sábado, 1 de junio de 2013

Jorge Chiesa








1.  ¿Cómo o por quién fue tu primer acercamiento con la lectura y con la poesía? ¿Quiénes fueron los primeros autores que leíste? ¿Tus influencias?

Cuando era chico, leer me parecía aburrido; así que digamos que empecé de grande. Hacía poco que me había mudado a Mar del Plata, no conocía a nadie y en el departamento donde vivía había bastantes novelas. Leí unas cuantas. Tiempo después intenté escribir y alguien me habló de un tipo que daba talleres literarios, mientras tomaba whisky y apoyaba las patas arriba de la mesa: era Daniel Boggio.  Fue una persona muy importante para mí. El taller era de narrativa pero a veces leíamos un poco a Gelman, Pessoa, Gonzalo Rojas, Idea Vilariño. Pasó el tiempo y cursé dos años de letras, donde también tuve la suerte de conocer a Ana Porrúa. Terminé yendo a uno de sus talleres y cada semana Ana nos prestaba un libro distinto: Montale, Pavese, Lihn, Hahn, Watanabe. Esos fueron los primeros; después me mostró toda la poesía argentina de los 90.

2.  ¿Cómo surge la necesidad de escribir? ¿Cuándo comenzás a compartirlo con el lector desconocido?

La imagen que tengo es esta: estoy viviendo en Mar del Plata, en un departamento frente al mar. Es invierno y no hay calefacción. En una noche de insomnio, me levanto de la cama y me pongo a escribir algo que se parece a un cuento. Por supuesto no era un cuento ni nada parecido, sino más bien un intento de ordenar el quilombo que era mi cabeza en ese entonces. Tuvieron que pasar más de diez años para que me decidiera a armar un libro y mandarlo a un concurso.

3.  ¿Cómo es el proceso de tu escritura? Desde que aparece y se atrapa la idea o la imagen inicial del poema ¿Algún momento en particular del día, estado de ánimo? ¿Música o silencio? ¿Qué sensaciones, qué temas te impulsan a escribir?

Uno observa, escucha y mira para adentro. Leyendo también surgen cosas pero como no me gusta interrumpir la lectura, hago anotaciones en la contratapa del libro que estoy leyendo. Y las historias que cuenta la gente y las frases de los chicos; ver de qué manera eso que te contaron puede formar parte de un poema o un relato. Hago anotaciones en papelitos y trato de no perderlos. Como sigo teniendo insomnio, escribo de madrugada, cuando el silencio es absoluto y el resto de la familia duerme.

4.  ¿Y el proceso de corrección?

Cuando empecé quería escribir un cuento, un poema, lo que fuera; quería probar que podía escribir y, por querer escribir, escribía cualquier cosa. El resultado era bastante malo y después tenía que tirar o corregir mucho. El problema era que todavía no estaba dispuesto tirar nada. Me resistía. Corregir, desechar, son parte del mismo laburo. Escribir textos totalmente fallidos, novelas enteras que uno sabe que son impublicables. Eso es lo que te hace crecer.

5.  La voz del poeta. Leí a un poeta comentar “cuando siento que es mi voz la que sale, prefiero borrarla. Busco una voz extraña, que no sea la mía” ¿Cómo se comporta tu voz, sube a la superficie, se sumerge?

Está bueno eso que decís. Porque no creo haber logrado eso nunca. Para borrar mi voz, primero la tendría que reconocer y, francamente, no se cómo es mi voz. Tampoco me considero poeta sino alguien que intenta escribir. Los poetas son los otros, los autores de los libros que están en mi biblioteca Yo escribo lo que puedo y no me importa si mañana dejo de escribir. Como soy un amateur, no siento ninguna presión en ese sentido y soy libre de abandonar la escritura en cualquier momento.

6. ¿Qué autores estás leyendo en este momento? ¿Qué autor u obra que se suponía debía gustarte, no lo hizo? ¿Cuál te sorprendió?

Releo todo el tiempo y trato de mechar los autores que siempre me gustaron con los que no conozco. Ahora estoy leyendo puras novelas. Hace poco terminé El viento que arrasa, de Selva Almada y Cuaderno de Pripyat, de Carlos Ríos. Dos libros muy distintos, y sin embargo, los dos super bien logrados en cuanto a su intencionalidad. De Carlos había leído Manigua y una parte de su obra poética: es un escritor que arriesga todo el tiempo, un gran explorador de la forma. Otros libros que me gustaron fueron Phoenix, de Eduardo Muslip; Vagabundas, de Fernanda García Lao y La Virgen Cabeza, de Gabriela Cabezón Cámara. Todo Hebe Uhart. Y mi última relectura fue La vaca aficionada a la fellatio, de Daniel Boggio. Un librazo.

7.  La poesía, como toda manifestación artística, es un reflejo de su época y la realidad en la que vivimos interfiere en la creación. ¿De qué manera influye en tu escritura? Si no es así ¿Con qué espacio y tiempo se identifica?

Puesto en otros términos, y haciendo una simplificación de dos grandes tendencias, yo diría: escribir el aire que se respira o la obsesión. Lo mío es concentrarme en unas pocas obsesiones porque tengo una imposibilidad congénita para ser contemporáneo de mis propios actos y de la época en la que vivo. Entonces lo único que puedo hacer es darle voz a los recuerdos. Me interesa menos escribir el presente que el pasado. Y de la realidad tomo lo que me sirve, su costado delirante, y aquello que puede llegar a funcionar literariamente.  

8.  En nuestra ciudad, el mar, la costa, el borde  ¿Creés que hay una identidad entre autores que comparten un espacio en común? ¿Cómo es tu historia y relación con Mar del Plata?

No creo que haya un factor aglutinante. Veo un montón de individualidades, de escritores talentosos, pero los veo más bien como una suerte de energías dispersas. Algunos se agrupan y generan espacios de lectura y de intercambio, y eso me parece que está bárbaro, más allá de la participación que uno tenga en esos proyectos. A lo mejor como yo soy medio solitario, veo que los escritores están dispersos y tal vez no sea así. En cuanto a mi relación con Mar del Plata, arranca desde que era muy chico: mis viejos tenían una casa en Punta Mogotes y veníamos con mi familia en invierno y en verano. Después mi viejo me compró una tabla de surf y eso cambió mi vida para siempre.

9.  ¿Cómo ves la poesía actual, a nivel local y nacional? ¿Algún autor para recomendar?

Antes estaba más al día, preocupado por saber qué era lo que se estaba escribiendo. Pero no se puede leer todo lo que se publica ni estar actualizado todo el tiempo. La verdad es que me quedé en la poesía de los noventa y desconozco las nuevas voces.  La vista, de Claudia Masin, me parece un libro maravilloso. Y me gusta mucho la poesía de Paula Fernández y los cuentos de Mauro de Angelis, dos tremendos escritores locales que, por lo que tengo entendido, todavía siguen inéditos.

10. Hay acontecimientos que incentivan, otros que bloquean y hacen que luego notemos una evolución o un click en nuestra escritura ¿Cuáles fueron esos sucesos históricos personales o externos que intervinieron en su obra hasta ahora?

Una Ola, de John Ashbery, empieza así: “Pasar por el dolor y no reconocerlo”. La escritura me ha ayudado a reconocer el dolor de un modo distinto, a transformarlo en algo productivo y compensar de esa manera cierto desajuste que tengo con la realidad. Obviamente esto es algo muy personal y no espero que sea compartido. Puedo pasar meses sin escribir pero no puedo prescindir de la lectura. En cuanto a la evolución de mi escritura, tengo mis días: a veces pienso que todo lo que escriba de acá en más va a ser peor que lo anterior y a veces pienso todo lo contrario. Después, con respecto a los sucesos que intervinieron en mi obra, puedo nombrarte algunos: mi hija, la vida en pareja, mi viejo a punto de morirse, el mundo de los abogados y haber vivido en una casa de piedra que cuando llovía se inundaba.

11.  Olga Orozco decía que el tono particular de su poesía se debía a su propia medida de respiración. El autor le imprime una musicalidad propia. Siempre al escribir está presente la cadencia de nuestra voz y cuando alguien oye leer al poeta, esa voz puede acompañarlo por el resto de las lecturas en el papel.  La respiración del texto puede llevar al lector a respirar con él. Hay personas que no pueden seguir el ritmo a una lectura, se quedan sin aire, a otros les queda resto, ¿Cómo quiere dejar al lector si sigue su respiración, con aire de sobra relajado mirando el mar, practicando algún arte marcial ancestral, filtrándolo de a poco para degustar mejor, sin aire por haber corrido un colectivo?

Reconozco que, por una incapacidad mía, me cuesta reconocer la musicalidad de los textos poéticos. Tengo muy mal oído. Pocas veces logro captar esa música pero, cuando ocurre, no sé a qué se debe. Es decir que me sale de casualidad. Tal vez por eso me siento más cómodo practicando con formas narrativas, que no tienen la exigencia rítmica de la poesía. A pesar de eso, leo mucha poesía. Porque si la narrativa es comunicación, la poesía siempre me recuerda que el lenguaje es, fundamentalmente, expresión. En cuanto a la figura del lector, no la tengo muy presente a la hora de escribir. Pienso muy poco en el lector.

12.  Si bien todos podemos hablar de los mismos temas, cada autor crea una galaxia en la que florece una simbología personal, que aparece y se acentúa y se repite para generar un propio lenguaje y lugar común donde sentarse a observar y sentir con él. Si tuviera que visualizar su obra en un collage, ¿Qué elementos de su obra no faltarían? Puede nombrar paisajes, objetos, sensaciones, situaciones concretas, texturas, colores…

La infancia es una experiencia intensa. De ese baúl saco cosas todo el tiempo. Pero hablar de simbología personal, no. No creo tener una. Es más la sensación de meterme con un tema y ver qué tan lejos puedo llegar. Entonces sí puede pasar que haya elementos o sucesos que se repitan. Sí me sorprendió darme cuenta, después de haber publicado un libro de relatos, que estaban todos escritos en primera persona y en todos había escenas de sexo y algunas perversiones. Eso me dejó pensando.

13. Alrededor de la poesía y del escritor se construye cierta atmosfera mística, hay quienes se salvan, quienes se alimentan, quienes mueren, quienes hacen de ello algo cotidiano o algo extraordinario. Étiemble sostenía que el placer poético podía tener un origen fisiológico, de índole muscular y respiratorio (volviendo a la respiración) siendo una manera de unirnos al mundo, participando del ritmo universal. ¿Qué lugar tiene la escritura en tu vida? ¿Qué es lo que buscás/encontrás en ella? ¿Qué es para vos, desde tu cuerpo en relación al mundo?

Muchas veces pensé en la escritura como una forma de autobiografía, de autoconocimiento; aunque no quiero que esto último suene como recurso de autoayuda. Sí puedo decir que la literatura es una gran transmisora de experiencia. Enriquece, suma, transforma tu vida en algo mucho más interesante.   

14.  ¿Madera, fuego, tierra, metal o agua?

Agua.

15.  Te pido un tema, disco, banda o lo que gustes para dejarnos con tus poemas al pie de la entrevista…

Esta maravilla de Leónidas Lamborghini: http://www.youtube.com/watch?v=ynbvsVgUeic







De eso se trata la escritura:
de volver adonde no se puede volver.
La imagen de un balde rojo
con dos peces negros
nadando en círculos.
Esas son las tierras de la memoria.
Impresiones de toda una vida; nada más.
A pesar de todos los cuadros,
lo único que Rembrandt quiso pintar
fue un poco de polvo
flotando en el interior de un rayo de luz.
Luz que solía iluminar
las entrañas del molino de su padre.
La forma que tenía ese polvo deslumbrante
de transformarse en materia; nada más.

*

Ser un corazón simple quiere decir
que un sweater vale por lo que tiene de abrigo
sin importar los dictados de la moda.
Distintas maneras de pensar
acerca del pasado y el progreso,
como si la humildad fuera una lana vieja
que nos separa del resto
(esto sirve, esto no)
y nos preserve del frío
en este invierno ruso.

*

Me quedo mirando un punto de luz humana
y la luz me habla con intensidad.
Una casa rodeada de árboles,
perdida en el campo,
lejos de todo lujo.
Imagino el ruido del motor
que la mantiene encendida.
Poco importa el olor a gas oil
y tampoco sé hablar ruso
pero podría ser feliz en esa casa
traduciendo a Dostoievsky.

*

Médanos invisibles,
de silencio gris.
El recuerdo no es torbellino sino marea
que sube lenta, congela y cubre
las plantas de los pies,
luego las piernas,
con su ceniza.

                                          de Un invierno ruso, Olmo ediciones, 2012.




Dos Perros

Mi padre compró un perro nuevo
en reemplazo del perro muerto.
Eso fue hace diez años y desde entonces
pasaron muchas cosas en el medio:
Mi padre tuvo un accidente y casi se muere.
Ahora el que está por morirse es el perro nuevo
en el patio interno:
un lugar donde los brotes del pánico
han empezado cubrir las paredes.
Para combatirlo repetimos la historia
de tener hijos
de comprar perros
cuando no deberíamos hacerlo
cuando debería ser suficiente
con dos perros muertos.




Crimen y castigo


Te voy a contar cómo componer un poemao montar con pocos elementos
una escena de lo más sórdida.
Es de noche y para empezar estás casi desnudo
aunque afuera siga y siga el invierno.
En medio de un sueño saltaste de la cama
como si debajo de tu cuerpo hubiera habido un resorte.
Vas derecho a la habitación o al lugar de la casa
donde escondés el dinero.
Las páginas de los libros
suelen ser un buen escondite.
Pero para mayor seguridad
conviene ir rotando los libros.
Lo ponés a salvo de los instintos ladrones de la mucama
que te vio nacer.
Sólo que no llegás a esconderlo
porque en un descuido
todo tu dinero se cae al piso,
incluso una parte ha ido a parar
debajo del sillón.
Vas a tener que arrodillarte para juntarlo.
Vas a tener que controlar un ligero temblor
cuando pegues la cara al suelo y tus ojos estén más cerca
de la mugre.
Están todos, decís,
después de contar los billetes uno arriba del otro
y sacudirles el polvo a la luz de la lámpara
como si fueras una vieja usurera.
Entonces creés escuchar que alguien toca el timbre.
Pero lo que suena es la alarma de tu mente
advirtiendo que el poema está por terminar
y la mejor parte quedó atrás.
¡Ah! esos dos versos.
Dije mucama,
pero cada uno puede pensar lo que quiera.

                                                     De Los Libritos, Goles Rosas, 2011.
















Jorge Chiesa 

Nació en La Plata en 1969. Es abogado y vive en Mar del Plata. Publicó las plaquetas de poesía: La Pesquita (Dársena 3) y Los Libritos (Goles Rosas). Obtuvo el primer premio en el concurso municipal de literatura Osvaldo Soriano, edición 2009, en cuento y poesía con los libros Dinamarca y Nilsen (Ediciones Suárez). En el 2011 obtuvo la primera mención de honor en el 10º Concurso de novela corta Aurora Venturini por su novela Hermanos y en el 2012 ganó el Premio Fundación Banco Ciudad de Buenos Aires con su libro de poemas Un invierno ruso. Ese mismo año editó en Clase Turista una novelita llamada Tony. 





4 comentarios:

  1. Me fascino "Dos perros" . felicitaciones

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  2. Qué buena nota! y qué bueno leerte, que es casi como escucharte! lo mejor: tu escritura. Para leer y releer...
    No me pusiste credito de la foto, malo! ni tampoco que antes del de mddp hubo otro depto en bs as con otras novelas, te acordás??? te quiero igual! grande brader y x muchas más lecturas!!!!!

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  3. Muy bueno todo lo que dice, pero me llama la atención que nunca se refiere a sus orígenes, no tiene madre, padre ni hermanos. ¿Tendra?

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  4. Muy bueno todo lo que dice, pero me llama la atención que nunca se refiere a sus orígenes, no tiene madre, padre ni hermanos. ¿Tendra?

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