sábado, 13 de abril de 2013

Fabián O. Iriarte





1. ¿Cómo o por quién fue tu primer acercamiento con la lectura y con la poesía? ¿Quiénes fueron los primeros autores que leíste? ¿Influencias?

En mis recuerdos, que pueden ser poco confiables, mis primeros acercamientos a la poesía se deben a las canciones de María Elena Walsh: me encantaban los juegos de palabras, las aliteraciones, las rimas, los ritmos, las ideas y las imágenes absurdas de esos poemas.

Mis primeros acercamientos a la lectura, también según mi memoria más afectiva que confiable, fueron dos gruesos tomos enciclopédicos que tenía mi mamá (no recuerdo el título ni la editorial, española), en los que aprendí de todo pero de lo que recuerdo con más claridad las historias de la mitología grecorromana. Cuando, muchos años después, comencé a estudiar Letras, mis compañeros se asombraban de que conociera los dobles nombres de los dioses, semidioses y mortales de esa mitología (Hera era también Juno, Zeus era también Júpiter, Afrodita era también Venus) y que supiera sus historias de vida como si fueran mi prima, mi tío y mi abuela.


2. ¿Cómo surge la necesidad de escribir? ¿Cuándo comenzás a compartirlo con el lector desconocido?

Empecé a escribir desde muy chico. Aprendí a leer a los cinco años, antes de comenzar la escuela primaria. Mi tía Cata, que cada vez que uno de sus sobrinos/sobrinas cumplía seis años, lo/la llevaba a Buenos Aires de paseo: teatro, zoológico, restaurants. Ella siempre recuerda que, cuando me llevó a mí, caminábamos muy despacio porque yo leía cada uno de carteles, posters y luces de neón en las calles de la gran ciudad. A los seis años escribí mis primeros versos, en imitación de los poemas infantiles que yo conocía. Mis padres, tíos y hermanas fueron los primeros en leerlos. Nunca tuve miedo o aprehensión al “lector desconocido”; al contrario, escribo poesía porque es esencial para mí y quiero compartirla con otros.


3. ¿Cómo es el proceso de tu escritura, desde que aparece y se atrapa la idea o la imagen inicial del poema? ¿Algún momento en particular del día, estado de ánimo? ¿Música o silencio? ¿Qué sensaciones, qué temas te impulsan a escribir?

El proceso de escribir un poema puede suceder de maneras muy diferentes. Puedo oír una frase suelta, dicha por un desconocido, al caminar por la calle; puedo estar leyendo un libro (de cualquier tema: ensayos sobre el espejo, la metamorfosis de la crisálida, danza japonesa, los ídolos de las Cícladas) y encontrar una frase o una oración que, como un dispositivo, me impulsa a pensar; puedo anotar unas palabras que leí en una pared, que oí en un programa de televisión, que se me ocurrieron en un sueño o en un estado de semi-vigilia. Otras veces, a partir de experiencias dolorosas o algún acontecimiento que me provoca mucha alegría, empiezo a garabatear imágenes, ideas, palabras con sonidos, frases con ritmos, hasta que se van espesando para formar un poema. Nunca es un solo estímulo; nunca se trata de una sola sensación, sino de una combinación de elementos lo que da origen a un poema.


4. ¿Y el proceso de corrección?

El proceso de corrección no termina hasta que un poema es publicado; inclusive después de publicado, puede seguir. Entiendo la palabra “corrección” en sentido amplio. El director de la colección de poesía “Pez Náufrago” de Ediciones del Dock, que aceptó publicar mi libro La Caja P, me objetó que en la mayoría de las veces mis epígrafes estuvieran en idiomas extranjeros. Le expliqué en cada la razón de esas decisiones, pero acordé revisar cada poema individualmente. Esa revisión me llevó a hacer dos cambios: traducir los versos de Bertolt Brech que puse como epígrafe de “Casi un crimen” (en la revista Psicofango 2 aparece la versión “original”), porque me pareció que, en efecto, era mejor que el lector que no sabe alemán entendiera de dónde venía el título y la idea de mi poema; y traducir, pero intencionadamente de manera literal, como si todavía sonara a “extranjero”, dos versos de A. Khatibi que forman parte del cuerpo de mi poema “Eglógico y sencillo”. Esa “mala traducción” mejoró visiblemente el poema. Ambos casos son sólo ejemplos de lo que entiendo por corrección.


5. La voz del poeta. Leí a un poeta comentar “cuando siento que es mi voz la que sale, prefiero borrarla. Busco una voz extraña, que no sea la mía” ¿Cómo se comporta tu voz, sube a la superficie, se sumerge?

Escribo poemas más cercanos a la experiencia de la “confesión” (aunque muchos no sean autobiográficos) en los que mi voz sale a la superficie, o al menos no trato de que la voz que se escucha sea diferente de la mía propia. En otros poemas, en los que esbozo una narración, o que tienen estructura de diálogo, o que se presentan como los “monólogos dramáticos” que con tanta maestría escribía Robert Browning, trato de que los hablantes no tengan las características de mi voz.


6. ¿Qué autores estás leyendo en este momento? ¿Qué autor u obra que se suponía debía gustarte, no lo hizo? ¿Cuál te sorprendió?

En este momento estoy leyendo varios libros a la vez, como de costumbre. Acabo de regresar de Buenos Aires y me traje pilas de libros; es difícil decidir cuál leer primero, así que leo una ensalada de autores: How to Be a Brit, de George Mikes (1984), tres libros reunidos en uno, sobre el excéntrico carácter británico; Pistache [sic], de Sebastian Faulks, una serie de parodias hilarantes; The Sea, novela de John Banville; Foster, una nouvelle de Claire Keegan; los sonetos venecianos del Conde von Platen, en una edición bilingüe; Grotescos y bizarros, una antología de sonetos del barroco francés; y varios otros libros de amigos poetas.

No hay libro que no me haya gustado; siempre encuentro algo en cada libro. Algunos, sí, me han sorprendido como extraordinarios: Italienisches Liederbuch, la breve serie de poemas italianos de Rodolfo Wilcock. (Hay traducción al español, excelente, de Guillermo Piro).


7. La poesía, como toda manifestación artística, es un reflejo de su época y la realidad en la que vivimos interfiere en la creación. ¿De qué manera influye en tu escritura? Si no es así, ¿con qué espacio y tiempo se identifica?

Nunca escribo “a propósito” sobre acontecimientos actuales, lo que en inglés se suele llamar “topical poetry”. Si sucede, cuando sucede, es porque surge de una necesidad interna. No he escrito, por ejemplo, sobre las inundaciones en La Plata o sobre las Islas Malvinas. Prefiero tratar esos temas de otra manera. Sin embargo, hace unos días me invitaron a leer poemas y elegí, sin ninguna intención determinada, uno titulado “Lluvias de noviembre en Mar del Plata”. Mientras lo leía, me di cuenta de que la audiencia pensaba en las inundaciones recientes. Se trató de una coincidencia. La gente asentía al escuchar algunos versos, y eso fue todo. Prefiero esos cruces azarosos entre la poesía y la referencia a la realidad.

No me identifico con ninguna época; vivo en esta época. Ni con ningún espacio; vivo en éste. Me gusta la ciudad de París, que visité a fines de 1987.


8. En nuestra ciudad, el mar, la costa, el borde  ¿Creés que hay una identidad entre autores que comparten un espacio en común? ¿Cómo es tu historia y relación con Mar del Plata? ¿Cuál es tu lugar preferido de la ciudad?

No creo que haya identidad entre autores por compartir un espacio. He leído a muchos poetas y narradores de Mar del Plata, y no encuentro un rasgo común a todos. Puede haber algunas coincidencias, temas comunes, modos de decir, pero también los advierto entre escritores de esta ciudad y otras ciudades de la Argentina, como Buenos Aires, Bahía Blanca, Rosario, Tucumán, Mendoza, Córdoba, Santa Fe.

Mi familia se mudó de Laprida (Prov. de Buenos Aires) a Mar del Plata en 1979, cuando yo tenía 15 años. No recuerdo con demasiada alegría los años de la escuela secundaria, pero seguir una carrera universitaria aquí me resultó muy beneficioso, tanto por el aprendizaje y las posibilidades laborales que me dio mi estudio como por los amigos que hice en esos años.

Mis lugares preferidos en Mar del Plata son la costa, al lado del mar. Generalmente me gustan los lugares altos, panorámicos: solía ir a leer a la rotonda del Golf Club, o a un café frente al mar de la zona de La Perla. También me atrae la altura de la sierra en Sierra de Los Padres. Me gusta pasar tiempo en los cafés, sobre todo alrededor de la Plaza Mitre.


9. ¿Cómo ves la poesía actual, a nivel local, nacional? ¿Algún autor para recomendar?

La poesía no es el género más popular en esta época; el efecto, benéfico, es que, al estar en una semi-oscuridad y no tener presiones de ninguna clase, todos tratamos de escribir buena poesía. Las redes sociales (como el correo electrónico y Facebook), los festivales de poesía y las lecturas de poesía, que han florecido en los últimos años, han facilitado el intercambio y la lectura entre poetas y (quizás en menor medida, pero igualmente o más valioso) entre los poetas y lectores de poesía que no son ellos mismos poetas.

Yo leo, o trato de leer, a todos los poetas contemporáneos: de Mar del Plata, de Argentina, de Latinoamérica y de todo el mundo. Aunque no comparta la dicción o la temática de algunos, me gusta estar al tanto de qué se escribe y cómo. Es algo que sucede casi naturalmente. Mi recomendación es que cada lector haga lo mismo. W. H. Auden decía que cuando era estudiante todos sus amigos se leían entre sí y leían a los poetas de su época; no había necesidad de recomendarlos o volverlos objeto de estudio académico. Lo que recomendaba era leer a los poetas de épocas pasadas, los clásicos inmediatamente anteriores y los clásicos más lejanos.


10. Hay acontecimientos que incentivan, otros que bloquean y hacen que luego notemos una evolución o un click en nuestra escritura ¿Cuáles fueron esos sucesos históricos personales o externos que intervinieron en su obra hasta ahora?

Hay dos formas de ver esa “evolución” en la escritura. Una: la evolución es constante, incesante, y sucede aunque no nos demos cuenta. Todo lo que vivimos y todo lo que leemos nos hace cambiar. A la manera de Heráclito. Dos: hay episodios en la vida personal y lecturas en la historia de nuestra educación formal e informal que se presentan con más “evidencia” ante nosotros, y por eso les asignamos un significado especial.

Puedo citar dos ejemplos. Una vez compré una breve antología de poesía, solamente cuatro autores, seleccionada por Rodolfo Alonso. Entre ellos, unos pocos poemas de Carlos Feiling. Fue como un golpe en la cabeza. Cuatro o cinco poemas bastaron para aprender que se podía escribir de otra manera. Hasta el día de hoy no sabría decir exactamente de qué otra manera, pero esa lectura, ese descubrimiento, fue como una divisoria de aguas; a partir de entonces, un antes y un después.

El segundo ejemplo, personal e íntimo, reciente (septiembre de 2011) fue la muerte de mi madre debido a un cáncer. Es difícil evaluar qué “influencia” pueda tener en la escritura la desaparición de quien me trajo a la vida, y no sé si vale la pena discutirla, pero sé que me llevó a escribir una serie de poemas en una forma que no había probado antes.


11. Olga Orozco decía que el tono particular de su poesía se debía a su propia medida de respiración. El autor le imprime una musicalidad propia. Siempre al escribir está presente la cadencia de nuestra voz y cuando alguien oye leer al poeta, esa voz puede acompañarlo por el resto de las lecturas en el papel.  La respiración del texto puede llevar al lector a respirar con él. Hay personas que no pueden seguir el ritmo a una lectura, se quedan sin aire, a otros les queda resto, ¿Cómo quiere dejar al lector si sigue su respiración, con aire de sobra relajado mirando el mar, practicando algún arte marcial ancestral, filtrándolo de a poco para degustar mejor, sin aire por haber corrido un colectivo?

Hay tres consejos que doy a los poetas amigos que comienzan a leer sus poemas en púbico: que lean en voz alta, que lean sin apurarse, que articulen las vocales y consonantes claramente. He ido a escuchar a poetas que leyeron con la cabeza baja, para sí mismos, como murmurando, sin que se oyera una sola palabra de lo que decían: es frustrante, y es una pérdida de tiempo. Siempre tengo en cuenta lo que escribió Tulio Carella acerca de la respiración: que cada uno debe descubrir la suya y ser fiel a su ritmo. Quiero que el que escucha o lee mi poesía se apropie de mis palabras y mis imágenes, y para que eso suceda debo procurar darle mi poema como si fuera un regalo.


12. Si bien todos podemos hablar de los mismos temas, cada autor crea una galaxia en la que florece una simbología personal, que aparece y se acentúa y se repite para generar un propio lenguaje y lugar común donde sentarse a observar y sentir con él. Si tuviera que visualizar su obra en un collage, ¿Qué elementos de su obra no faltarían? Puede nombrar paisajes, objetos, sensaciones, situaciones concretas, texturas, colores…

No he tratado de crear una simbología personal, a la manera de los tigres de Borges o las rosas de Yeats. Sin darme cuenta, he repetido algunos objetos y elementos en mis poemas, pero han surgido de una necesidad específica de cada texto, sin haber buscado una textura de repeticiones, ecos o leitmoiv. Ha sucedido, simplemente. Una vez me pidieron que hiciera una lectura de mi poesía en el Instituro Idra, donde enseño literatura inglesa. Preparé, con ayuda de una amiga, una presentación visual (en el programa Power Point) y me di cuenta de que, al menos en dos o tres poemas de libros diferentes, había incluido amapolas y cebras. No son ni mis flores preferidas, ni mis animales preferidos, pero allí están, multiplicados.


13. Alrededor de la poesía y del escritor se construye cierta atmosfera mística, hay quienes se salvan, quienes se alimentan, quienes mueren, quienes hacen de ello algo cotidiano o algo extraordinario. Étiemble sostenía que el placer poético podía tener un origen fisiológico, de índole muscular y respiratorio (volviendo a la respiración) siendo una manera de unirnos al mundo, participando del ritmo universal. ¿Qué lugar tiene la escritura en tu vida? ¿Qué es lo que buscás/encontrás en ella? ¿Qué es para vos, desde tu cuerpo en relación al mundo?

La poesía es mi manera de expresar “cosas” (perdón por usar esta palabra tan imprecisa, pero no encuentro otra): imágenes, ideas, ritmos que se aparecen de pronto en mí. En la poesía que escribo no busco nada; en la poesía de otros, busco el placer de otras imágenes, ideas, ritmos que no sean los míos. En la poesía que escribo me encuentro a mí. Encuentro una de las maneras que tengo de dar sentido a la realidad, de filtrarla de un modo específico. La poesía sirve para respirar. O mejor: la poesía es mi respiración.


14. ¿Madera, fuego, tierra, metal o agua?

Agua y fuego. El agua es fresca y transparente. El fuego es vital.


15. Te pido un tema o banda o disco o lo que gustes para dejarnos con tus poemas al pie de la entrevista…

“Busco magia, busco libertad” canta Sandra Mihanovich en “Simple” (o “Algunas frases”) de Alejandro Lerner. Lo escuché hace muchos años, y todavía puedo seguir diciendo lo mismo.




mi corazón da saltos


…de mon immersion soudaine et brutale
dans la langue espagnole…
—Jörn Cambreleng


Mi corazón da saltos,
va del rencor al odio, del amor al silencio fácilmente,
de la oscuridad a la penumbra, conoce la apertura de la luz
muchas veces, mis dedos tamborilean, mis manos no se quedan
quietas, mis ojos recorren todo lo visible como buscando
aquello que no se encuentra en el campo visual, por qué entonces.

Jamás estuve en un país
donde no hablaran mi lengua.
Siempre me pareció vivir en un país
donde no hablaban mi lengua.

Hay seis tipos de secuencias textuales: narrativa,
descriptiva, dialogal, instruccional, explicativa y argumentativa.
Se puede elegir según la delicia del corazón, o en contra.
La inmersión en el lenguaje puede ser brutal, causarte enojo, ahogo,
muerte, melancolía.

Pero nunca te olvides de que nunca se trata solamente
de hilar palabra con palabra,
como en esas “amables y alegres” guirnaldas de papel crêpe
que se cuelgan en la fiesta: la melancolía puede matar,
el acto de escritura rescatar una memoria, el papel con sus signos
ser el doble de tu propia conciencia. Nunca es solamente
el salto del corazón: es su sobrevida.




huérfano a los 47 años


A nadie se le ocurre que uno es huérfano, y sin embargo, uno lo es.
—Diana Bellessi


La orfandad es despertarse a las 3:40 de la mañana
y recordar que a esa hora se murió tu madre.

Es merodear, pero evitar, las habitaciones
en que estuvo por última vez ese fantasma.

Es tocar un recuerdo como se roza una flor
de nombre desconocido y recibir de inmediato una descarga eléctrica.




lluvias de noviembre en mar del plata


A curious thing about the ontological problem
is its simplicity.
—W. V. Quine, From a Logical Point of View (1953)


Largas lluvias
que nos encierran / nos obligan
a quedarnos de este lado

de este lado de las puertas / en casas
cerradas y jardines empapados
con gotas que rebotan
sobre las gruesas hojas de magnolia.

Largas lluvias
cuyo ritmo es difícil de entender / y de oír
pentagramas cuya música débil
va señalando la simplicidad de todo asunto.


A Walter Gitlin




susan sontag y las amapolas


Imagino que estabas en el living room
de tu departamento, o en un jardín extranjero
con luz insuficiente

que fuiste arrancando una a una
las semillas

que más tarde, mucho más tarde,
quizás tres años después, o treinta, te recostaste
a dormir, susurrando la canción

“amapola, dulcísima amapola…”
con alguna palabra fuera de lugar
o pronunciada errónea / o tan sola,
“igual que ama la flor la luz del día”

que siempre te preguntabas por esos tropismos
“cómo puedes tú vivir” / repitiendo “cómo puedes”
y que no te despertaste




su voz estaba presa

 
en el sentido en la página en la tinta en el silencio en el libro cerrado su voz estaba cerrada en la pesada tapa en la contratapa en la voz autoritaria en el cerrojo de la tipografía vos la liberaste al traducirlo al traducirla lo hiciste viajar le diste tu boca y tus vocales le diste tu lengua y tu lenguaje le prestaste tu papel y tu lápiz tu goma de borrar entonces viajó habló otra vez habló de nuevo como ayudado por un medium no respetó los límites fue más allá de las fronteras sin permiso de nadie traspasó lenguajes cruzó mares allanó montañas fue voz en libertad fue vos en libertad fue vos







Fabián O. Iriarte

Nacido en Laprida, provincia de Buenos Aires, en 1963, reside en Mar del Plata desde 1979. Es Doctor en Humanidades (Universidad de Texas en Dallas, 1999) y enseña literatura inglesa & norteamericana y literatura comparada en la Universidad Nacional de Mar del Plata.
Recibió el Premio Alfonsina de literatura (2004) y el segundo premio del Concurso Osvaldo Soriano de Poesía (2006). Fue invitado a participar del 19º Festival de Poesía de Rosario, en septiembre de 2011.
Sus traducciones de poesía han aparecido en las antologías Usos de la imaginación: Poesía de los latinos en EE.UU. (Mar del Plata: EUDEM, 2009) y De la nieve, los pájaros: Poetas norteamericanas contemporáneas  (Santiago de Chile: RIL, 2010).
Ha colaborado con ensayos, reseñas y poemas en las revistas Hablar de Poesía y Diario de Poesía; en la antología Poesía erótica argentina (2002); y en los sitios de Internet Campo de maniobras, El mundo incompleto, Efory Atocha, Faro vacío, entre otros.
Sus libros de poesía más recientes son Devoción por el azar (Bajo la Luna, 2010), Cuentas por saldar (Ediciones en Danza, 2010), Las confesiones (Huesos de Jibia, 2012) y La Caja P (Ediciones del Dock, 2012).


1 comentario:

  1. Felicitaciones por tu blog, Mariana. Muy buena entrevista a este gran poeta. Un abrazo a ambos. Gastón Sequeira

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