el espacio compartido? No lo creo. Se comparte un espacio como se comparte el aire que se respira o la ruta por la que se viaja. Diferente sería si habláramos del tiempo, el cual indefectiblemente se comparte. Me refiero a una fase, a un ciclo, a un período específico de la historia. Ser contemporáneo a otro que hace lo mismo que uno debería tener por lo menos algunos puntos de convergencia en la conformación de esa identidad compartida. Varias generaciones de escritores lo ejemplifican.
Llegué a Mar del Plata a finales de los años `90 y viví en ella toda la paranoia esquizofrénica de la llegada del nuevo milenio. Conservo de y en Mar del Plata recuerdos inolvidables.
Por otro lado, supongo que cada quien tiene, en su universo ideal, ese “lugar seguro” adonde ir, adonde guarecerse en caso de que las cosas no vayan tan según lo planeado. En mi caso, ese lugar solía ser la casa de mi abuela, mi casa, a la que a veces suelo volver en mi subconsciencia. Mi relación con Mar del Plata tiene que ver con una búsqueda - yo diría obsesiva búsqueda- de ese otro posible lugar seguro pero con su correspondiente correlato físico, un refugio en el que poder resguardarse de ese todo que no es la escritura ni el libro que uno está leyendo. Se me ocurre que ese locus amoenus tal vez podría ser Mar del Plata… ¿podría?
Por antonomasia, voy a decir que mi lugar favorito de Mar del Plata es la costa (tiene que serlo). Pero no cualquier costa. Digamos Alfonsina, que viene siendo otra antonomasia.

9. ¿Cómo ves la literatura actual, a nivel local,  nacional? ¿Algún autor para recomendar?

Diré que, como lo que estoy haciendo en la inmediata actualidad es poesía y no otra cosa, me siento un poco más cómoda hablando de poesía y un poco menos cómoda hablando de “literatura” (ese término tan amplio). La poesía siempre ha sido uno de los géneros más castigados y menos apreciados comercialmente, en comparación con la prosa y con todos sus multipremiados subgéneros.
Me alegra saber que asistimos a una temporada de crecimiento y de alineación de balanzas. De un tiempo a esta parte, se empezó a leer poesía. Y los organizadores de festivales de poesía y de lecturas públicas (nacionales, internacionales, locales) hacen un trabajo admirable para fortalecer este fenómeno. Sigamos entonces por ese camino.
Para recomendar, todos. Hay que hacerse el tiempo para leer todo de todos. Sólo así se completará el círculo.

10. Hay acontecimientos que incentivan, otros que bloquean y hacen que luego notemos una evolución o un click en nuestra escritura ¿Cuáles fueron esos sucesos históricos personales o externos que intervinieron en su obra hasta ahora?

Considero que hay un progreso involuntario en toda escritura, sí, y que tiene que ver con eso que estamos constantemente percibiendo desde afuera, con ese monstruo que nos está siempre por atrapar y que es siempre el otro, en forma de suceso, de viaje, de lectura, de sociedad, de canción, de cita requerida, de amante.
Creo que yo he tenido un poco de todo eso. Pero no siempre la intervención ha sido inmediata. Mi madre falleció cuando yo era apenas una niña y no pude sentarme a escribir sobre ella sino hasta hace poco más de un año. Sólo por mencionar un ejemplo.

 11. Olga Orozco decía que el tono particular de su poesía se debía a su propia medida de respiración.      El autor le imprime una musicalidad propia. Siempre al escribir está presente la cadencia de nuestra voz y cuando alguien oye leer al escritor, esa voz puede acompañarlo por el resto de las lecturas en el papel.  La respiración del texto puede llevar al lector a respirar con él. Hay personas que no pueden seguir el ritmo a una lectura, se quedan sin aire, a otros les queda resto, ¿Cómo quiere dejar al lector si sigue su respiración, con aire de sobra relajado mirando el mar, haciendo algún arte marcial ancestral, filtrándolo de a poco para degustar mejor, sin aire por haber corrido un colectivo?


Sin aire por haber corrido un colectivo. Y que se suba al colectivo y lo lea de nuevo. Que tenga que leerlo de nuevo. Que quiera leerlo de nuevo. Y que después se prenda un pucho.

12. Si bien todos podemos hablar de los mismos temas, cada autor crea una galaxia en la que florece una simbología personal, que aparece y se acentúa y se repite para generar un propio lenguaje y lugar común donde sentarse a observar y sentir con él. Si tuviera que visualizar su obra en un collage, ¿Qué elementos de su obra no faltarían? Puede nombrar paisajes, objetos, sensaciones, situaciones concretas, texturas, colores…

Hace un par de preguntas hablamos de los momentos personales que pueden intervenir en la escritura. Es un hecho, entonces, que la escritura tiene “momentos”, períodos de mayor o menor intensidad productiva. Digamos, algo así como impasses. Teniendo esto en cuenta, resulta difícil hablar de algún tipo de lenguaje poético lineal o de una simbología que lo sostenga. En todo caso, pienso que cada uno de esos momentos debe tener uno propio. Correspondería que así fuera.
No obstante, hay ciertas constantes, sí, que podría ir rastreando en mi escritura, como por ejemplo el fuego, el agua (en todas sus formas o estados), las partes del cuerpo, los sentidos, la mentira (todo lo que es falso o bifásico suele tener mi atención), el suelo, los objetos cotidianos, y un abusivo uso de adjetivos, gerundios y verbos de estado.

13.  Alrededor del escritor se construye cierta atmosfera mística, hay quienes se salvan, quienes se alimentan, quienes mueren, quienes hacen de ello algo cotidiano o algo extraordinario. Étiemble sostenía que el placer poético podía tener un origen fisiológico, de índole muscular y respiratorio (volviendo a la respiración) siendo una manera de unirnos al mundo, participando del ritmo universal. ¿Qué lugar tiene la escritura en tu vida? ¿Qué es lo que buscás/encontrás en ella? ¿Qué es para vos, desde tu cuerpo en relación al mundo?

Es como si me hubieran pedido una definición de poesía. Uno lo sabe acá adentro pero no puede explicarlo. La imposibilidad de narrar: desde los diarios de Colón hasta nuestra laptop.
Diría que, en efecto, el acto de escribir (al igual que el de leer) tiene su vinculación con un tipo de trasfondo fisiológico. Está vivo en el cuerpo. En él nace, en él crece, en él revienta.
Y en la escritura se busca y se encuentra todo. Sin excepciones.

14. Un tema, banda, disco o lo que gustes para dejarnos con algo de tu obra al pie de la entrevista…

Oh, esto era todo una trampa, tal como lo imaginaba.  Al final de todo vienen las preguntas difíciles, como en la secundaria. En fin, vamos con estos dos, a ver si apruebo…: One (U2, 1992)  y Have a little faith in me (John Hiatt, 1987).

15. ¿Madera, fuego, tierra, metal o agua?

Mi próximo poemario tiene por título Agua. Imagino que esto ya debería esbozar una posible respuesta…











muerte prosódica (fragmento)


Cuando la pienso no escribo, porque no sé escribir. Sólo sé pensarla.

Lo cierto es que hay cosas que tienen explicación y otras que no.
Lo que me pasa es que, cada vez que salgo a buscar a las primeras, las segundas me caen a almorzar sin avisar. Y entonces vuelvo a pensarla.
Me encantan esos encuentros inesperados.
Traen la risa involuntaria de las cosquillas en la panza que nos da el hamacarnos fuerte.

Lo que me pasa también es que, a veces, me excedo en la lectura y no alcanzo a recuperarme del párrafo anterior. Y entonces me ocurren las palabras.

Cuando la pienso ella está vestida de amianto, y tiene el pelo recogido y los anteojos puestos. Indiferente a todo lo que no le voy a decir.

Me gusta pensarla así, con los rulos ahogados contra mi cara y el chocolate que nunca le compré en la cartera.
Así que el tiempo tiene sobra de él mismo para burlarse y ponerse al día con Freud.

Lo que me pasa es que hablo de mí porque me da miedo el hablar de otra cosa de la que no tenga tanta memoria.

Cuando la pienso ella es como mi Dorian, pero no sé dónde dejé los pinceles.
Y además la televisión en blanco y negro me vuelve daltónica, y las margaritas dejaron dicho a la secretaria que no les pasen más llamadas.

Estoy enferma de literatura. De leer y de escribir.
Cuando la pienso ella todavía no existe, sino que está por nacer. Y a mí me faltan pocos días para cumplir ciento dos años.

Lo que me pasa es que a todas las palabras bien escritas les veo una falta de ortografía, y las repito en un papel infinito.

Cuando la pienso no soy. Porque no sabría ser. Entonces escribo. O muero.






quo vadis

de dónde sale el agua que respiran los vidrios los días de invierno
el hambre que nos causa la playa

adónde va el viento cuando deja de seguirnos
adónde las cartas
las tarjetas de cumpleaños que nunca fuimos capaces de mandarnos

adónde habría que reclamar las deudas que se tienen nuestros cuerpos
sobre qué otras desnudas criaturas
acomodan sus partes íntimas

adónde están los bordes que le fuimos recortando al camino
los cajones de manzana que no pudimos salvar

por dónde corre la sangre mojada
por qué sucias sábanas se revuelca su mancha

adónde van los libros prestados
(a veces leídos / siempre perdidos / nunca devueltos)
adónde sus notas al margen
sus índices manoseados
sus verdaderos padres

adónde duermen los peces cuando no están despiertos
cuando no ahogan sus cuerpos en ollas hirviendo
adónde van sus lágrimas
sus otras aguas

de dónde nacemos cuando ya hemos muerto
de dónde salen los otros
cuando los demás no nos piensan / ni nos adoran / ni nos fingen /
ni nos pueden alcanzar

adónde corren los verbos
y las formas de los signos
cuando no los podemos decir / ni atravesar / ni encender

de dónde sale el suelo cada vez que el infierno
quiere escaparse de los edenes

adónde esconden tu nombre
cada vez que el mío no se deja gritar
cada vez que nos deja el viento
cada vez que a los vidrios les empieza a faltar la respiración
después de la playa
en invierno






del No ser (proclama)

Si no me escribo soy una ausencia.
Alejandra Pizarnik

No es que nos encuadernemos, que nos volquemos, o nos anochezcamos falsos, envueltos en papel manteca;
No es que nos duelan los nombres, o los pestillos, o los pretextos, o las ficciones;
No es  que no hayamos buscado el tiempo que algunos desperdiciaron;
No es que lo anormal o la locura o todos ellos;
No es que nos vistamos de sudario para salir de fiesta;
No es que planeemos, No, las lecturas anárquicas, las necedades psíquicas;
No es el espejo estafándonos, ni es que nos deshabitemos. Es que ya somos otros, andándonos los adentros que dejamos sin usar.











Vanesa Almada Noguerón

Vanesa nace en la ciudad de La Plata (Buenos Aires, Argentina), en 1980. Tiene estudios en Letras y Gestión Cultural. Obtiene, en 2008, el 1º premio en el Certamen Internacional Poesía de las Américas por su cuento corto “Final”. En 2011, el Colectivo Portorriqueño Ó incorpora parte de su trabajo en prosa poética a la Antología de Escritores Latinoamericanos. Asimismo, es convocada en 2012 por la Firma Editorial “de los Cuatro Vientos” para integrar la edición antológica “Poetas y Narradores Contemporáneos”. En Octubre de 2013, la Latin American Intercultural Alliance galardona su obra con el 1º premio de su Certamen Anual de Literatura Internacional, en el Queens Museum of Art de NY. En enero de 2014, es elegida finalista para el Premio Nacional de Literatura, en la ciudad de Tres de Febrero.  Actualmente, reside en Mar del Plata,  pertenece al equipo de redacción de revista cultural “Poética” e integra el staff artístico del ciclo “Arte sin Aduanas”. Parte de su labor en verso se encuentra también disponible en las revistas de creación literaria “Desnuca2”, “La Avispa” (Grupo ‘de la palabra’), “Pangea” (Ciudad de Salamanca) y “Ergo” (Universitat de València).


Para leer más sobre la autora, visitá: www.almadanogueron.blogspot.com.ar

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