domingo, 16 de junio de 2013

Agustín Marangoni







1. ¿Cómo o por quién fue tu primer acercamiento con la literatura? ¿Quiénes fueron los primeros autores que leíste? ¿Tus influencias?



Mi primer acercamiento a la literatura fue a los seis o siete años. Leía libros de cuentos, ahí descubrí Las Mil y una noches, las fábulas, los clásicos y algunos relatos bíblicos también. Me enloquecía esa sensación de dejar de ver las letras para perderme entre imágenes. Siempre me pareció mágico ese proceso mental de la lectura.



2. ¿Cómo surge la necesidad de escribir? ¿Cuándo comenzás a compartirlo con el lector desconocido?



No sé cuándo surgió pero escribía de chico también, a los diez años, cosas inmaduras sin elaboración. Y lo disfrutaba. Mis primeras publicaciones son periodísticas. Las literarias fueron apareciendo tímidamente, mezcladas con los textos periodísticos.



3. ¿Cómo es el proceso de tu escritura? Desde que aparece y se atrapa la idea o la imagen inicial ¿Algún momento en particular del día, estado de ánimo? ¿Música o silencio? ¿Qué sensaciones, qué temas te impulsan a escribir?



Silencio, sin duda. De chico escribía con música y de noche. Después comencé a escribir a la tarde y con música muy bajita. Ahora me levanto a escribir a las ocho de la mañana y en pleno silencio. El ánimo no me frena para escribir literatura, me frena la vagancia, hay días que no tengo ganas de sentarme en la máquina y teclear, me quedo pensando en cosas para escribir y no las escribo porque me da fiaca. Las anoto en algún lado, lleno cajones de boludeces escritas que nunca vuelvo a leer. Lo que me impulsa a escribir es variado, cualquier temática puede ser un disparador, sólo necesito que me parezca divertido.



4. Y el proceso de corrección?



Lo amo y lo odio al mismo tiempo. Corregir es reescribir. Soy muy perezoso corrigiendo. Es el problema de escribir mucho y sin tiempo. En la corrección está el estilo. El estilo es el tiempo de diseñar un texto.



5. ¿De qué manera construís tus personajes, tus historias?



Las dejo ser. Un personaje manipulado es un personaje aburrido. Y si hay que manipular, mejor que no se note. Escribir es como jugar al póquer, hay que decir la verdad como si estuvieras mintiendo. Las historias se construyen solas también, el secreto está en tener algo para decir.



6. ¿Qué autores estás leyendo en este momento? ¿Qué autor u obra que se suponía debía gustarte, no lo hizo? ¿Cuál te sorprendió?



En este momento estoy leyendo autores latinoamericanos. Casi todo lo que leo es latinoamericano. Me está costando muchísimo leer traducciones, siento como si estuviera mirando una película doblada. Muchos libros no me gustaron de los que te tienen que gustar sí o sí. Ejemplo: el Ulises de Joyce. Por favor, qué embole. Tampoco me enganché con la obra de Javier Marías ni con la de Enrique Vila-Matas. Me sorprendió el escritor cubano Leonardo Padura, el uruguayo Mario Levrero, el argentino Camilo Sánchez, que escribió una sola novela: La viuda de los Van Gogh, y muchos otros. Incluso estoy redescubriendo a García Márquez y a Vargas Llosa, una obviedad, pero los estoy repasando y me están pareciendo más maravillosos que nunca. Lo mismo con Roberto Bolaño, Guillermo Saccomanno y Carlos Fuentes. También me gustan Cristian Alarcón, Martín Caparrós, Juan Villoro y Rodolfo Walsh. La lista es extensa.



7. La literatura, como toda manifestación artística, es un reflejo de su época y la realidad en la que vivimos interfiere en la creación. ¿De qué manera influye en tu escritura? Si no es así ¿Con qué espacio y tiempo se identifica?



Siempre quiero ser contemporáneo. Pero es mi rollo, hablo de mi tiempo. Por ahora, es lo que me sale. La velocidad de la tecnología, la dimensión infinita de la sociedad actual, la heterogeneidad. Casi todo lo que sucede en el día a día es una historia que se puede contar bien.



8. En nuestra ciudad, el mar, la costa, el borde  ¿Crees que hay una identidad entre autores que comparten un espacio en común? ¿Cómo es tu historia y relación con Mar del Plata? ¿Cuál es tu lugar o punto preferido de la ciudad?



Me encanta Mar del Plata y siento que siempre hay un poquito de la ciudad presente en lo que hago. Las calles vacías en invierno y las calles explotadas del verano. El calor extremo y la tormenta. La llegada y el éxodo. La ciclotimia de esta ciudad es difícil de evitar. Desde algún lugar siempre me influencia. 
 Mi punto preferido de la ciudad es la costa. Y la torre tanque.

9. ¿Cómo ves la literatura actual, a nivel local y nacional? ¿Algún autor para recomendar?



La literatura a nivel local ha crecido exponencialmente. Es sólo cuestión de ver la cantidad de proyectos independientes que han surgido, poéticos, narrativos, periodísticos e incluso los indefinibles. También hay editoriales nuevas. Autores locales para recomendar hay muchos: Joaquín Correa, Luciana Caamaño, Martín Zariello, Ana Porrúa, Fabián Iriarte, Virginia Ceratto, Carlos García Reig, Jorge Chiesa, Matías Moscardi, Alejo Salem, Florencia Roca, Juan Carrá, entre otros que no estoy nombrando y también son muy buenos. Argentina es un país donde siempre se escribió muy bien.



10. Hay acontecimientos que incentivan, otros que bloquean y hacen que luego notemos una evolución o un click en nuestra escritura ¿Cuáles fueron esos sucesos históricos personales o externos que intervinieron en su obra hasta ahora?



Son tantos que es imposible de contestar con precisión. Casi siempre el click me llega desde la música y desde el cine. Hay obras que te patean la cabeza y te transforman. Ese click es como una pausa en la que te mirás a vos mismo y te das cuenta de que ya no sos el mismo. Algo se te metió en el cuerpo.



11. Olga Orozco decía que el tono particular de su poesía se debía a su propia medida de respiración. El autor le imprime una musicalidad propia. Siempre al escribir está presente la cadencia de nuestra voz y cuando alguien oye leer al escritor, esa voz puede acompañarlo por el resto de las lecturas en el papel.  La respiración del texto puede llevar al lector a respirar con él. Hay personas que no pueden seguir el ritmo a una lectura, se quedan sin aire, a otros les queda resto, ¿Cómo quiere dejar al lector si sigue su respiración, con aire de sobra relajado mirando el mar, haciendo algún arte marcial ancestral, filtrándolo de a poco para degustar mejor, sin aire por haber corrido un colectivo?



Depende del momento y de la circunstancia. Hay momentos en que es conveniente decir en forma directa. Y otros que piden pausas. Hay que saber leerse. Y, fundamentalmente, evitar esa mala costumbre de buscar equilibrio. Las historias desequilibradas tienen mejor madera. En el error está la novedad.



12. Si bien todos podemos hablar de los mismos temas, cada autor crea una galaxia en la que florece una simbología personal, que aparece y se acentúa y se repite para generar un propio lenguaje y lugar común donde sentarse a observar y sentir con él. Si tuviera que visualizar su obra en un collage, ¿Qué elementos de su obra no faltarían? Puede nombrar paisajes, objetos, sensaciones, situaciones concretas, texturas, colores…



Me parece que nunca va a faltar alguna referencia al cuerpo. Aunque sea chiquita. Siempre deslizo algo relacionado con el cuerpo. Y con la muerte.



13. Alrededor del escritor se construye cierta atmosfera mística, hay quienes se salvan, quienes se alimentan, quienes mueren, quienes hacen de ello algo cotidiano o algo extraordinario. Étiemble sostenía que el placer poético podía tener un origen fisiológico, de índole muscular y respiratorio (volviendo a la respiración) siendo una manera de unirnos al mundo, participando del ritmo universal. ¿Qué lugar tiene la escritura en tu vida? ¿Qué es lo que buscás/encontrás en ella? ¿Qué es para vos, desde tu cuerpo en relación al mundo?



Escribir es una necesidad. Suena muy boludo, pero es así en mi caso. Casi todo lo que pienso lo pienso en función de cómo puedo escribirlo. Cuando escribo encuentro un espacio de reflexión. Es mi trabajo, es un placer y es una de mis mayores diversiones.



14. Te pido un tema, disco, banda o lo gustes para dejarnos con algo de tu obra al pie de la entrevista…



El disco Pynandi, del Chango Spasiuk.



15. ¿Madera, fuego, tierra, metal o agua?



Madera.











 


Gutiérrez – Capítulo 9



El señor Gutiérrez nunca comió pan, no tenía un problema de salud ni nada por el estilo, simplemente quería descubrir ese sabor en un momento especial; pasaba por la panadería y se quedaba mirando los panes en sus distintos formatos, pero jamás compraba, se decía a sí mismo que no era el momento indicado y seguía caminando. Incontables veces rechazó un sándwich. No quería dar demasiadas explicaciones, simplemente decía que no, que estaba esperando el momento justo; ante semejante contestación la gente le hacía siempre las mismas preguntas, si no se tentaba, si no creía que se estaba perdiendo de hacer algo muy recomendable por testarudo, si sus padres le pegaban cuando era chico, si nunca había estado en una situación donde sólo había pan para comer, si tenía una fecha estipulada para probarlo; también estaban los que le decían que estaba perfecto, que hiciera lo que quisiese y que no se preocupara por lo que dijesen los demás, porque al fin y al cabo comer pan era un placer íntimo y estaba en uno disfrutarlo o rechazarlo; hasta hubo una persona que le dijo que lo envidiaba, nunca supo bien porqué. El señor Gutiérrez pensaba todos los días en comer pan, pensaba a propósito: le gustaba no comerlo, prefería tener la opción siempre al alcance, latente. Era su gran expectativa, aunque por momentos pensaba que se le estaba yendo de las manos, que cuando lo probase no iba a ser gran cosa, que cuánto más tiempo pasara más complicado sería elegir el momento óptimo. Pero había días en los que estaba orgulloso de su expectativa, de no hacer lo que podía hacer, entonces se sentaba en el sillón de su casa y pensaba en pan, imaginaba que comía sándwiches, y que el sabor de los sándwiches era maravilloso; imaginaba que entraba en una panadería y compraba medio kilo de pan y que se lo comía todo él solo, sentado en la plaza de la vuelta de su casa, en un banco que ya tenía elegido, donde a las cuatro de la tarde el sol se aproximaba entre dos árboles altísimos y se proyectaba sobre el césped en un ángulo perfecto.



Fragmento de Los siete gatos



La última semana fue traumática, él en cama, no podía ni darse vuelta. El médico diagnosticó intoxicación y un cuadro de deshidratación severa. Al tercer día lo llevaron al hospital. Su amigo, el químico, le dijo que se quedara tranquila, que nadie encontraría nada. Era importante, eso sí, que se deshiciera del frasco. El trabajo estaba bien hecho, las etapas se estaban cumpliendo en los plazos previstos, tal vez con un poco de retraso pero no era para preocuparse, era normal la reacción tardía en organismos sanos, él no bebía, no fumaba, no salía de noche, era prolijo en su alimentación. Apenas tenía cincuenta y un años. Él y su café por las noches. El frasco ya estaba lejos. Ella esperaba novedades mirando para afuera. Clavaba entre sus labios un cigarrillo atrás de otro.



Fragmento Salvador Caminos



Nuestra amistad –tal vez amistad es una palabra equivocada– nació por pura casualidad: a él le faltaba la pierna derecha, a mí la izquierda, los dos calzábamos cuarenta y tres. Íbamos juntos a comprar zapatos.















Agustín Marangoni



Nació el 6 de febrero de 1982, en Mar del Plata. Es periodista, investigador en arte contemporáneo. A fines de 2011 editó su primera novela, Gutiérrez. Actualmente publica críticas, crónicas y artículos en medios de todo el mundo. También hace radio. En breve editará su segundo libro, una compilación de cuentos.

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